A 30 años de la renuncia de Bill Wyman a los Stones: miedo a volar, escándalo por abusos y récords sexuales
En enero de 1993, Bill Wyman renunció a Rolling Stones después de haber pasado 30 años con ellos. Las razones de la decisión. Los problemas internos y los resquemores con Jagger. El escándalo por su relación con Mandy Smith, a la que conoció cuando tenía 13 años. Su vida posterior
Por Matías Bauso (Infobae)
Nadie deja esta banda a menos que sea en un ataúd, dijo alguna vez Keith Richards. Bill Wyman, poco después, lo desmintió. En enero de 1993, treinta años atrás, el bajista renunció a los Rolling Stones.
Wyman siempre fue el que menos atención atrajo, el que pasó más desapercibido. Tal vez sea, de las bandas más importantes –de las gigantes, de las que son o fueron más grandes que la vida real- el miembro menos conocido, del que menos se ha hablado.
Antes de irse, había estado treinta años en los Stones. Su decisión sorprendió. Nadie se la esperaba. El negocio musical estaba cambiando y el grupo, con sus giras elefantiásicas, recaudaba más que nunca (“No te vayas ahora que por primera vez la plata grande nos llueve”, le dijo su amigo Charlie Watts) y habían firmado un contrato discográfico por casi 50 millones de dólares.
A principios de los noventa, había atravesado por un tsunami personal tras el divorcio de su segunda esposa y de que se conociera públicamente de que la había conocido cuando ella tenía 13 años. Había, también, desarrollado pánico a los aviones. No quería volar más y las giras globales de los Stones se trataban de vivir la mitad del tiempo sobre aviones. Su relación con Mick y Keith no era la mejor, se sentía subestimado como artista. Y, además, no veía nada nuevo en el horizonte de la banda: “No me voy a pasar otras dos décadas tocando los mismos temas que compusimos en los sesenta y a principios de los setenta”, profetizó con bastante precisión. “Esto no estaba pensado para durar tanto tiempo”, les explicó a sus compañeros.
De todas maneras, los demás miembros de la banda siguieron creyendo que se trataba de una decisión pasajera. Pensaban que Bill estaba abrumado y que un poco de tiempo de descanso bastaría para que extrañara lo suficiente y decidiera volver. Dos años después del anuncio, se juntó a cenar con Charlie Watts (con el que siempre había permanecido en contacto) y con Mick Jagger. En medio de la comida, cuando se dio cuenta de que Wyman sólo hablaba de la banda en pasado, Mick le preguntó: “¿Te pensás ir entonces?”. La carcajada de Bill rebotó contra los techos del restaurante y se clavó como un escupitajo en el pecho de Jagger: “Hace dos años me fui”.
El bajista ya había dado varios avisos de su posible deserción. Pero los demás preferían no escucharlo. “Bill no paraba de decirnos que aquella sería su última gira y que en cuanto llegara a casa dejaría la banda. Todos sabíamos que odiaba volar, pero ninguno de nosotros creía que su odio a los aviones sería más fuerte que sus ganas de seguir siendo un Stone”, contó Ron Wood en su autobiografía.
Tiempo después Wyman dijo: “Cuando dejé a los Stones, tomó algunos meses reconstruir la relación con ellos. Fue bastante estresante y no querían que me fuera, así que no se lo tomaron bien, se pusieron de mal humor. En lugar de ser amable y decir ‘Fueron 30 años muy buenos; salud, compañero’, Mick decía las cosas más absurdas y estúpidas, con esa actitud caprichosa que siempre tuvo”.
Bill Wyman se refería al comentario hiriente del cantante cuando se percató de que su viejo compañero no volvería: “No se preocupen –les dijo a los otros- en último caso toco el bajo yo: no puede ser tan difícil”.
En público, ante los periodistas, la declaración de Jagger era más civilizada pero tampoco rebosaba cariño: “Bill ha decidido que no quiere continuar por las razones que sean. No tengo idea cuáles son. Pregúntenle a él. Lo vamos a extrañar pero no va a ser un problema: conseguiremos a alguien bueno”
Richards era más realista. Sabía que en cualquier banda, y mucho más en los Stones, modificar la sección rítmica es un asunto delicado y que todo el andamiaje podía tambalear. Nadie se entendía como Watts y Wyman: era una química y una base irremplazable. El otro problema era que las giras se habían convertido en grandes monstruos: largas, con mucho personal y demasiados kilómetros y la buena convivencia entre los miembros era indispensable. Y ellos sabían que Bill no hacía problemas.
