Pappo

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MATERIAL DE LECTURA
«PAPPO IS BACK» (Nota a Pappo- revista Rolling Stones ) HISTORICA
1 de Junio de 2000
Norberto Napolitano nació en 1950. Doce años después le regalaron una guitarra criolla. Cuando conoció el rock & roll quiso una eléctrica y a partir de entonces nunca se sacó la correa del hombro. Su primera banda se llamó Los Buitres, pero recién con Engranaje junto a Droopy y Bocón Pappo se insertó en el incipiente circuito de rock local. Habitué de las interminables noches de La Cueva (si no tocabas bien, te rajaban), integró la primera formación de Los Abuelos de la Nada y, poco después, Conexión Nº 5. Luego llegó el llamado de Los Gatos, a quienes abandonó después de dos años y un disco, cambiando baladas por adrenalina. Fue entonces cuando Pappo decidió formar su propia banda; fue entonces cuando nació la leyenda.
El primer disco de Pappos Blues se editó en 1971, y el más reciente, en 1999. Durante esas tres décadas hubo viajes, bandas ocasionales (como Aeroblus) y otras más definidas (como Riff). Pero Pappos Blues fue el grupo que más influyó a una enorme cantidad de músicos que entendieron como Pappo al rock & roll. La mejor muestra es Pappo & Amigos, el flamante disco doble en el que veinticinco artistas invitados interpretan, junto con el maestro, temas de aquel grupo.
El Carpo is back.
Tiene menos pelo, pero lo tiene más negro. Usa un perfume tan fuerte que si alguien prende una vara de incienso en la habitación en la que está Pappo, la vara de incienso se apaga por sus propios medios, y se va.
Durante nuestro primer encuentro, el artista declina atendernos en su propia casa y nos recibe en una mansión de un conde (una casona en Devoto, propiedad de un amigo corredor de kártings), cuya mesa de comedor es mágica (la noche anterior, a Pappo habían intentado enseñarle los misterios del I-Ching y la mesa rebosaba de monedas y papeles sueltos, con hexagramas dibujados en tinta roja). Una solícita y callada mucama, Yudith, nos atosiga desde las 19 hasta la medianoche con café, agua mineral y gaseosa; como único alimento sólido propone algunas galletitas boca de dama. Miren la camisa que me puse, ¡eh! ¡Me la puse para la ocasión! ¡Miren!, exige Pappo, sin descanso: la camisa es oscura y brillosa, y parece de seda.
Al día siguiente, el músico también recibe a la pareja de cronistas vestido para la ocasión: un toallón anudado a la cintura (recién me bañé); un pliegue de la prenda, a la altura del muslo, deja en claro que el artista está olímpicamente en pelotas. La mansión es ahora el hogar familiar de La Paternal. Inclinado sobre una mesa de magia más pedestre, enharinado hasta los codos, amasa un pan integral con cebolla que la velada anterior tal vez mortificado por las escasas viandas había prometido: Lo sé hacer desde chico, lo hacía mi viejo en el campo, lo hago desde siempre. Liliana, su hermana, ingresa en escena: “¿Vos, amasando pan? ¡Yo nunca te vi hacer pan..!”.
La mirada de Pappo, lapidaria, parece detener el tiempo.
Bueno, eh, quiero decir: yo nunca te vi hacer pan… acá.
No hay mucama en esta casa de La Paternal. Sin embargo, está Florencia, 25 años, la novia de Pappo desde hace cuatro. Es hermosa. Por orden de Norberto, ella sale a comprarle un hueso a Cactus, el terrier. Regresa con un hueso de plástico, juguete de veterinaria; debe volver a la calle a conseguir un hueso de verdad. Al rato emprende otra salida: hace falta queso rallado para los fideos. Minutos después, incansable, se ausenta para conseguir una botella de vino para los invitados.
Pappo va hacia la habitación y trae un desvencijado estuche de cuero. Extrae de él un rifle Winchester de dimensiones prodigiosas; lo ensambla, lo gatilla; está deslumbrado. Luego exhibe un lustroso revólver calibre 38. Enseguida, dos filosos machetes, de hojas largas como un antebrazo, que parecen armas de guerra. Va a enseñarnos cómo matar a un jabalí. Sitúa imaginariamente al animal a un metro de distancia, a la altura de sus rodillas. Primero lo hace volar cuatro o cinco veces con el Winchester, luego lo remata en el entrecejo con un disparo del 38, y acto seguido procede a apuñalar el aire, enfurecido, con el cuchillo más grande. Le advertimos que su método, de haber sucedido en el mundo real, hubiera convertido a la bestia en una irreconocible tonelada de carne molida. Se ríe. Abre la lata de tomates para el tuco de los fideos; no usa el abrelatas: la desfleca, literalmente, con el cuchillo más chico. Se ha vestido, por fin. Comemos. Florencia recoge los platos sucios. A Pappo le dice Sapo, como los íntimos. El la llama Daisy pero a ella no le gusta; dice que es nombre de puta. Haciendo el menor ruido posible (por la nota), Florencia lava los platos en la pileta.
