Yoko Ono

Yoko Ono cumple 90: del escándalo por su relación con Lennon a ser la “diabólica culpable” de la separación de los Beatles

Cuando se conocieron los dos estaban casados. Ella era una joven de la aristocracia japonesa desheredada por su padre, que había estado internada en una clínica mental y deslumbraba en el arte de vanguardia. El enamoramiento fue fulminante. Luego llegó su vida junto a los Fab Four y la fama de “la japonesa maldita”. Esta es la historia de una mujer que pagó muy caro amar a Lennon

Por Daniel Cecchini (Infobae)

John Lennon y Yoko Ono. La artista japonesa pagó muy caro el amor por el beatle. Se conocieron cuando ambos estaban casados, y su marido escapó con la hija de ambos, a quien ella no pudo ver por 23 años (Susan Wood/Getty Images)

“El problema no es Yoko, el problema en todo caso es el grado de compromiso que queremos tener nosotros, o que ya no tenemos un papá que nos diga ‘estén en la sala de ensayo a las 9, y sin novias’. En 50 años esto va a ser increíblemente cómico, que se piense que nos separamos porque Yoko se sentó en un amplificador”, le dice Paul McCartney a Ringo Starr, los dos sentados en unas sillas incómodas del estudio montado en un hangar de Twickenham.

Hicieron falta más de cincuenta años para que se conociera ese diálogo, filmado en 1969 por el director Michael Lindsay-Hogg, descartado ese mismo año en la edición del documental “Leti t be” y rescatado en 2021 por otro director de cine, Peter Jackson, en su monumental “Get Back”, un documental de siete horas y media de duración que utilizó de manera más amplia y convincente para sacar a la luz la intimidad creativa y humana de The Beatles.

Lennon, Paul McCarteny y Yoko Ono. Hace poco se conoció una entrevista donde él confesaba que la artista nada había tenido que ver con la separación de The Beatles: “No fue ella. Era el contexto, todos habíamos crecido juntos y además teníamos unos problemas de negocios" (Michael Webb/Keystone/Getty Images)

La frase de Paul derriba de un solo golpe la versión más difundida –y en la que más gente creyó y aún cree– sobre la separación de la banda de Liverpool: que no siguieron juntos por culpa de Yoko Ono, la pareja de John Lennon.

Así nació Yoko la japonesa maldita, Yoko la intratable, Yoko la posesiva que casi no dejaba respirar a John y lo alejaba de los otros Beatles, Yoko la culpable de todos los males.

Esa imagen de Yoko parecía imposible de borrar, pese a que más de una vez McCartney la desmintió.

“No fue ella. Era el contexto, todos habíamos crecido juntos y además teníamos unos problemas de negocios. Llegó un mánager estadounidense que a mí no me gustaba y me opuse, lo resistí. Eso causó muchos problemas entre nosotros y al final yo tenía razón, ese hombre nos quería robar el dinero y las canciones. Las pudimos mantener, pero en ese momento esa cuestión de negocios fue la que nos separó”, declaró, por ejemplo, en febrero de 2012 en una entrevista después de un concierto en Bogotá.

Yoko Ono cumple hoy 90 años (REUTERS/Toru Hanai)

Las palabras irónicas de Paul sobre las versiones que por entonces corrían sobre Yoko y los Beatles no dejan dudas. Porque, aunque el documental de Jackson las sacó a la luz recién medio siglo después, fueron dichas en 1969, en el momento mismo en que los Fab Four estaban a punto de separarse.

Mientras tanto, Yoko tuvo que vivir con el estigma de una acusación que, además de falsa, puso en segundo plano el resto de los aspectos de su vida y sobre todo a su trayectoria artística, independiente de su relación con The Beatles y con Lennon.

Una vida y una trayectoria muy largas, porque Yoko Ono cumple hoy 90 años.

Oriente y Occidente

Yoko Ono nació el 18 de febrero de 1933, en el seno de una familia de la aristocracia japonesa. Su padre, Eisuke, venía de un antiguo linaje de guerreros Samurai, descendientes de un emperador del siglo IX. Su madre, Isoko, era parte del clan Yasuda, una de las familias más ricas del país. El bisabuelo de Yoko fue el fundador del prominente Banco Yasuda.