Nació en 1936 en el sur de Londres. Lo llamaron William John Perks. Fue uno de los seis hijos del matrimonio formado por un albañil y un ama de casa. Durante la Guerra la situación se puso difícil. A pesar de que le iba bien en el colegio, el padre lo sacó de él y lo puso a trabajar. Fue empleado en una fábrica de motores y también manejó apuestas. A los 10 años comenzó a tomar clases de piano. Los adultos se maravillaron de la facilidad con los instrumentos. Al poco tiempo tocaba, además del piano, la guitarra, el bajo y varios de percusión. Aunque la calle seguía siendo su territorio preferido.
A los 23 años se casó con Diane Cory, una empleada bancaria de 18 años. Tuvieron un hijo llamado Stephen. En esa época ya estaba establecido como bajista tocaba con varios grupos de la ciudad.
Odiaba su apellido. En 1964 se lo cambió oficialmente. El trámite le salió caro. 25 libras esterlinas de ese tiempo. Eligió llamarse Wyman, inspirado en su mejor amigo en el ejército Lee Whyman, que era gracioso, tenía éxito con las mujeres y era un gran jugador de fútbol. Tal vez, creyó que el nuevo apellido haría cambiar su suerte. Y, por lo que siguió, no se equivocó. Muchos años después declararía: “Esa decisión, ese trámite, cambió mi vida. Empecé a sentir confianza en mí, estaba orgulloso de ese nombre”:
Pero lo que en verdad cambió la vida de Bill fue haber ingresado en diciembre de 1962 a una banda de Rythm & Blues integrada por unos chicos más jóvenes que él: los Rolling Stones. Él tenía 26 años, 6 más que ellos. Y un bajo y un amplificador Vox que los deslumbró: era un equipo muy sofisticado para la banda que recién se estaba formando. Además había hecho una modificación en su instrumento y lo había convertido en fretless (es decir, sin trastes); eso le daba un sonido único. Bill Wyman fue el gran precursor del fretless con el que deslumbrarían, tiempo después, Jaco Pastorius o Pedro Aznar entre otros.
La diferencia de edad, en los primeros tiempos, pareció que podía ser un obstáculo pero todo se asentó cuando descubrieron su serenidad y, en especial, cuando ingresó el nuevo baterista, Charlie Watts y conformaron una dupla inexpugnable.
El éxito les llegó rápido. Los Rolling Stones se convirtieron en una sensación (aunque nadie pensaba aún que podían durar tanto tiempo: la vida útil de las bandas era corta). Su matrimonio con Diane era infeliz. Y Wyman aprovechó la vida de rutas, shows y fama de los Stones para estar con todas las chicas que pudo. En silencio, con perfil bajo (comparado con Brian Jones, Jagger y Richards) persiguió récords sexuales. En algún momento, en el transcurso de alguna gira de los años sesenta, hizo un recuento de las mujeres con que había estado cada uno de los Stones en ese lapso: él lideraba con 246 mujeres, lo seguía Brian con 128, después Mick con 30, Keith estaba penúltimo con 6 y Charlie Watts cerraba ese ranking extraño con cero conquistas: el baterista le era fiel a su esposa.
Se justificaba explicando que una vez que uno se acostumbraba, las giras funcionaban como El Día de la Marmota: cada día era exactamente igual al anterior, aburridos, sin sorpresas. Viaje, hotel, ensayo, show, aeropuerto y el loop que volvía a empezar con el ruido de fondo de las chicas aullando en la puerta del hotel, por los pasillos, contra la ventanilla de los autos. Solía decir que esa era su adicción: el sexo. “Todos teníamos alguna y la mía era la menos peligrosa de todas. Al menos no podés morir de sobredosis. Cuando el cuerpo dice basta, se terminó. Aunque sea por esa noche”.
Nunca demostró demasiado afecto público por Keith y por Mick. Su gran amigo fue su socio en el escenario, Charlie Watts. También se llevaba muy bien con Brian Jones. Salían juntos. Y, tal vez para menospreciar el trabajo de los otros dos, solía decir que Brian había sido el que había convertido a los Rolling Stones en una gran banda; que sin Jones, Richards y Jagger hubieran terminado tocando en alguna banda local. Parece una respuesta directa a la subvaloración que los dos siempre hicieron durante décadas de su aporte al grupo. Casi no le dejaban incorporar temas de su autoría –solo dos en treinta años- ni le permitieron mayor protagonismo.
“Nunca tuve grandes charlas con los otros miembros sobre temas personales. Sólo con Charlie. En los Stones nada se habla demasiado en profundidad. Salvo, claro, que sea un asunto de negocios”, dijo con cierto sarcasmo.