A la una de la mañana, Pappo se levanta de la mesa. Recoge el 38 y, delante de los cronistas, en silencio, lo carga con seis balas. Luego desaparece dentro de la habitación.
vos decís de hablar un poco del pasado. ¿Qué época del pasado? ¿El pasado de mi vida de ahora, o mi de vida anterior? Bueno: en mi vida anterior fui vikingo ( muestra un vikingo tatuado en su brazo ). En el trayecto de mi existencia hubo alguien que se dio cuenta y me empezó a llamar Vikingo; era el negro Serafián, un amigo de Alejandro Medina, que me decía Vikingo Pappo, en esta vida. ¿Por qué me decía vikingo? ¿Y por qué en el escudo de Napolitano Hermanos hay un vikingo con la espada en alto? ¿Y qué relación hay entre el apellido Napolitano y los vikingos? Y bueno, porque yo fui un vikingo.
¿Y el pasado de esta vida?
Me acuerdo de muy chiquito en Santa Isabel, en Santa Fe. Es un pueblito donde creo que nací; ahí o en Buenos Aires, no sé dónde nací, creo que en Buenos Aires, pero estuve en los dos lugares. Mi infancia fue, seguro, en Santa Isabel: calle de tierra, comer cosas de las plantas, todo campo. Mi abuelo, que era italiano de la provincia de Catanzaro, con mi viejo y tres hermanos más había comprado unos campos en la provincia. Acompañamé, te mostraré/ unos campos en Santa Fe (canta). Y después nos mudamos a Buenos Aires: fundaron una empresa que se llamaba Talleres Metalúrgicos Napolitano Hermanos Calderas. Y mi viejo hacía unas calderas de cien metros con unas máquinas que tenían como cincuenta metros de alto, con aparejos; trabajaban cuarenta y una personas, metían unos tubos, fresas ¡era una fábrica infernal! Entonces, del campo, los pajaritos, las mariposas, las calles de tierra, ¡de golpe me encontré en medio de una fábrica industrial! (se ríe). Esa fábrica ahora está parada y es mi sala de ensayo. El taller tenía máquinas que las tuve que sacar porque no se podía caminar por adentro, pero me quedó una ahí, que no la puedo vender porque quiero que me quede como recuerdo.
¿Cuándo cerró la fábrica?
Hace unos veinte años. Entonces yo me tatué el vikingo en el Infierno, como que seguía luchando. Porque la insignia de la fábrica era el vikingo triunfante, con el sol atrás. Cuando se fundió la fabrica, yo me tatué el vikingo luchando en el Infierno.
¿Cuántos hermanos tenés?
Tengo una hermana, y al espíritu de mi hermano Carlos acá, al lado mío ( señala una silla vacía a su derecha ). Hace mucho que está conmigo, mi hermano. Y ahora tengo el espíritu de mi viejo, del otro lado ( señala otra silla vacía a su izquierda ). Los dos están conmigo, yo los siento; aparecen en momentos importantes. Carlos fue el primer hijo varón de mi papá. Mi hermana, Liliana, es más grande, y el más chico soy yo.
¿Cuando falleció Carlos?
Antes de que yo naciera, entonces yo creo que somos el mismo.
¿Te referís a que reencarnó en vos?
Digamos que yo soy yo, pero que él se prendió conmigo para seguir. Yo puedo percibir a los muertos, a los espíritus: mis seres queridos están conmigo. Pero el que toca la guitarra arriba del escenario soy yo, y me la tengo que bancar.
¿A qué se dedica tu hermana?
Es concertista de piano de alto nivel, tiene todos los títulos. Yo dormía en la pieza donde ella estudiaba cuando era chica, así que imagináte a las 9 de la mañana, con dos almohadas tapándome los oídos, tratando de dormir. Pero eso me ayudó, inconscientemente
¿No grabaste nada con ella?
No, no quiere tocar conmigo (risas). Porque tiene sus alumnos, es profesora en un conservatorio…
¿Confiesa que es hermana de Pappo?
Todos saben.
¿En qué momento dirías que empezó tu historia?
Cuando tenía unos 14 años y escuché a Little Richard. No me acuerdo qué estaba haciendo; creo que estaba entrando o saliendo de la casa de mi familia en Carlos Paz, que era donde siempre nos íbamos de vacaciones. Y lo escuché en la radio. Ese fue el primer indicio que me hizo cambiar de idea sobre la supuesta educación sobre música folklórica que aprendía en el colegio. Me compré una guitarra eléctrica, un equipo, y cantaba los temas de Little Richard y me cagaba de risa.
¿Dónde compraste la guitarra?
En Daiam [Talcahuano y Bartolomé Mitre]; la otra viola, la criolla, ya no sonaba. Venía el profesor de guitarra a mi casa, y yo ni cinco de bola; decía a todo que sí, a todo que sí, pero en realidad no estaba aprendiendo nada. ¡Decía que sí para que el tipo se fuera! Tocaba canciones de los Shadows, de los Beatles, de los Stones. Hasta que salió Cream: ahí basta de Beatles y de Stones… No sé cómo aparecí en una banda. Intenté varias: Los Buitres fue mi primera banda de barrio, con mi primo el médico, un psicólogo y un tapicero. Vi todo el underground. A los más famosos no los veía, hasta que aparecieron Manal, Almendra y Vox Dei, que eran conocidos pero que hacían la música que me gustaba a mí.
