Los inoxidables Rolling Stones siguen de gira y arrasaron en Nueva Jersey
Fue la parada número siete de los 20 conciertos programados para esta gira que los por casi tres meses a través de los Estados Unidos y Canadá.
Por Diego Perri (TN – La Viola)
Los Rolling Stones volvieron a arrasar la ciudad de Nueva Jersey. Ya habían tocado el pasado jueves y este domingo repitieron en el magnífico Metlife Stadium ante unas 80.000 personas.
Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood tocaron algo más de dos horas en el marco del Hackney Diamonds Tour 2024. La banda recorrió canciones de todas sus etapas y tres del flamante disco que hicieron delirar a un público de varias generaciones.
Los Rolling Stones están de nuevo en la ruta. Bueno, en realidad es difícil encontrar años en que no hayan girado y este 2024 no es la excepción. Además, como detalle adicional y no menor, con nuevo álbum de estudio.
Los inoxidables Stones no detienen su marcha y así lo proclama Jagger desde el inicio a través del clásico “Start Me Up”. El primer estallido resuena desde la guitarra de Keith Richards, mientras Mick sale desafiante a demostrar que 80 años no es nada. Viste una elegante campera negra con ribetes dorados, Keith una camisa y vincha verde y Ron es el más colorido.
El ritmo beat de “Get Off Of My Cloud” invita a un vertiginoso viaje en el túnel del tiempo y lleva a la audiencia a la década del sesenta y el contundente riff de “Bitch” a los crudos años setenta.
La primera mitad del concierto cuenta con un repertorio renovado y las esperadas sorpresas.
Ronnie hace gala de sus virtudes en varios solos, se suma a los coros en “Angry”, una imagen que no se apreciaba desde hace varios años y en el wah wah para acompañar a Keith en una versión asesina de “Heartbreaker”, el tema elegido por el voto del público.
La página romántica viene de la mano de “Wild Horses”. Richards y Wood entretejen con sus cuerdas la matriz del clásico de Sticky Fingers y Keith aporta su maravillosa segunda voz en los estribillos.
Richards abandona por un momento su icónica Telecaster y toma una de sus Gibson de caja grande para volver a levantar temperatura con “Whole Wide World”, el más rockero de los nuevos. La banda redobla la apuesta con “Tumbling Dice”, hasta que brinda su misa de domingo con el conmovedor “You Can’t Always Get What You Want”.
A continuación, Jagger presenta a cada integrante. Darryl Jones en el bajo, Chuck Leavell en teclados y el baterista Steve Jordan, quien con su propio estilo machacante y a puro groove-, ocupa el lugar del irreemplazable Charlie Watts. Los coros están a cargo de Bernard Fowler y la debutante y arrasadora Chanel Haynes. La agrupación se completa con Matt Clifford en teclados y cuerno francés y los vientos de Tim Ries y Karl Denson.
Esta es la parada número siete de los 20 conciertos programados para esta gira que los llevará hasta el 21 de julio y por casi tres meses a través de los Estados Unidos y Canadá.
Durante el set de 19 canciones se pasean por clásicos sagrados como “Tumbling Dice”, “Sympathy For The Devil”, “Gimmer Shelter”, “You Can’t Always Get What You Want”, “Honky Tonk Women”, Paint It Black: y por tres de sus recientes perlas: el rockero y radial “Angry”, esa maravillosa página góspel titulada “Sweet Sounds Of Heaven” y el infaltable de Richards que tiene su noche de estreno, la sentida balada country “Tell Me Straight”. Los sonidos de guitarras fina y sabiamente ejecutadas le dan espacio a la voz rasposa del viejo pirata. En “Little T&A” es un lobo voraz aullando en lo profundo de la noche. Toda una postal para la eternidad.
El escenario es tan sencillo como efectivo: dos pasarelas en cada lado y una extensa central que termina en círculo. Una pantalla de alta definición en el centro unidas con otras dos a cada costado, todo ambientado con una puesta lumínica fantástica con cuatro parrillas de luces en la parte superior de la pantalla y un sistema de sonido inmaculado.
La segunda mitad está tradicionalmente representada por esa mencionada catarata infalible de grandes clásicos. La intro percusiva le da la bienvenida a “Sympathy For The Devil” al mismo tiempo que el escenario se tiñe por completo de rojo profundo.
Mientras Keith Richards se sienta al frente de la batería para los primeros acordes de “Gimme Shelter”, Chanel Haynes desata todo su poderío vocal respaldando a Mick Jagger en un duelo tan sugestivo como sensual.
Los naipes y las piernas torneadas que aparecen en la pantalla indican que es momento de “Honky Tonk Women”. Los fans agitan los brazos y revolean sus remeras al aire.
De inmediato el estadio se transforma en un burdel de mala muerte para el himno blusero que solo ellos pudieron crear: el ciclotímico e imprevisible “Midnight Rambler”. Cerca del final Keith ataca con dos dardos mortíferos: el inoxidable “Paint It Black” y el salvaje himno rockero “Jumping Jack Flash”.
Los fans aguardan el retorno. Cantan, saltan, comentan y esperan impacientes. Algunos saben que hay más. Y la vuelta es fantástica: “Sweet Sounds Of Heaven”, otro de los estrenos resulta movilizante, momento de alta adrenalina y emotividad. Y mientras caen las lágrimas se encargan de bajar el telón con “(I Can’t Get No) Satisfaction”, una piña al mentón de toda o en realidad de más de una generación que marcó la década del ‘60 y le abrió camino al mundo hasta el día de hoy. Tras 62 años de trayectoria, ellos están allí. Saludan agradecidos, sonríen y vuelven a regalar una felicidad que no tiene precio.
El público está integrado por adolescentes, por adultos y por otros que tienen ni más ni menos que la edad de los Stones. Y es claro, la tercera edad también rockea.
Keith está genial. Con sus luces y sombras, entrelaza las melodías junto con Ronnie y juntos logran una química imbatible. Plagados de talento y virtudes, tienen imperfecciones, pifies o desprolijidades que los hacen perfectos. Y no es secreto que se alimentan y retroalimentan de la desbordante vibra que emana de la multitud y que devuelven recargada.
Mick es todo entrega, gracia y elegancia. Su voz está intacta y su despliegue un enigma para la ciencia.
De los tesoros o mejor dicho de los diamantes nuevos, “Angry” es muy celebrada y sobre todo respaldada con Ronnie en los coros y muy bien compactada entre viejos éxitos como “Bitch” y “Heartbreaker”.
La corista de color Chanel Haynes y Mick arman su espectáculo aparte, sus actuaciones y sus duelos vocales son geniales, tanto en “Gimme Shelter” como en el flamante himno góspel denominado “Sweet Sounds Of Heaven”.
No hay vuelta que darle, aún con sus 80 años, son la mejor banda de rock and roll del universo. Como dijo Dylan, los primeros, los mejores y también los últimos.
Regalan un espectáculo que deja sin aliento, que emociona, que eriza la piel y los ojos llorosos, porque son la propia historia del rock and roll en su etapa final, pero que aún está viva, late, rueda y transita un nuevo y sensible capítulo.
Los Stones se despiden y reverencian a un público que queda extasiado de placer y que emprende la retirada con la convicción de haber presenciado un acto histórico, una nueva página escrita por esos dioses en su propia y venerada biblia Stoniana.
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