Amor por el blues, perdición por las drogas y las mujeres: vida, obra y tragedia de Brian Jones, el fundador de los Rolling Stones
Se cumplen 81 años del nacimiento de quien juntó a la legendaria banda, con una biografía signada por la música, la genialidad y los excesos
“Él creó la banda. Fue su idea. Era tocar blues cuando el blues era algo inaudito en Inglaterra (…). Era muy raro que supieras la existencia de esa música. Él se enteró y quería formar una banda para tocar esto, que en ese momento no era comercial. Y luego pasó meses buscando músicos que supieran algo sobre el blues. Pero él dio el nombre de la banda, eligió a los músicos. Decidió el estilo de música que tocaríamos, cómo y dónde. Y se preocupó por conseguirnos conciertos”. Las palabras son de Bill Wyman, bajista de The Rolling Stones hasta 1993, para referirse a la existencia de Brian Jones, el responsable de haber iniciado este fuego sagrado que sigue hasta hoy.
Jones nació el 28 de febrero de 1942, exactamente hace 81 años. Y murió trágicamente el 3 de julio de 1969, a los 27 años, en circunstancias no del todo esclarecidas. En el medio, una vida, una obra y un legado, signados por la genialidad y también los excesos.
Lewis Brian Hopkin vio la luz en Cheltenham, ciudad del condado de Gloucestershire, Inglaterra. Fue criado en el seno de una familia de clase media alta, conformada por Lewis Blount Jones -un ingeniero aeronáutico fanático del jazz- y Louisa Beatrice Jones -profesora de piano-. De hecho, fue su mamá quien lo acercó a la música al darle sus primeras clases y animándolo a tocar la flauta y el clarinete.
De a poco, el joven Brian mostró facilidad para dominar instrumentos como la guitarra, la armónica, teclados, trompeta, bajo, cítara, marimba, banjo, clarinete, xilófono, flauta, acordeón, violoncelo y hasta el arpa. Era un prodigio musical que, además, disfrutaba mucho de cantar. Virtudes que años más tarde aportaría en el desarrollo de su banda.
Sin embargo, el niño genio comenzaba a darle espacio al adolescente rebelde. En la época de la escuela secundaria, comienzan a aparecer los actos de rebeldía: rateadas de las clases, primeras experiencias con las drogas e, incluso, un embarazo precoz. Cuenta la leyenda que a los 16 años, Brian dejó embarazada a una chica de 14 y que al nacer el bebé fue entregado en adopción. Por aquellos días, Jones también volcaba sus intereses hacia el blues y del jazz, fanatismo que lo llevó a ser parte de distintos grupos que animaban los circuitos locales.
Si bien Brian seguía firme en su espíritu de experimentar con todos los instrumentos posibles, por aquel entonces se volcó definitivamente a dominar la guitarra sin más herramientas que confiar en su intuición y su oído. No sin cierta obsesión, escuchaba una y otra vez el mismo simple hasta poder emular a la perfección la música que tenía ante sí. Y una vez adquirida la canción, le agregaba su propio toque. En esas maratónicas sesiones, descubrió que sus ídolos del blues se valían de un objeto para “estirar” su sonido: se trataba nada más y nada menos que del slide, un complemento que lo acompañaría en su carrera e, incluso, sedujo a quienes luego serían compañeros de banda.
Mick Jagger y Keith Richards eran compañeros de colegio y fanáticos del blues, que una noche de abril de 1962 entraron a un pub y quedaron hipnotizados por el guitarrista rubio con mirada de enfant terrible que se hacía llamar Elmo Lewis, que tocaba su música favorita con el oficio de los grandes maestros, en una afinación inusual y valiéndose del slide. Inmediatamente quisieron conocerlo, supieron que se llamaba Brian y ese encuentro casual sentaría las bases de lo que luego fueron los Rolling Stones.
La banda se completó con la fusión de dos incipientes bandas y con la incorporación de músicos que llegaron tras ver un aviso en una revista. El nombre fue casi calcado de la canción “Rollin’ Stone” del bluesman estadounidense Muddy Waters, por iniciativa de Jones. Y luego de algunas idas y venidas, la formación inicial quedó establecida con Brian, Mick, Keith, Charlie Watts, Bill Wyman y Ian Stewart en el piano.
Desde el comienzo, Brian se impuso sobre el resto de los Stones queriendo tomar las decisiones artísticas e, incluso, comerciales. Sin embargo, con el ingreso del manager Andrew Loog Oldham -quien se posicionó como el “descubridor” de la banda- su poder fue socavado. Así, muchas de las canciones que Brian compuso no llegaron a los álbumes del grupo porque el promotor prefería ensalzar a la dupla Jagger-Richards, tanto en lo creativo como en la imagen.