Y Los Gatos…
Ellos me sacaron del anonimato. En 1969 debuté como guitarrista de Los Gatos.
¿Quién encontró a quién?
No sé, me vinieron a hablar y yo aparecí tocando en el grupo; antes no hubo ninguna conexión. Yo iba mucho a un boliche, La Cueva 2 [la segunda versión de La Cueva de la avenida Pueyrredón], que tenía escenario libre: subías, tocabas, y cuando eras malo te sacaban de una, cagando; se miraban entre todos y decían ¡Fuera!. El hecho de no cruzarse en el blues era muy importante, porque el blues es un idioma, como cualquier otro. Así que se fue haciendo una secta con el idioma del blues; ahí aparecieron Claudio Gabis, José Colchón, Quique Polenta, Miguel Fender, Fatorusso Y cuando había una banda que necesitaba un músico, iba a buscarlo a la Cueva 2. Yo resulté el tipo ideal, porque era el guitarrista con el que todos estaban de acuerdo; todos tenían la misma opinión de ese gordito de anteojos que tocaba blues en La Cueva.
¿Ya te hacías llamar Pappo?
Sí, me decían Pappo en el barrio. Pappo quiere decir pavo, siempre fui un pavo. Aunque en el horóscopo chino soy tigre.
En el horóscopo chino no hay pavo.
Bueno: Los Gatos me sacaron de la fábrica y me llevaron al teatro Gran Rex a laburar en el escenario ¡Ponéte en mi lugar! Estuvimos juntos dos años, fue muy bueno, hasta que yo empecé a poner mucha presión para que tocáramos rock. Ciro [Fogliatta] y [Oscar] Moro estaban más o menos de acuerdo, pero el más duro era Litto [Nebbia], que era el que mandaba; y si el que manda quiere seguir con una línea melódica, tiene razón. Muy bien, gracias por todo… Me voy de este barco, está todo bien, seguimos siendo amigos. Mi decisión fue no dejar de tocar rock & roll, porque el rock & roll es mi presentación en la Tierra. Es mi forma de ser, mi forma de hablar. Me fui de Los Gatos y formé Pappos Blues, con David Lebón en bajo y Black Amaya en batería.
Pappos Blues tenía un sonido muy duro, inclusive para su época.
Es que a mí me gustan Black Sabbath y Jimi Hendrix.
Pero en ese momento eras contemporáneo de los Black Sabbath, a quienes se menospreciaba acusándolos de cuadrados
Y de mí decían lo mismo, qué problema hay. ¿Vos te creés que a mí me importa que me digan cuadrado? Yo toco lo que a mí me gusta tocar; si no, no toco nada. Es que no puedo tocar otra cosa, tengo que tocar pesado y tengo que sentirlo lo más al palo. Yo soy humilde, creo que soy el más humilde que conozco, y cuando pasé a ser profesional y a salir en las tapas de las revistas, entonces empecé a sentirme un poco afectado por eso. A principios de los 70, la única revista de rock especializada en el país se me tiró en contra, me hizo un sabotaje : dijo que yo era un payaso, tanto en el escenario como en mi vida privada. Así de suave. Entonces, yo, ¿qué hice? El título del último disco de Black Sabbath en ese momento era Sabotage ; y me dije: A estos le está pasando lo mismo que a mí, por eso me fui para allá. Me fui a Inglaterra en 1971.
Pero habías dejado grabado el primer álbum de Pappos Blues
Sí, fue un disco que grabamos para nosotros, sin más expectativas Me quedé ocho meses en Inglaterra sin hacer nada; pasé por el Hard Rock original, tocaba la armónica y la guitarra
¿Tocabas en los subtes?
Sí, toqué una vez, nada más. Me di cuenta de que no sirvo para tocar la acústica, nadie me dio un sope. Después toqué el piano en un bar, donde me fue mucho peor. Y entonces me llegó un telegrama que decía: pappos blues N° 1 en argentina. teatro metro. tres fechas. Y en todo Buenos Aires decían: Vuelve Pappo.
No te lo esperabas.
Para nada. Qué sé yo: veía el teatro lleno, para la época era mucho Por ese entonces los grupos tocaban para cuarenta personas, y yo que haya hecho tres Metro hasta las manos no entendía nada, era como un sueño. El disco fue oro, platino y doble platino. Pero no me dieron ninguno: ni el disco de oro, ni el de platino, ni el de doble platino.
De todos modos decidiste quedarte en Buenos Aires. ¿Por qué?
Claro, me quedé porque conseguí un estudio enorme para grabar y me mandé adentro para hacer Pappos Blues 2. Me compré un Marshall y una Strato y una Gibson Les Paul. Firmamos contrato con una compañía que se llamaba Sicamericana; la compañía fundió y nunca cobramos los derechos. Igual, no eran muchos: no había ningún derecho.
¿De qué vivías?