Pasó una parte de su infancia en la residencia palaciega que su familia tenía en Kamakura, donde su padre iba pocas veces debido a sus constantes viajes por el mundo y su madre se mostraba casi siempre distante.

De hecho, Yoko comenzó realmente a tener contacto frecuente con Eisuke recién a los dos años, cuando se mudó con su madre a San Francisco, Estados Unidos, donde el banco internacional para el que trabajaba lo había destinado.

Yoko Ono nació el 18 de febrero de 1933, en el seno de una familia de la aristocracia japonesa. Su padre, Eisuke, venía de un antiguo linaje de guerreros Samurai, descendientes de un emperador del siglo IX. Su madre, Isoko, era parte del clan Yasuda, una de las familias más ricas del país (Michael Ochs Archives/Getty Images)

Más tarde la familia se mudó a Long Island, donde Yoko fue a la escuela. De esa época siempre recordaría la sensación de desarraigo, de ser diferente. El ataque de los japoneses a Pearl Harbour empeoró aún más las cosas: todos los japoneses, incluso los niños, estaban bajo sospecha. El retorno a Japón no fue mejor, las costumbres norteamericanas que había adquirido y su vestimenta occidental hicieron que en Tokio la miraran como sapo de otro pozo.

Con el desarrollo de la guerra, las cosas fueron poniéndose peor en Japón. A Eisuke lo destinaron en Hanoi, mientras que Yoko y su madre se refugiaron en el campo para evitar los bombardeos.

Cuando terminó la guerra, tenía 12 años y una posición no violenta y pacifista que conservaría toda la vida.

Vanguardista y desheredada

La primera disciplina artística que abrazó fue la música. Tocaba el piano desde los cuatro años y durante la secundaria asistió también a una escuela de música. Quería ser compositora, pero su padre la desanimó: le dijo eso no era para mujeres, que si quería hacer música siguiera tocando el piano o aprendiera canto.

Empezó a estudiar filosofía en la Universidad Gakushuin, pero las reglas rígidas de la sociedad japonesa la asfixiaban. Contra la opinión de sus padres, volvió a los Estados Unidos, donde conoció al compositor John Cage al mismo tiempo que estudiaba Budismo Zen. Se instaló en Greenwich Village, donde comenzó a frecuentar los grupos de vanguardia y a vestirne a la usanza beatnik, con el pelo largo y suelto, ropa negra y la cara sin maquillaje.

Por entonces comenzó a pintar, mientras vivía en pareja con el compositor Toshi Ichiyanagi en un loft casi vacío, con un colchó en el piso y cajones de naranjas como muebles. Ahí organizaba reuniones e hizo sus primeros happenings, a los que asistían muchos artistas de vanguardia, entre ellos, Marcel Duchamp y Peggy Guggenheim.

Cuando tuvo que regresar a Japón su mundo se derrumbó. Nadie reconocía su arte y se sentía totalmente desvalorizada. Sufrió una fuerte depresión que determinó su internación en una clínica mental. Al salir conoció a Tony Cox, uno de los pocos admiradores de su obra (Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

Influenciada por el movimiento de vanguardia, abandonó la pintura tradicional. Para esa época sostenía que las palabras e incluso las ideas podían ser arte si se las aborda de manera espontánea y proponía que las audiencias debían terminar la obra en sus propias mentes, para transformarse en artista. Todas estas ideas la convertirán en una pionera no reconocida del arte conceptual.

Esa forma de vida horrorizaba a sus padres, que le exigieron que volviera a Japón y retomara “la vida de una mujer normal”. Cuando se negó, Eisuke la desheredó.

De todos modos, poco después debió volver porque a Toshi se le terminó la beca que le había permitido viajar a los Estados Unidos y ella no tenia medios de vida propios.

