Frank Sinatra

Frank Sinatra cumpliría 107 años: el tímpano perforado de nacimiento y sus conexiones con la mafia

A lo largo de su vida vendería 500 millones de discos, interpretaría 1.400 canciones y sería distinguido con 31 discos de oro, 9 de platino, 3 de doble platino y 1 triple de platino. Su relación con Lucky Luciano y el enojo con el autor de la novela de “El Padrino”

Por Susana Ceballos (Infobae)

El cantante estadounidense Frank Sinatra durante un concierto en Madrid en 1986 (Efe/Manuel López Contreras/ct/Archivo)

“Cuando nací pesé casi seis kilos. No quería venir al mundo y mi abuela me puso bajo un chorro de agua helada hasta que empecé a respirar. Bendije ese día desde entonces”, así relataba Frank Sinatra su nacimiento. El parto, un 12 de diciembre de 1915, fue difícil; la torpeza del médico con los fórceps le perforó un tímpano y le dejó cicatrices en el lado izquierdo de su cuello.

Sinatra creció en Hoboken, a quince minutos en ferry de Manhattan. Su padre, Anthony Martin Sinatra era parco y reservado. Jamás hablaba de su trabajo, no era para menos ya que era custodio de contrabandistas. Después de quedar herido en un tiroteo, el hombre renunció para dedicarse a un oficio más tranquilo: bombero. La madre de Sinatra, Dolly Garaventa era todo lo opuesto. Avasallante, locuaz, conocía muy bien cómo sobrevivir en ese barrio donde “todos portaban un caño y no porque eran mecánicos ni plomeros”. Además de ser la intérprete de sus vecinos trabajaba de enfermera y partera. Solía practicar abortos a muchachas solteras o a madres que acudían a ella desesperadas en plena crisis del 30. Dolly las atendía porque aunque era católica primero era una mujer que ayudaba a otras mujeres.

La infancia de Frank

Dolly nunca fue el prototipo de la madraza. Al contrario, mantenía una relación distante y severa con su único hijo. Quizá porque desde el nacimiento hubo un malentendido: ella quería una niña pero llegó un niño, así que lo vestía con el ajuar rosa que tenía preparado. El pequeño creció, Dolly soñaba que sería ingeniero, pero el hijo andaba por el barrio asegurando que sería cantante. Cuando una noche descubrió en su cuarto un póster de Bing Crosby y él se acercó a saludarla, ella le arrojó un disuasivo zapatazo en la cabeza. Como no logró que cambiara de opinión porque “él es como yo, nadie puede hacer que hagamos lo que no queremos” le permitió cantar en el bar familiar. En el local el hijo desarrolló una rara habilidad “los borrachines apostaban quién le embocaba una moneda al megáfono que yo usaba para cantar. Solían perder ya que aprendí a esquivarlas y seguir cantando”.

March 1967: Frank Sinatra se toma un descanso durante una sesión de grabación (Photo by Keystone Features/Getty Images)

Dolly percibió que lo de su hijo era vocación y no capricho y le consiguió un lugar en el grupo los Hoboken Four. La banda ganó un concurso radial lo que le permitió al muchacho cantar en distintos programas. De allí saltó a la banda de Harry James y grabó su primer éxito All or nothing at all. En 1940 obtuvo un puesto de vocalista en la banda de Tommy Dorsey, uno de los conjuntos más populares de swing.

Frank descubrió que no era lo mismo “tener buena voz” que ser un gran cantante. Sus interpretaciones eran perfectas en su dicción y fraseo, en el dominio de la respiración, pero el quería ser un distinto. Y de pronto descubrió a su aliado: el micrófono, ese pequeño artefacto creado un año después de su nacimiento, le permitiría cantar de un modo único, casi susurrando y para todos pero al mismo tiempo cada espectador sentía que él le cantaba sus emociones al oído.

En tiempos de la Gran Depresión donde casi todos tenían una radio pero pocos podían pagar una entrada de cine, escuchar a Frank se convirtió en una experiencia irresistible. Pasó de ser el cantante de una banda exitosa a un ídolo de masas. “Aprendí escuchando a Billie Holiday a tomar una canción y hacerla mía: simplemente creyéndome la letra”. Ese joven de apenas un metro sesenta que por las calles pasaba desapercibido, en las funciones tomaba al micrófono en sus manos, lo acercaba sensualmente pero sin tocarlo y… enloquecía a la multitud.