De los shows. Teníamos dos camiones con dos juegos de equipos y batería; nosotros íbamos en un Ford Fairlane de un tipo que manejaba rápido, y los dos camiones eran V8 y también iban rápido. Uno lo manejaba El Cíclope, que tenía un ojo solo; y el otro chofer era un gallego muy cómico que cantaba canciones de Galicia; te cagabas de risa, era un gallego que recién había llegado al país y estaba contento todo el tiempo. Para la época de Pappo’s Blues 3 ya tocaba con Pomo en batería y Machi en bajo; era un equipo perfecto, una banda tipo aplanadora, profesional, impresionante.
¿Cuántos shows hacían por noche?
Ocho, cuatro
De veinte minutos cada uno
Veinticinco, decía el contrato. Tocábamos el Stratocaster boogie, Sándwiches de miga, Sucio y desprolijo, El hombre suburbano, El tren de las dieciséis, Caras en el parque y otro más que no me acuerdo.
En esa época conociste a Charly García.
Yo a Charly me lo crucé en la casa de Jorge Alvarez, el productor de Pappo´s Blues que también produjo a Sui Generis. Y pensé: ¿Cómo puede ser tan pelotudo este tipo? ¡Yo vengo luchando desde que tengo uso de razón para poder implantar y clavar la bandera como hicieron los norteamericanos en la Luna… clavar la bandera del rock en Buenos Aires..! Y yo vengo luchando, junto con Manal… junto con Almendra, que dentro de todo era rock, con una actitud muy piola. Y vienen dos tarados… Te digo lo que pienso yo: vienen dos tarados, uno de bigotitos y otro con menos gracia que una estatua, y yo no lo podía creer.
¿La música de Sui Generis te indignaba?
No, no era indignación, era decir: Dejáte de joder, no hagas bromas pesadas. Fueron ellos los que ablandaron la milanesa, y me quedó la sangre en el ojo. Por eso hice Riff en los 80: para eliminar a Serú Girán. Y todo el mundo lo sabe: ésa es la verdad. Serú Girán se tuvo que separar. Al salir Riff, no podía seguir tocando nadie más; después de escuchar el sonido de Riff no podía quedar más nada.
No quedaba nada porque rompían todo…
Fue una época en la que nos fue muy bien. Riff estuvo en pleno proceso militar; a los camarines venían los de Toxicomanía a oler si estábamos fumando marihuana; esas boludeces que hoy no pasan. Nosotros nos cagábamos de risa de todo, de todo en general, de toda la situación. Es que es una forma también de aceptar lo que a uno le toca vivir,
¿no es cierto..?
¿Cómo fue tu relación con Charly, más allá de tu evaluación artística de su música?
Ninguna relación. Lo que me parece es que Charly es blando. Blando. Hay dos clases de gente: la gente dura y la gente blanda. Lo que hizo Charly de rock fue muy cortito. Tira ritmo de rock en algunas canciones y eso no tiene nada que ver. No es mal músico. Maná dice que hace rock si te descuidás, vamos a decir que Mercedes Sosa hace rock porque es amiga de Charly, ¿entendés? Si Charly ni rock hace…
¿Y Spinetta?
Spinetta es un genio. Charly García es un talentoso, pero no es un genio.
¿Te acordás de cómo conociste a Luis?
Lo conocí a un metro de altura.
¿Vos estabas subido a una escalera o él estaba suspendido en el aire?
No, él flotaba en posición de eh
¿De loto?
con las piernas cruzadas, meditando.
¿Cuándo fue?
Teníamos 18 años, más o menos. Nosotros nos divertíamos mucho con Spinetta; éramos amigos, pateábamos todos los días, hacíamos cada quilombo… Teníamos un personaje que se llamaba El sospechoso. La gente nos escuchaba conversar; Luis me decía: Hola ¿te pareeece..?, y yo contestaba: Claro, sospechoooso ospechosíííísimo…. A Luis le decíamos Mamadera: era el Flaco Mamadera; yo era el Vikingo Pappo; Black era el Negro Black; David Lebon era Colonio, porque en esa época había una colonia para damas que se llamaba Le Bon; a Héctor Starc le decíamos La Bola de Ruido; y a Emilio del Guercio y a Rodolfo García, de Almendra, les decíamos Fugazza y Fugazzeta.
Luis te regaló una guitarra y vos la vendiste.
Bueno, él me regaló una guitarra de onda, porque sí Yo llegué a España y tenía que tocar en un boliche que se llamaba jj, que quedaba en la Gran Vía, en Madrid, y tenía la plata justa para comprarme el Marshall, pero había una Les Paul y le digo al tipo: “¿Me toma esta otra guitarra en parte de pago?”, y la guitarra quedó ahí. No creo que… Una vez que te regalan algo, ya es tuyo, podés hacer lo que quieras. Ese es mi concepto de un regalo, no sé si es correcto. La vendí por necesidad.
Siempre se dijo que Luis se enojó mucho.
No, él no se enojó. La gente creó una cosa rarísima y nosotros no estábamos enterados. Es lo mismo que Juanse y Pity [cantante de Viejas Locas]: todo el mundo dice que están peleados y ellos ni siquiera están enterados de que están peleados; es lo mismo.