Yoko Ono con su marido Tony Cox, productor de cine y músico de Jazz y su hijita Kyoko Chan Cox (Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

El regreso a la tierra natal la golpeó como un cachetazo. Nadie reconocía su arte y se sentía totalmente desvalorizada. Sufrió una fuerte depresión que provocó la separación de Toshi y su internación en una clínica mental.

Al salir conoció a Tony Cox, uno de los pocos admiradores de su obra y poco después se casó. Tuvieron una hija, Kyoko, e hicieron un acuerdo: Cox cuidaría a la niña para que ella pudiera viajar y mostrar su arte.

En uno de esos viajes, durante una exposición en Londres, Yoko conoció a John Lennon.

Una exposición en Londres

A mediados de la década de los ‘60, los trabajos de Yoko Ono empezaron a ganar reconocimiento y espacio, sobre todo en Londres. Por esa época presentó dos obras en video que produjeron verdadero impacto.

La primera, “Cut Piece”, mostraba a Yoko sentada sobre sus piernas, vestida de negro, alentando al público a cortarle pedazos de la ropa con una tijera que dejó en el piso, delante de ella. La obra registraba todo el proceso, hasta que Yoko quedaba prácticamente desnuda.

"Cut Piece", la obra que Yoko presentó en Londres. Vestida de negro, alentaba al público a cortarle pedazos de la ropa con una tijera hasta que la artista quedaba prácticamente desnuda (Getty Images)

La segunda pieza, llamada “N°4″ o “Bottoms”, iba enfocando con la cámara las nalgas de 365 personas, de todos los géneros, colores y nacionalidades. El mensaje era que, mirados desde atrás, todos los seres humanos son iguales.

Le dieron espacio para hacer una muestra en la Galería Indica y el día de la inauguración, un amigo de Lennon, John Dunbar, lo invitó a verla. La historia cuenta que el Beatle recorrió la muestra y que no se sentía especialmente interesado hasta que se topó con una escalera con una instrucción de la artista que indicaba subirla para ver con una lupa colgada una obra llamada “Pintura de Techo”. Cuando se enfocaba la lupa se podía leer una sola palabra: “Sí”.

"Pintura de Techo", la obra de Yoko Ono que llamó la atención de John Lennon (Getty Images)

Lennon contaría después qué le pasó con esa obra: “Los que se hacían llamar avant-garde en esa época sólo tenían para decir cosas negativas. Eran anti-arte, anti-establishment, anti-anti… Y yo me subí a esa escalera, sintiéndome como un tonto que se podía caer en cualquier momento, y me encontré con un ‘Sí’. Me quedé por eso”, relató.

No solo se quedó por eso, sino también por Yoko, de la que se enamoró.

John y Yoko se enamoraron cuando ambos estaban casados. La pareja se convirtió en una escándalo y ella en la mala de la película (Susan Wood/Getty Images)

Los dos estaban casados. Ella con Cox y Lennon con Cynthia. No les importó, aunque Yoko pagó un precio muy alto por la relación: Cox, temeroso de que Yoko se llevara a Kyoko a vivir con ella en Londres, le cambió el nombre y la escondió.

Yoko no la vería durante 23 años.

La balada de John y Yoko

Al principio mantuvieron su relación en secreto, pero todo estalló cuando Cynthia volvió a su casa de unas vacaciones con su hijo Julian y encontró a Yoko instalada ahí, vestida un salto de cama que era de ella. En sus memorias, la ex mujer de Lennon cuenta que cuando John la vio entrar simplemente le dijo: “¡Ay, hola!”.

Cynthia y John cuando todo marchaba bien entre ellos, en unas vacaciones en Papeete, Tahiti. Cuando conoció a Yoko, Lennon la levó a su casa. Su esposa regresó de vacaciones y la encontró en su dormitorio envuelta en una bata  (Icon and Image/Getty Images)

La relación de John con Yoko se convirtió en noticia de alto impacto. Los medios criticaron al Beatle por haber engañado a Cynthia y convirtieron a Yoko en la mala de la película, un verdadero demonio. Extranjero, para colmo.