 Frank Sinatra el día de su casamiento con la actriz Mia Farrow

En 1939 por su trabajo con la banda de Dorsey cobraba 75 dólares semanales y el sueño de ser cantante parecía lejano. Tres años después, con el micrófono de aliado, ya no estaba en la banda, era solista y tenía un grupo de fanáticas, las The Bobby soxers, famosas porque dejaban los asientos mojados por no ir al baño y perderse a su ídolo. No solo eso, además grababa su primer single Night and day, ganaba 25 mil dólares a la semana, regalaba a sus músicos encendedores de oro que valían cinco mil y destronaba a Bing Crosby como número 1. Ante el huracán Sinatra, Crosby solo atinó a decir: “cantantes así aparecen una vez en la vida. Lo que no entiendo es por qué tuvo que aparecer justo en la mía”. Frank ya era Sinatra el ídolo que convocaba multitudes, pero a partir de ese momento también lo bautizaron La Voz.

Buenos muchachos

Cuando en las calles de Hoboken, Sinatra aún no era La Voz conoció a Il padrone o los womini rispettati, los hombres respetados. Esos señores fueron maravillosamente descriptos por Gay Talese “son a un tiempo majestuosos y humildes, hombres amados por todos y muy generosos por naturaleza, hombres cuyas manos son besadas mientras caminan de pueblo en pueblo hombres que personalmente se afanarían por reparar una injusticia”. Junto a los womini rispettati convivían los Capo di tutti capi, los jefes de la mafia. Frank como todo italoamericano nacido en los suburbios conocía a los capos y los admiraba porque se hacían respetar en una sociedad que no los respetaba. Así que cuando Dorsey no aceptó que se fuera de su banda; Frank recurrió a la ayuda de Willie Moretti quien le prometió al director que si lo dejaba partir recibiría parte de sus ganancias. Para reforzar su pedido utilizó un argumento convincente: le puso una pistola en la garganta.

A Sinatra le gustaba leer, completar crucigramas y las mujeres bellas tanto como le fascinaba codearse con el poder y los poderosos por eso, cuando su amigo de infancia Joe Fischetti, le propuso conocer a Lucky Luciano, considerado padre del crimen organizado, Sinatra aceptó enseguida. “Para tener éxito hay que tener amigos; pero para mantener mucho éxito hay que tener muchos amigos” repetía entre el humo de los cigarrillos y hombres que solo vestían traje.

Frank Sinatra posa para un retrato para promocionar su programa de CBS Radio en agosto de 1943 en la ciudad de Nueva York (Photo by Donaldson Collection/Getty Images) /Getty Images)

Luciano también deseaba vincularse con La Voz, porque en ese momento su “paisano” era una de las personas más famosas del país y además un hombre al que otros hombres seguían, imitaban y hasta peleaban por estar a su lado. Así que cuando los principales jefes de la Cosa Nostra, la elite de los delincuentes del año 40, se reunieron en La Habana, Frank fue invitado porque nadie, absolutamente nadie podía resistirse a La Voz. Frank aceptó la invitación, un reportero sacó una foto suya en el aeropuerto junto con dos capos, la imagen se publicó y el FBI comenzó a investigarlo no tanto por lo que hacía sino por lo que trascendía en los diarios. Nunca le probaron cargos pero le abrieron un expediente que llegó a tener más de dos mil páginas.

“Malditos, el FBI les pasó información para escribir ese puto libro”, le gritó una noche la Voz pero desencajada a Mario Puzo cuando salía de un night club. Puzo era el autor de una novela, que luego se convertiría en la película El padrino. Una parte contaba la historia de un cantante que gracias a sus vínculos con un capo mafia se convertía en solista y hasta conseguía el protagónico en una película. A Frank lo enfurecía que lo relacionaran con la mafia. Porque él sabía y porque sabía se enojaba, que creer que su carrera y su éxito se debían a la mafia era ridículo. La mafia podía ser poderosa pero no tanto como para obligar a la gente a comprar sus discos o asistir a sus conciertos. Ok es cierto –concede- que cuando comenzó su carrera trabajaba en clubes cuyos dueños tenían contactos con la Cosa nostra, pero “hasta el mismo San Francisco hubiera actuado allí con tal de cantar”.

Lo cierto es que aunque en sus comienzos Frank pudo haber tenido una “ayudita” de amigos no muy presentables, sus cifras demuestran que fue un artista único. A lo largo de su vida vendería 500 millones de discos, interpretaría 1.400 canciones y sería distinguido con 31 discos de oro, 9 de platino, 3 de doble platino y 1 triple de platino. En la década del 90 grabó con artistas tan disímiles como Pavarotti, Kenny G, Julio Iglesias y Bono que lo hicieron conocido entre muchos jóvenes que seguramente habían sido concebidos mientras sus padres escuchaban Strangers in the night en el tocadiscos. Nada mal para un muchacho que cuando le dijo a su padre que deseaba ser cantante recibió como respuesta: “Vas a pasar años buscando esa oportunidad y al final lo único que vas a lograr es ser un vagabundo”.

#ELSIESTERO, Historias y anécdotas de las mejores Bandas del Mundo, Domingos de 17.00 hs. a 18.30 hs. 105.1FM www.fmsos.com.ar

 

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