Después del éxito de los primeros cuatro discos de Pappo’s Blues, no parece sensato que hayas dejado todo y viajaras otra vez a Inglaterra, a vivir en un… sótano.
Bueno, primero en Londres trabajé de lavacopas. Y después me enteré de ese sótano que servía de sala de ensayo, y con tal de quedarme ahí le dije a la dueña si podía hacer el mantenimiento, pintar, hacer (sic) la alfombra, lo que sea… Un día llegó a ese sótano Lemmy [Kilmister] con Animal Taylor y me puse a tocar con ellos; después apareció Fast Eddie Clark con una de las chicas groupies que venían siempre al estudio. Ahí los tres formaron Motörhead. (Cuando en el 76 vuelvo a la Argentina, le digo a mi sobrino: “Mirá este logo”; era el logo de Motörhead, cuando todavía no habían grabado…) Después conocí a Michel Peyronel, a los Heavy Metal Kids y a ufo, que era la banda donde tocaba Danny Peyronel. Michel me dijo: “Vamos a hacer una banda”. “Bueno”, le contesté. Conseguimos un bajista y empezamos a ensayar en la sala de los Heavy Metal Kids. Pero Michel era malísimo tocando; le dije: “¡Dejáte de joder!”. Un día, después de cinco años, escuché a Extraball; cuando Michel volvió a la Argentina en el 80, le pregunté: “¿Sos vos el que esta tocando acá? Pero qué bien…”. El había aprendido a tocar con los grupos punks de Francia y escuchando a ac/dc, y bueno, hicimos una banda tipo ac/dc: Riff.
¿Y qué fue Aeroblus?
Cuando volví de Inglaterra, en 1976, Alejandro Medina me invitó a ir al Brasil. Allá formamos Aeroblus, en el medio del quilombo infernal que es San Pablo. Había una mueblería, y Alejandro quería ensayar ahí, y yo dije: No, es imposible hacer música acá, en este quilombo, tenemos que ir a un paraíso. Pensamos, y apareció un aparato que tenía fábrica de no sé qué y dijo: Curitiba. El tipo tenía una casa ahí en Curitiba, una casa que adentro tenía caminos, montañas, lagos, una iglesia abandonada del siglo pasado, pileta, pool, yacuzzi, baños para cuarenta personas, habitaciones por todos lados, ¡increíble..! Esa era la casa de fin de semana del tipo Y se la prestó a Medina Tengo una foto de la puerta de la iglesia… ¡Ah, es la foto que está en la contratapa del disco de Aeroblus! Una noche decidimos salir a buscar baterista; probamos tres o cuatro, y apareció uno con una mano más chica que la otra. Era Castelo Junior, un brasileño. Y yo pensé: Es imposible que este toque con esa manito, y cuando empezó a tocar nos dejó podridos a todos.
Para esa época ya había nacido Luciano, que ahora tiene 25
Mi hijo. Viene a ser La pesadilla continúa (se ríe).
¿Quién es la madre?
Se llama Pil.
¿Fue una relación importante?
Esa fue una relación hippie: tenés una minita, salís, queda embarazada…
¿Fue un hijo buscado?
Antes no se usaba eso.
¿Pero estabas planeando tener un hijo?
No, cuando me enteré yo quería salir corriendo; es más: salí corriendo y después, cuando florecí un poquito Recién me hice cargo cuando cumplió los 14. Ahora vive con la madre y nos vemos cuando es necesario; él me llama, yo lo llamo.
¿Te parece que sos un buen padre?
¡Qué padre..! (se ríe a carcajadas). ¡No! Yo tengo una relación totalmente normal; por ejemplo, miro qué le hace falta, porque él está haciendo una carrera musical bastante importante… Va a andar bien. Ahora estamos en el Plan A, que es salir a tocar, componer, y grabar el primer disco.
¿Todavía no sos abuelo?
No. Te cagué. No pienso llegar a ser abuelo.
cuando decidiste formar riff, en 1980, seguramente en tu cabeza había algún otro propósito además de eliminar a Serú Girán.
Yo nunca gocé tanto en mi vida tocando en un escenario. Cómo me divertía con esa banda de rock & roll pesada Y nos recagá… mucho; me divertí. Pero no sabés qué placer y qué simple… Fue buenísimo cuando Riff arrancó con disco de oro, de platino y de doble platino. Que jamás los vi, tampoco. Riff fue una cosa muy divertida hasta Contenidos. Después de ese disco ya algunos empresarios le vieron la punta al ovillo, querían hacer un gran proyecto internacional, ir a España a tocar con Barón Rojo y miles de boludeces… Querían poner un cantante mejor que yo, porque decían que en España no iba a pegar… Ahí se empezó a manosear la cosa: ya no era el Riff de garaje; el grupo se metió en la maquinaria y me dejó de gustar el proyecto. Cuando trajeron a Danny Peyronel a cantar… y, bueno, a Vitico y a mí no nos gustaba y nos empezamos a cagar de risa y le dejamos de dar bola y bueno, ahí terminó Riff, con un quilombo bárbaro en la cancha de Ferro. Entonces, al tiempo formé la banda Hoy No Es Hoy y el disco se llamaba Pacto diabólico, porque me parecía que todo aquel mecanismo era un plan diabólico.