Lennon respondió con dos canciones en el Álbum Blanco. La primera de ellas denunciaba los ataques y respondía desde el título: Todos tienen algo que ocultar menos yo y mi mono. El mono, claro está, era Yoko, porque en los ataques había llegado a llamarla de ese modo.

La tapa del disco Two Virgins, de John y Yoko en 1968. Ambos decidieron estar completamente desnudos, el beatle se dejó sus anteojos puestos (Blank Archives/Getty Images)

La otra es La balada de John y Yoko, donde cuenta los avatares de su casamiento en Gibraltar. Allí canta, casi en un grito, refiriéndose a las reacciones que va a causar la boda: “Cristo, sabés que no es fácil / Sabés lo difícil que puede ser / Por la manera en que van las cosas / me van a crucificar”.

Corría marzo de 1969 y la separación de los Beatles, poco después, la marcaría como “la única y diabólica culpable”.

El amor y la muerte

Para escapar de los ataques de la prensa y de su impacto en el público inglés, John y Yoko se instalaron en Nueva York, pero antes, durante su luna de miel, primero en Ámsterdam y después en Montreal, realizaron sus dos famosas protestas contra la guerra de Vietnam desde la cama, unos verdaderos happenings ideados por Yoko.

Después de eso, quedaron en la mira del gobierno de los Estados Unidos. Por orden directa del presidente Richard Nixon, el FBI los puso bajo vigilancia en busca de una excusa que le permitiera expulsarlos del país. Recién en 1975, después del escándalo de Watergate, Lennon consiguió la residencia definitiva.

John Lennon y Yoko Ono, en la suite presidencial del Amsterdam Hilton Hotel. El Beatle declaró que "concebirían un bebé en Amsterdam", mientras señalaban que permanecerían en la cama durante siete días (Getty Images)

En Nueva York, trataron de alejarse de las miradas de público llevando una vida discreta en su departamento del edificio Dakota, frente a Central Park, donde a veces se podía verlos pasear con su pequeño hijo, Sean.

Durante casi cinco años se mantuvieron alejados del público. Lennon dedicaba casi todo su tiempo a la crianza de Sean, mientras Yoko administraba el legado comercial que le correspondía a John por The Beatles.

Recién en 1980 decidieron grabar juntos el disco Double Fantasy, que se transformó en un éxito que ninguno de los dos esperaba.

Todo terminó el 8 de diciembre de ese año, cuando el desequilibrado Mark Chapman esperó a Lennon en la entrada del edificio Dakota y lo mató de cinco tiros. Yoko, que estaba con John, fue testigo horrorizada e impotente del crimen.

Yoko sin John

Los años que siguieron, Yoko los vivió de duelo, aferrada a su hijo Sean. Su manera de elaborar la pérdida fue la grabación de su disco Season of Glass, con una foto de los lentes ensangrentados de John en la portada.

También por entonces, empezó a usar los anteojos redondos opacos que ya son parte inseparable de su imagen.

Los años que siguieron al asesinato de John Lennon, Yoko los vivió de duelo, aferrada a su hijo Sean (Paul Zimmerman/Getty Images)

Ese primer disco grabado en soledad fue también su retorno a la producción artística, tanto con música como en el terreno de las artes plásticas. Gran parte de su obra hasta hoy trata de temas como la libertad de pensamiento, la paz y la lucha contra el racismo, el sexismo y la homofobia.

A contramano del estigma que la persiguió gran parte de su vida, la relación de Yoko con los otros tres Beatles nunca fue mala y colaboró con ellos en proyectos importantes, como el álbum Anthology, donde se rescataron viejas grabaciones inéditas de The Beatles, y George, Paul y Ringo grabaron sus instrumentos y sus voces sobre una viejo registro en guitarra de John para hacer la canción Free as a bird.

Porque la verdadera historia del vínculo de Yoko Ono con los Beatles es muy diferente de la que fue acusada y debió cargar durante años. Esa que Paul sintetizó en aquella charla de 1969 con Ringo:

“En 50 años esto va a ser increíblemente cómico, que se piense que nos separamos porque Yoko se sentó en un amplificador”.

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