Cumple 50 años uno de los mejores discos de todos los tiempos: The Dark Side Of The Moon, de Pink Floyd
Sorprendió con el sonido cuadrafónico. Pasó del vinilo al cassette, al CD, al streaming y seguirá siendo imbatible por otro medio siglo.
Por Esteban Goldszier (TN La Viola)
“The Dark Side Of The Moon”, el octavo disco de estudio de la carrera de Pink Floyd, celebra su 50 aniversario. Un álbum que ha sonado a lo largo del tiempo en todo tipo de formatos, en todo el mundo y que no ha perdido nada de actualidad ni calidad. Uno de los discos más icónicos, influyentes y emblemáticos de la historia.
Grabado en los legendarios estudios Abbey Road de Londres, entre mayo de 1972 y enero de 1973, se lanzó el 1 de marzo de 1973 en los Estados Unidos y el 24 del mismo mes en el Reino Unido, tierra natal de la banda. Uno de los discos más vendidos de la historia y catalogado como uno de los mejores de todos los tiempos.
Si bien solo permaneció una semana en el primer puesto de las listas en Estados Unidos, fue tal el éxito de “The Dark Side of The Moon” (TDSOTM) que mantuvo un nivel de ventas constante, hasta tener el record Guiness por permanecer más de 900 semanas en el ranking Billboard 200. En el Reino Unido estuvo en la cima de discos más vendidos durante 30 años. Sus ventas se estiman en alrededor de 50 millones de copias, convirtiéndose -por lejos- en el trabajo más exitoso de Pink Floyd. TDSOFM no solo se destacó por su tremendo éxito comercial; el álbum definió la carrera del cuarteto para siempre y marcó un cambio de época en la música británica. Ha sido versionado por muchísimas bandas homenaje a través del tiempo y ha sido remasterizado y reeditado en dos ocasiones.
Bandas como Radiohead y The Flaming Lips han sido claramente influenciadas por el álbum, prueba de que su música perduró a través del tiempo.
Un auténtico clásico de clásicos, que está en el selecto grupo de grandes discos de la música de todas las épocas que fueron una bisagra por la experimentación y por abrir nuevos caminos como “The White Album” de Los Beatles, “Pet Sounds” de Beach Boys, “The Joshua Tree” de U2, “A Kind of Blue” de Miles Davis o “Thriller” de Michael Jackson.
Pink Floyd celebra el 50 aniversario de “The Dark Side Of The Moon” con una entrega especial que se lanzará mundialmente el 24 de marzo, en coincidencia con la fecha de lanzamiento en el Reino Unido.
Brilla tú, diamante loco
El comienzo de todo tuvo un protagonista: Syd Barrett. A fines del año 1965, Roger Keith Barrett, un destacado y creativo estudiante de Bellas Artes de Cambridge, hijo de una familia de clase media alta e influenciado por movimientos artísticos como el surrealismo, la ciencia ficción y la literatura fantástica, fundó junto a Roger Waters, -un amigo de la infancia que estudiaba arquitectura en Londres-, The Pink Floyd Sound, para luego ser, simplemente, Pink Floyd, combinando los nombres de dos viejos músicos de blues: Pink Anderson y Floyd Council. El grupo se completó con otros dos estudiantes de arquitectura: Rick Wright y Nick Mason.
Fue Barrett quién impuso el sello y su impronta, innovando con puestas en escena teatrales, escenográficas y la puesta de luces como un protagonista más. Con un carisma incomparable y una conexión con el público en los shows en vivo que era sorprendente, su magnética personalidad era el sostén de todo. Syd era además el cantante, guitarrista y compositor de la mayoría de las canciones.
El primer disco de Pink Floyd apareció justo en el momento en que la escena del underground de Londres, la ciudad más efervescente de los ´60, estaba en pleno apogeo. Empujado por su excéntrica musa y su fascinación por la experimentación con las drogas y en especial con el LSD, Barrett modeló el estilo de Floyd en una mezcla de invención melódica y psicodelia, capturada de manera extraordinaria en el álbum debut del grupo, que fue recibido con muy buenas críticas: “The Piper at the Gates of Dawn”, de 1967, que consumió -literalmente- a Barrett de manera definitiva.