Y decidiste irte de nuevo, esta vez a los Estados Unidos
Primero fui a Nueva York, y después, a California. Ahí me uní a los Widowmakers; la banda existe todavía, es de cuarta categoría. Entré por un aviso del diario L. A. Weekly; tocamos en lugares chicos de Los Angeles. Después vine con ellos a Buenos Aires, nadie entendió nada, y se fueron.
¿Por qué no volviste con ellos?
Por un problema familiar: el ocaso de la compañía Napolitano Hermanos. Me tuve que hacer cargo de mi papá, que ya había entrado en años; yo, como persona, pienso que el agradecimiento se da con hechos y con actos, y a mi papá me lo banqué hasta que se murió. Eso es parte de toda la tradición de una familia italiana de tipos pesados, no caretas, que dicen la verdad y la pasan bien; de ahí vengo: de esa parte de Italia. Y me quedé acá.
Y te pusiste a trabajar en el taller mecánico
Sí. Yo ni me imaginaba que iba a volver a tocar como profesional: había llegado mi hora de colgar los guantes y los botines (sic). Empecé a trabajar en el taller, me armé una casa rodante, me armé una Chevy para correr… Juanse venía siempre a visitarme, hasta que un día me dijo: “¡Salí de debajo de los autos, ponéte algo como la gente, que nos vamos a Vélez a tocar de soporte de Keith Richards..!”. Yo no pensaba tocar más. Y ahí empecé a tocar de vuelta.
Cualquiera diría que deberías haber pensado dos veces cualquier regreso
Sí, pero lo que pasó fue que Javier Martínez, que estuvo estudiando alquimia en Francia, aprendió a manejar el péndulo. Entonces vino un día a un asado que yo hice para cincuenta personas, para recaudar fondos para el auto de carrera, y trajo el péndulo y me dijo: A vos te va a ir muy bien los próximos dos años, y se fue. Le dije: Gracias. Un día pasé por el estudio del Abasto, de Alvaro Villagra, y le pregunté cuánto salía alquilar quince días. Llamé a Vitico, a Black, a [Luis] Robinson, a Medina, a Javier, a Yulie Ruth –como otra formación de Pappos Blues y así grabamos Blues local. Lo grabamos para nosotros. Eso sí: vendió no sé cuántos miles de discos… Cómo te voy a explicar eso.
Bueno, lo había dicho el péndulo.
Claro Blues local fue doble platino, y ahí fue cuando B. B. King tocó en Obras, a lleno total, y Pappos Blues hacía de telonero. Escuchá: el viejo viene en limusina por Libertador y, ya llegando a Obras, se empieza a escuchar “Blues local”. El negro está acostumbrado a que siempre pare la limusina, que alguien le abra la puerta, después mira la banda así nomás, escucha un segundo y se mete en el camarín. Pero acá, cuando paró la limusina se bajó, entró a bailar, y se golpeaba en el pecho y decía: “Who is this guy? Quiero que toque conmigo”, y se fue para adentro, dejando la orden. Yo ni idea, nadie me dijo nada. Terminé de tocar, me puse en bolas y me tiré en la pileta de los basquetbolistas que hay en el vestuario; entonces, al rato me llamó Miguel Angel, que era un asistente, y me dijo: “Carpo, te está llamando el negro del escenario, vestíte, apuráte”. Tenía mojados los pantalones de cuero y no me los podía subir; me puse una camiseta y subí al escenario con medio culo al aire, y al segundo paso que di el pantalón hizo “plic” y subió (risas), y ahí le di la mano a B. B. King y le dije: “Nice to meet you, sir; thank you”, y me iba. Empezó a pedir que me dieran una guitarra; yo pensé: “¿Qué le pasa a éste?”. Empecé a tocar y no me di cuenta: yo estaba ahí arriba, fue como estar en Fórmula 1. El público empezó a gritar “¡Pappo!”: yo le agradezco al público que apoyó en ese momento. El que menos se imaginó que iba a estar ahí fui yo, que me agarraron con los lienzos bajos… Maravilloso. Terminó el concierto, nos abrazábamos todos llorando, emocionados, y B. B. King me dijo: “Tenés que venir a tocar a Nueva York conmigo”, y yo le digo: “Sí, está bien”. A los tres meses me llegó un fax que decía: “Presentarse tal día, tal hora, Hotel Howard Johnson, invitación B. B. King and Friends, Madison Square Garden”. Yo estaba tomando un café con leche y lo escupí todo arriba de la cama. Me levanté, hice la valija y a los tres días estaba viajando a Nueva York. Yo me compré un traje de seda para subir a tocar. Cuando te presentan en público, pasás, saludás y te parás en un cuadradito que tiene tu nombre. Cuando el tipo me hizo la seña, me adelanté e hice un solo, terminé y di un paso para atrás; la cosa es así de corta, es muy profesional. Después de eso dije: “¡Ya está!.
¿Fue bueno ese solo?
La guitarra hablaba sola, yo le digo: Pará, loca, ¿qué te pasa?. No podía parar. Eso fue la máxima.
despues del exito de blues local volviste a dejar la guitarra en el ropero.
