Semana Garcia

SEMANA GARCÍA
LA EMBLEMÁTICA TAPA DE CLIC MODERNOS Y UN DISCAZO DE AQUELLOS
Casi 38 años después, y gracias a una necrológica publicada en un diario estadounidense, se terminó de armar el rompecabezas que explica la historia de uno de los artes de tapa más reconocidos del rock argentino: el de Clics modernos, de Charly García.
Para la portada de su segundo disco solista, Charly García había viajado a Nueva York junto al fotógrafo Uberto Sagramoso. El plan original era escribir en una pared de Manhattan la leyenda «Nuevos trapos», pero fue la combinación de una silueta negra pintada en la pared junto a la frase «Modern clix» la que los llevó a cambiar de idea… e incluso de nombre del álbum.
«Al disco yo lo iba a llamar Nuevos trapos, pero en una calle había una figura como la que pintaban acá de los desaparecidos, pero en negro, y decía ‘Modern clix’, y me pareció un muy buen nombre. En realidad era un grupo de ahí. La nave despegó», afirmó Charly en una entrevista citada para en Infobae.
Despuntando el «vicio» de leer la sección de obituarios de The New York Times, el periodista argentino Martín Pérez descubrió algo más: un graffitero canadiense que acababa de morir, llamado Richard Hambleton, pintó durante la primera mitad de los años 80 en las calles de Nueva York siluetas de color negro en tamaño real, con cabezas que parecían estallar, a las que denominaba Shadowman («hombre sombra»).
Pérez se contactó con Kristine Woodward, una galerista de Manhattan que trabajó con Hambleton, y le envió la tapa del álbum. “Absolutamente», respondió enseguida, confirmando que se trataba de una figura dibujada por el graffitero, y agregó: «Es una figura de Shadowman, realizada entre 1981 y 1982».
“Pinté la ciudad de negro”, le había dicho Hambleton -que falleció a los 65 años sin saber que su figura estaba en la tapa del disco de Charly García- a la revista People en 1984. «Podrían representar el peligro de las sombras de un cuerpo humano después de un Holocausto nuclear, o incluso mi propia sombra».
Fue la «evolución» de Shadowman con sombrero de cowboy la que llevó al artista al mundo de las galerías. Pese a su adicción a la heroína, pintó paredes de Venecia y el Muro de Berlín, y desde hacía varios años estaba retirado de la escena pública.
Lo mejor de los 80 Nueva York es la vida de la noche. En el verano de 1980 era imposible perderse de las sombras de Richard (…) A veces estaban donde menos te lo esperabas”, cuentan en Shadowman, un documental sin estrenar sobre Hambleton, dirigido por Oren Jacoby.
¿Por qué recién sale a la luz la historia detrás del arte de tapa de Clics modernos si Shadowman había conseguido cierto prestigio y fama a nivel internacional? Incomunicaciones de un mundo hoy globalizado, pero que hace tres décadas era bien distinto. Y un logro de un periodista argentino que, a partir de la lectura del Times, hilvanó toda la historia.
Independientemente de la tapa Clics modernos es un álbum con varias capas para el análisis –punto caramelo de la extraordinaria trilogía solista que culmina en Piano bar–, que parte de un rotundo gesto político. Política a lo Charly, atravesada por sutilezas y paradojas. El mismo que años atrás se ubicaba paternalmente sobre “las nueva olas” ahora decía “yo no soy mejor que vos, vos no sos mejor que yo” y hablaba de amigos de barrio, de gays, de chicos que se encuentran en los bares para bailar tango y fumar. Esa semblanza de la cotidianidad de la libertad arrancada a los militares sería un límite en su obra, el umbral que dio paso a una megalomanía que terminó en una quinta de Luján. A partir de Clics… ya nunca Charly estaría al nivel del resto de los mortales, nunca más se bancaría su defecto.
“¿Por qué tenemos que ir tan lejos para estar acá?”, escribió en su loft, y enlazó en un artilugio notable la historia de los exiliados con su propia experiencia neoyorquina, rodeado de lujosos músicos de sesión y de máquinas nuevas para, desde la distancia –o gracias a ella–, tener la claridad para marcar territorio y concebir su disco más extrañamente contemporáneo y tanguero. Cuando parte del rock argentino funcionaba como un eco tardío de las tendencias de la última década (el reggae, el ska, el punk, la new wave), Charly lograba su propia modernidad, global y personal al mismo tiempo.
Escribiendo cada una de las líneas instrumentales, no es del todo cierto que Charly descubrió aquí las programaciones y las cajas de ritmo: él fue la máquina de ritmo. Por esos días Spinetta decía, amargamente: “Todo bien con mis canciones, pero los chicos bailan con Charly”.
El resto es conocido: grandes canciones, que no fueron comprendidas en tiempo por culpa de la rémora hippie que arrastraba público y crítica. La dictadura omnipresente en por lo menos “Nos siguen pegando abajo” y “Los dinosaurios”; la humorada de “Dos Cero Uno (Transas)” en sintonía con los desatinos de izquierda (¡Alfonsín vendido a la Coca Cola, Charly a Fiorucci!); la claustrofobia de “No me dejan salir”, espejada en The Wall de Pink Floyd; la melodía de “Ojos de video tape”, casi un homenaje a Seru Giran… Clics modernos envejeció bien dentro de un género que envejeció mal. ¿Será porque Charly entendió en ese verano neoyorquino como un monje zen la perfección de su propio verso “cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada”?
Mientras hoy el hámster corre sobre la rueda en su laberinto retro, las canciones de Clics… se oyen aún elegantes, provocadoras, frescas. Sí: aunque cambiemos de color las trincheras y de lugar las banderas, cada escucha es como la primera vez. Prueben.===>#ELSIESTERO Historias, anécdotas de las mejores Bandas del Mundo Domingos de 17 a 18.30 hs. 105.1FM www.fmsos.com.ar
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