Se volvió a casar en 1989. Su esposa fue Mandy Smith. Ella tenía 19 años y él 53. No se trató del deslumbramiento de una noche y de un casamiento veloz. Él la había conocido cuando ella tenía 13 años y eran pareja desde hacía al menos 5 años. Es decir desde que ella tenía 14. El romance recién se conoció, llegó a la tapa de los diarios, cuando Mandy cumplió los 16 años, la edad mínima de consentimiento sexual para la ley británica. Bill dijo que era verdadero amor. Pero más allá de los chismes y de algún título encendido casi nadie habló de violación y de abuso, y él continuó con su vida. Tuvieron un hijo y se divorciaron dos años después de la boda. Cuando le preguntan por esa relación, Wyman farfulla y no da respuestas demasiado coherentes. Tampoco muestra arrepentimiento. Las últimas veces que se refirió al tema fue hace varios años. Todavía no había surgido el MeToo y muchos pensaban que una relación de ese tipo era parte de la vida de un rockero: la gran Jerry Lee Lewis. Lo que es seguro es que no fue motivo de cancelación ni de juzgamiento (la primera –y muy tardía- reacción de rechazo ocurrió en festival de cine documental de Sheffield en 2019: las protestas de un grupo de activistas hicieron suspender la exhibición de un documental y la entrevista pública que le iban a realizar al bajista). En 2006 en una entrevista con el diario inglés The Guardian, Wyman declaró: “Fue un completo desastre. No sé cómo pude pensar que iba a funcionar. Ella, en el medio, en 1985, 1986, se enfermó, se puso verdaderamente flaca. Casi se muere”. Y posiblemente ni siquiera en ese momento, Wyman supiera el verdadero significado de lo que está diciendo. Pareciera que disociara la anorexia de la chica de 15 años con la relación con él, un hombre de más de 50. “Fue un error que cometí. Todos nos equivocamos. Seguí mi corazón”, declaraba sobre la relación.
Para que todo se pusiera más raro todavía, Stephen, el hijo de Bill, se puso de novio con la madre de Mandy, convirtiéndose simultáneamente en padrastro e hijastro de la adolescente.
La tercera esposa de Wyman fue la definitiva, con la que sigue casado hasta hoy. El mismo año que dejó a los Stones se casó con Suzanne Accosta, una antigua novia de los setenta, y tuvo tres hijas.
En 1981, Bill Wyman editó (Si Si) Je Suis a Rock Star, un tema débil, algo bobalicón pero pegadizo, que llegó al top 20 en varios países. Sus compañeros de banda se mofaron cada vez que pudieron de la canción y él les respondía que había sido el primero de todos ellos en tener un tema solista tan alto en las listas.
En 1997 volvió a la música y formó su propia banda de Rythm & Blues. Bill Wyman´s Rythm Kings junto a un seleccionado de veteranos músicos ingleses. Durante más de 15 años tocó regularmente con los Rythm Kings y sacó varios discos.
A Wyman le gusta el fútbol. Es hincha del Crystal Palace. En 1990 alegó enfermedad y se bajó de algunas fechas de la gira. En realidad, necesitaba tiempo para estar en Wembley porque su equipo jugaba, por primera vez en la historia, la final de la FA Cup contra el Manchester United. El primer partido terminó empato 3-3 y tuvieron que jugar un desempate días después que ganó el equipo de Sir Alex Ferguson, dejando desconsolado a Wyman.
Pero el fútbol no es su único hobby. Es un gran memorialista y archivista. Lleva un diario personal desde su adolescencia. Allí tiene registrados todos sus días como Rolling Stone (utilizó varios fragmentos en sus libros de memorias). Además juntó material y memorabilia de la banda durante décadas y es el mayor coleccionista de objetos Stones en el mundo. Hace un par de años vendió en una subasta un millar de ellos.
También es arqueólogo amateur. La afición la adquirió a fines de los sesenta cuando compró un castillo con varios siglos de antigüedad y en sus jardines fue encontrando monedas de oro antiguas. Con el tiempo diseñó y desarrolló un detector de metales que terminó patentando.
Cuando en 2012, los Rolling Stones celebraron sus 50 años, lo invitaron a tocar en esos shows londinenses en el 02 Arena. Pero le dieron muy poco espacio (lo mismo sucedió con Mick Taylor del que también es muy amigo). Sólo dos temas -It´s Only Rock and Roll y Honky Tonk Woman-, un aplauso de compromiso y siguieron con Darryl Jones, el bajista contratado para ocupar su lugar desde que él renunciara. A Bill la actitud lo desilusionó. Creyó que tendría más lugar.
Bill Wyman, el Rolling Stone callado, el bajista invencible, se recuperó de un cáncer de próstata y en octubre pasado, cumplió 86 años. Hace un tiempo que está alejado de los escenarios.
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