Sí, porque ya había tenido demasiado con el tema “Mi vieja”. Cuando se tiene mucho éxito pueden pasar dos cosas: una es seguir hacia delante y llenarte de plata, y luego comenzar a decaer como persona y como artista. La otra es parar. Demasiada fama te empieza a sacar la aureola mágica que tiene la sensibilidad. La sensibilidad es algo que, si no lo tenés, no podés hacer música.
Eso de parar para no perder la sensibilidad, ¿de quién lo aprendiste?
Es un autoaviso, está incorporado en mi personalidad. Entonces fue cuando me invitaron a hacer un capítulo de Poliladron y ahí vieron que yo soy artista. Pero eso en realidad me lo viene diciendo Javier Martínez desde que tengo uso de razón, que yo tengo que ser actor cómico, y nunca le di bola. Entonces terminé actuando en televisión en Carola Casini con un contrato, me vino fenómeno, porque me gané unos mangos, zafé de las cuentas que debía y me di cuenta de que yo para eso no nací.
¿Disfrutaste con Carola Casini?
No, no sabía que era así, tan largo, tan agotador; era una terrible pesadilla. Salí corriendo, me fui a la casa de Vitico en el Tigre y me escondí en el canal E. Ibamos con Vitico en una lancha y empezamos a hacer Que sea rock, de Riff. (Compramos una lancha, porque en el Tigre te aburrís sin lancha.)
¿Te resultó fácil enganchar otra vez a los demás miembros de Riff?
Empezamos con Vitico en joda, los dos solos. Después empezó a venir Boff más seguido. Pero te voy a decir una cosa… Usamos batería electrónica.
¿Por qué?
Para no tener que soportar a Peyronel (risas), para no verlo. Sabemos que es un muy buen baterista de rock, pero Michel es empresario y le va muy bien, nació para eso [véase página 81]. Después, cuando fuimos al estudio, él no sabía los temas, pero es un hijo de puta y los tocó de una.
Ninguna grabadora se interesó.
No, el disco lo editamos nosotros. Ninguna de las cinco multinacionales lo entendió; dijeron que no era el momento del rock en la Argentina, que era el momento de la gilada latina, como la llamo yo. Yo opino que ya terminó el momento de la gilada latina y ahora empieza el momento del rock.
¿Querés decir que vuelve Riff?
La banda sigue ahí… Ayer llamó Michel y también hablé con Vitico, nos visitamos… Lo que pasa es que no hay ningún productor que tenga huevos para decir: “Bueno, voy a producir a Riff como verdaderamente se lo merece”. Tener un escenario de cincuenta metros de ancho por treinta de fondo para tocar. Riff en vivo es una masa. Y bueno, cuando aparezca algún productor con la envergadura, Riff volverá a tocar…
¿Estás muy seguro de que los otros tres están ansiosos por hacer lo mismo?
No, no tienen ni idea.
¿No era que se hablan todos los días?
Hablamos de otras cosas: mujeres, joda, las boludeces que hablan los muchachos…
Y cuando se ven comparten unos whiskies
No. Yo tomo agua mineral, té, café. Hace seis años que no tomo alcohol.
¿Fuerza de voluntad..?
No, no es eso, no me gusta más el gusto del alcohol; y el faso, imposible. Es más importante la música.
Debe ser bravo llegar al punto de tener que elegir entre una cosa u otra.
Sí, la música es mucho más importante que lo que mi cuerpo y mi mente quieren. Porque a la música la manejo con mi espíritu y no con mi mente. Mi espíritu es más fuerte que mi mente. La prueba está en que yo puedo dominar a mi mente: si mi espíritu no quiere fumar, no fuma.
¿Sabés lo que significa la palabra catarsis?
Sí.
Pero, ¿cómo se maneja la palabra catarsis?
Todos piensan que una catarsis es una catástrofe, pero en realidad es una persona que necesita expresarse las veinticuatro horas del día como diciendo: aquí estoy. Porque me di cuenta que no sé tocar y me puse a practicar ahora. Estoy muy conectado con la música, voy a ensayar y es como ir a Luján a ver a Dios. Porque yo al único Dios que veo es al de Luján; a los demás no los conozco. Yo conozco a ése, soy amigo de ése. Es un amigo que me espera cuando yo me muera. Yo lo vi en un momento jodido.
En el accidente.
Sí. Yo me estaba muriendo y el tipo salió de una luz así (abre los brazos) y me mandó de vuelta. Y yo aparecí en la ruta, tirado; por dónde salí, no sé, porque el auto tenía todas las ventanas cerradas. Créase o no, los milagros existen. Esto fue parte de la dimensión desconocida.
¿Te asusta la muerte?
La muerte es algo… que, vos viste la película del tipo que se queda en la Tierra para vengarse del que lo mató y va a lo de una negra que se comunica con la novia y le dice vengo de parte de su novio.
Ghost
Ghost. Es así, es igual.
¿Cuánto hace ya del accidente?
Seis años.
El tiempo que dejaste de tomar.
Claro. Después que vi a Dios, no tomo más vino. Yo creía que era verso: no es verso. Está, el chabón.
Muchas personas desearían tener alguna vez una visión como la tuya.
