A 21 años de la muerte de George Harrison: el genio que terminó odiando ser un Beatle
Abrumado por la fama y desbordado por su música que no tenía lugar en Los Beatles, necesitaba hacer su propio camino. Murió en 2001, por un cáncer, casi dos años después de ser víctima de un intento de homicidio.
Si bien un genio nace, y no se hace, algunos tardan muchos años en darse cuenta. George Harrison podría ser uno de esos casos: opacado por John Lennon y Paul McCartney, el Beatle silencioso demoró más de la cuenta en abrir la boca. Pero cuando empezó a soltarse, mostró que podía estar a la altura y dejó para la historia composiciones que lo ubican como un artista genial.
Sin embargo, George Harrison terminó odiando ser un Beatle. Del mismo modo en que tardó en asumirse como un genio, se hartó de la irrespirable beatlemanía. Lo corrieron las chicas y él corrió a muchas de ellas, pero hubo un momento en que todo lo abrumó. “Sé lo dulce que puede ser la vida si logro apartarme”, escribió en una de sus canciones que no tuvieron lugar en Los Beatles pero que redondearon su maravilloso primer trabajo solista, “All things must past”.
Un cáncer de pulmón con metástasis en el cerebro y en la garganta se llevó la dulzura de su voz y también su vida cuando tenía solo 58 años. Pero a 21 años de su muerte, la obra de Harrison es cada día más reconocida y se redescubren aspectos de su personalidad que en su época pasaron inadvertidos debido a ese paso atrás que siempre tuvo con respecto a los dos líderes naturales que tuvieron Los Beatles.
A 21 años de la muerte de George Harrison: el Beatle melancólico que ya no quería ser un Beatle
La imagen espiritual e introspectiva que mostró el Harrison de la última etapa de Los Beatles, abrazado a la cultura hindú, lo ubicaron públicamente en un pacifismo que no siempre tuvo en privado. George podía parecer tímido pero no lo era; y podía sonar triste aunque alegre e irónico. En realidad era más un melancólico. Una de sus notas favoritas, “La menor”, define su tono.
“La enorme magnitud de nuestra fama me ponía nervioso”, reflexionó años después. Necesitaba otro tipo de día a día y en eso ser un Beatle ya no le era redituable. Por el contrario, le causaba un gran dolor de cabeza. “Me retuvieron y estuve agotado… Mi vida me pertenece”, escribió en “Who can see it”, una canción que publicó en 1973, luego de su resonante éxito con All Things Must Past y con el no menos histórico Concierto para Bangladesh.
Además, la última etapa de la banda de Liverpool estuvo cruzada por los conflictos personales que tenían mucho que ver con egos y talentos que ya no cabían en el mismo cuadrado. Y también con decisiones que tomaron, en especial después de la muerte de su manager, Brian Epstein, que puso a Los Beatles en roles insólitos, como el de analizar cuentas y presupuestos de Apple Records, el sello discográfico que crearon y por el que perdieron mucho dinero.
A 21 años de la muerte de George Harrison: la muerte lo llama dos veces
Luego del asesinato de John Lennon, el 8 de diciembre de 1980, todos los fantasmas se apoderaron de George (y de Paul y de Ringo). Ya Los Beatles no solo debían convivir con el asedio día y noche de los fanáticos -algo que a Harrison había saturado- sino que desde que Mark Chapman gatilló cinco veces contra su ídolo Lennon, tenían que cuidarse de sus fans.
El miedo de George a que un desquiciado se le cruzase en el camino lo llevó a encerrarse en su casa, a la que convirtió en una fortaleza, con rejas, alambres de púa para que nadie trepe a los muros, cámaras de seguridad. Ya vivía con su segunda esposa, la californiana Olivia Trinidad Arias, con quien tuvo a su único hijo, el también músico Dhani Harrison.
George transitó los años 80 peleando contra esos temores y haciendo música con amigos, como el super grupo que formó con Bob Dylan, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne, llamado The Traveling Wilburys. Con pausas musicales largas porque “no todo el tiempo quiero estar en el negocio”, explicaba y con acidez aseguraba que él en el fondo era “un jardinero”, mientras plantaba y cortaba flores de su parque.
“No voy a clubes ni a fiestas. Me quedo en casa y veo cómo fluye el río”, decía y parecía haber encontrado la paz. Ni siquiera el cáncer que le detectaron a mediados de los 90 y al que puso mucha energía para superar lo sacó de su eje. Lo que no mata, fortalece, dice el refrán. Pero Harrison vio el lado B: el 30 de diciembre de 1999, un hombre invadió su casa, rompió los cristales de su casa y para cuando el músico y Olivia reaccionaron, el intruso estaba sobre George, apuñalándolo.
Olivia tomó un atizador que tenía para mover las maderas en el hogar a leña con el que calentaban el living y golpeó al atacante, quien quedó reducido hasta que vino la policía. Harrison, malherido, como Lennon 19 años antes, terminó en el hospital. Pero, a diferencia de John, logró sobrevivir.
Sin embargo, las lesiones lo debilitaron de tal modo que, según su viuda y su hijo, el cáncer -que estaba controlado- reapareció al tiempo. Y con una fuerza que lo convirtió en terminal. Falleció en una casa que Paul McCartney le ofreció para esos últimos días en Los Ángeles, “sin miedo a la muerte y en paz”, según comunicó su familia
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