Con todo, Brian se las arregló para cristalizar su genio en los riffs y los arreglos de muchas de las canciones de la primera etapa del grupo. También supo agregar instrumentos poco habituales para una banda de rock de la época, como la mandolina, la marimba -ver “Under My Thumb”-, el sitar -chequear “Paint it Black”- el mellotron o el arpa. Otro de sus grandes aportes a la estética Stone fue el look desprolijo que escandalizaba a Inglaterra pero que tenía gran impacto sobre la juventud. Al mismo tiempo, se agudizó su relación con las drogas mientras que consideraba menores y “demasiado comerciales” las canciones que componían sus compañeros a instancias de Oldham.
Brian se aburría del rumbo que tomaba el grupo -decidió irse de viaje por Marruecos en lugar de formar parte de las sesiones de grabación del disco Beggars Banquet-, aunque se encendía cuando las cosas se ponían más arriesgadas y psicodélicas -como en el errático Their Satanic Majesties Request-. En tanto, su vida personal seguía siendo un tormento. Se enamoraba compulsivamente de mujeres a las que dejaba embarazadas: se cuentan alrededor de cinco hijos naturales (varios se llaman Julian), pero no se sabe si hay más por reconocer, ya que los padres de Brian nunca quisieron hacerse ningún tipo de análisis.
También era violento con sus novias. En ese sentido, su relación con la modelo Anita Pallenberg fue la más icónica y polémica. “Algunas noches podía escuchar los golpes y ver salir a Brian con un ojo morado. Brian era un golpeador de mujeres. Pero la única mujer en el mundo a la que no te convenía intentar pegarle era a Anita. Cada vez que se peleaban, Brian terminaba vendado y lleno de moretones”, contó Keith Richards en su autobiografía Vida.
“La relación de Brian con Anita había llegado a un callejón sin salida por culpa de los celos cuando ella se negó a renunciar a sus trabajos como actriz para dedicarse a estar en casa como una geisha, una fan, un puching-ball y cualquier otra cosa que se le fuera ocurriendo a Brian, incluida la participación en orgías, cosa a la que Anita siempre se negó rotundamente”, contó Richards, quien terminaría siendo pareja de la modelo tras el desastre en el que se había convertido Brian. “Yo no podía avanzar sobre la chica de mi amigo, ni siquiera con ese amigo convertido en un verdadero idiota”, dijo Keith.
“Brian invitó al hotel a dos putas muy tatuadas, las paseó por el pasillo y las metió en su habitación, mientras intentaba obligar a Anita a sumarse a la escena, humillándola adelante de esas dos. Empezó a tirarle la comida que estaba en las bandejas que había pedido que les subieran”, relató Keith para contar cuál fue el hecho que lo llevó a formalizar con Pallenberg. Lo que hizo que Brian terminara de enloquecer en un espiral de drogas y descontrol. Su estado físico y psicológico eran deplorables y se venía un nuevo disco de los Stones.
A mediados de 1969, la banda estaba trabajando en las canciones de Let It Bleed, pero Brian no estaba en condiciones de ser parte del proyecto. Incluso, fue despedido de la banda que él mismo fundó, después de reiterados faltazos a las grabaciones. Mick y Keith lo visitaron en la granja en la que vivía -se la compró al creador del tierno dibujo animado Winnie The Pooh- para avisarle que todo se había terminado.
“El viejo sonido de los Stones ya no es de mi gusto. Creo que está desactualizado. Quiero escribir mi propia música y tocar. Después de una discusión amistosa, llegamos a la conclusión de que la separación es la única solución”, dijo Brian en su última entrevista, con la revista alemana Bravo.
El 3 de julio de 1969, un mes después de haber sido despedido de los Stones, Brian Jones apareció ahogado en la pileta de su mansión conocida como Cotchford Farm. El informe oficial señalaba que su muerte se debió a un ahogamiento tras sufrir un ataque de asma -enfermedad que desarrolló desde su niñez- mientras nadaba. Esa noche, Jones estaba junto a su novia Anna Wholin, Frank Thorogood -un contratista encargado de las reformas en la casa- y Janet Lawson, amiga de Thorogood. Los testigos relataron que hacia la medianoche, el stone decidió nadar solo y, un rato más tarde, su novia lo encontró en el fondo de la pileta, muerto y sin signos de violencia en el cuerpo. Tenía 27 años.
Desde ese momento hasta hoy, se elucubraron distintas teorías en torno a la muerte de Jones, desde un ajuste de cuentas por drogas hasta una asesinato por encargo. Richards, incluso, dio pie a otra versión: “Conocí a Frank Thorogood, que en su lecho de muerte confesó que él había ahogado a Brian en la pileta. Por ahí lo empujó, pero su intención no era matarlo. Seguro terminó hartando a los obreros, quejoso hijo de puta. Más allá de que ellos hayan estado o no ahí, su vida había llegado a un punto en el que nada tenía sentido”, dejó asentado en su libro.
Al funeral de Jones asistieron sus compañeros de banda Charlie Watts y Bill Wyman, mientras que Mick Jagger, Keith Richards y Anita Pallenberg brillaron por su ausencia. El réquiem para Brian sonó dos días después de su muerte, cuando los Stones dieron un multitudinario show gratuito en el Hyde Park de Londres. En esa ocasión fue presentado Mick Taylor, su reemplazante.
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