Y, se tienen que pegar un palo en la Ruta 9.
Es un precio alto.
Bueno, pero a lo mejor, encima, no está el tipo para salvarte Yo, desde que me pasó eso voy a la iglesia de Luján a saludarlo. Yo sé que es aquél.
¿Por qué la de Luján y no otra iglesia?
Porque fui una vez a Luján y lo vi y era ése, el mismo.
¿como fue que te hiciste amigo del ex director de la Side (Juan Bautista Tata Yofre)?
(Se irrita) Te lo voy a decir, y lo voy a contar por primera vez tal como fue. Un día apareció un personaje, Tito, que era plomo de Pappo’s Blues; es más, había sido plomo de Conexión N° 5 cuando yo tenía 17 o 18 años. Después de tanto tiempo de no vernos, un día me tocó el timbre y me dijo que era asistente de un político, del Tata Yofre. “El te quiere conocer porque tiene la colección más grande de blues que vi en mi vida, me dijo Tito. “Tiene blues, rock, tiene videos, de todo, y te vine a buscar para que vayamos para su casa.
¿Vos no tenías otra cosa que hacer?
No. Fuimos a una casa en Palermo. Yo no entendí nada, porque apareció Adriana Brodsky. ¿Y ésta qué hace acá? ¡Ah! La mujer. Claro, se casó con Adriana Brodsky, perfecto. Apareció el tipo, mucho gusto, pasen, ¿quieren tomar algo?”, y entré a un lugar donde las paredes estaban cubiertas de cds de blues, y pensé: “Yo a éste lo voy a cagar”. Le pregunté: “¿Y cómo sabés dónde está todo? Hay demasiado. Vos pedíme”, me contestó. Entonces le pedí uno rarísimo de Muddy Waters pensando que no lo tenía ni en pedo.
Y te cagó.
Mirá, se paró en el medio del salón, agarró la escalera una de ésas tipo biblioteca antigua, que tienen rieles y llegan hasta el techo– y, sin ninguna duda, subió y agarró un compact y me preguntó: ¿Es éste?”. Le dije: “Qué hijo de puta… (risas). Bueno, ésa es mi anécdota, y después todo el mundo me dijo: “Pappo se juntó con el poder”, y qué sé yo que otras boludedes hablaron.
Pero saliste en las revistas con él, fuiste de vacaciones con él, lo seguiste viendo
Bueno, pero ya no lo veo más.
no debe haber sido una tarea facil lograr que veinticinco bandas y solistas grabaran con vos este nuevo álbum de un modo, digamos, organizado.
Bueno: en este disco lo que todos tuvieron fue una conducta. Yo hace dos días que lo estoy escuchando y no hay ningún tema que esté mal, es increíble.
¿Qué tipo de conducta?
(Piensa) La conducta es un conjunto… de acciones dirigidas todas… hacia un mismo… objeto. El objetivo hay que ver qué es, pero la conducta es eso.
¿De quién fue la idea de reunir a tus amigos?
El inicio de todo fue el show de La Renga en Huracán, el año pasado. Invitados: Pappo y Mollo; ahí empezó todo. El quid de la cuestión fue Ricardo Iorio, que es un hombre que tiene una visión de bondad hacia el mundo; es buen tipo, y sabía que iba a pasar esto. Pappo’s Blues 2000: con mi banda, 41 temas, los dos discos a precio de uno… Esos músicos te llaman el maestro
Y, si soy el maestro, qué le voy a hacer… (se ríe).
Lo importante es que ellos ya sabían estos temas, porque les sirvieron para aprender a tocar rock. Por eso me dicen “maestro”, porque yo les enseñé a tocar con un pizarrón…
Uno de los amigos invitados es Calamaro. ¿Te parece que Andrés hace rock?
Calamaro es un personaje que hemos rescatado, porque es una persona que nos quiere mucho a nosotros y nos admira muchísimo.
¿A quiénes te referís cuando decís nosotros?
El Indio Solari, Iorio, yo, Medina; para él somos sus maestros; lo dice todo el tiempo.
Y si aprendió con ustedes, ¿por qué hace algo que no está musicalmente relacionado?
Porque él la pegó allá [en España] con un conjunto español. Yo no sé qué toca Calamaro, nunca lo fui a ver en vivo.
Hace un rato hablabas de la catarsis, y de que te diste cuenta de que en realidad te convenía ponerte a estudiar y practicar
Creo en lo que empecé hoy: a ensayar cuatro horas diarias mínimo, después zapar una o dos horas, ir a casa, seguir tocando, volver, acostarme, seguir tocando, ya me llevé un equipo a la pieza, ir al estudio, seguir tocando, ensayar, seguir tocando.
Pero si te hubieras puesto las pilas antes, ¿no habría sido otra tu evolución como guitarrista? ¿No te arrepentís de haberte decidido recién ahora?
No. Porque ahora sería un guitarrista aburrido, como Pat Metheny.
Por Gloria Guerrero
#ELSIESTERO, Historias y anécdotas de las mejores Bandas del Mundo, Domingos de 17.00 hs. a 18.30 hs. 105.1FM www.fmsos.com.ar

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