Al mismo tiempo que la popularidad de la banda crecía, el deterioro de Syd también iba en aumento. Después de lal lanzamiento de aquel LP, su inestabilidad, agudizada por el exceso de ácidos y barbitúricos, se volvió incontrolable y quedó inmerso en una profunda oscuridad y un trastorno mental del que no volvió jamás, a pesar de haber editado dos discos solistas sin mucha repercusión.
A fines de 1967, fue convocado David Gilmour para que cubriera el espacio y los baches que estaba dejando el carismático Barrett, que en un recital llegó a quedarse petrificado frente al escenario sin tocar ni cantar ni una palabra. A esa altura, Syd se había convertido en un problema sin solución. Camino a un show, decidieron no pasarlo a buscar provocando, de hecho, su salida. A principios de 1968, estaba tomada la decisión de dejarlo afuera de la banda y lo comunicaron a la prensa. La permanencia de Syd Barrett, aunque había sido el fundador, fue de apenas tres años. David Gilmour, así, consolidó su lugar como guitarrista y cantante. Roger Waters declaró: “El grupo no hubiera existido sin Syd, pero tampoco podría haber continuado con él”.
En alguna oportunidad, en medio de una grabación, se apareció en el estudio sin aviso, ninguno de los músicos lo reconoció, preguntaban quién era ese extraño que estaba molestando: era Syd, irreconocible, excedido de peso, casi sin pelo y de aspecto muy avejentado. Cuando se fue, todos se quebraron por ver en directo el deterioro de su ídolo, un diamante que se apagaba demasiado rápido.
Mucho se ha escrito acerca de los vínculos entre la locura y la creatividad. Para algunos genios, la realidad es algo insoportable y necesitan vivir en su propio universo para tolerar este mundo en el que nos toca vivir. Como cantaba Charly García, “los que no pueden más, se van”. Las referencias a la locura en la obra de Pink Floyd son muchas y el recuerdo y el dolor por Syd Barrett están presente en canciones que hoy son himnos y fueron dedicadas a él, como “Wish you were here” (Deseo que estuvieras aquí) y “Shine on you crazy diamond” (Brilla tú diamante loco).
Syd Barrett murió recluido en la más absoluta de las soledades, en Cambridge, en 1996, a los 60 años, como consecuencia de una diabetes crónica y de un cáncer de páncreas, con su cerebro destrozado por las drogas y un diagnóstico nunca declarado de esquizofrenia, una enfermedad mental que afectó a casi toda su familia, pero su aura y su sombra atravesarán toda la obra de Pink Floyd.
El arte y diseño de la portada de The Dark Side Of The Monn
Si por algo es recordado y reconocido “The Dark Side Of The Moon” -aun para quienes nunca escucharon a Pink Floyd- es por la inconfundible tapa del disco: un prisma que descompone un rayo de luz en un espectro de colores sobre un fondo negro. El diseño estuvo a cargo de Storm Thorgerson, -amigo de la infancia de Waters y Gilmour- del estudio de arte Hipgnosis y dibujado por su socio, George Hardie, estudio que también haría otras grandes portadas de discos de Genesis, Paul McCartney, Frank Zappa, Led Zeppelin y otros grandes grupos de rock.
Todos coincidieron en que el prisma era lo ideal a la hora de definir al disco: un concepto simple, audaz, pero con una carga simbólica muy potente. La banda insistió en que no quería ver su nombre en la portada y también rechazó la idea de un montaje fotográfico, algo que era inusual y al mismo tiempo, bastante jugado para la época.
El prisma que refracta los seis colores ha sido reproducido millones de veces a lo largo de los años en todo tipo de merchandising: tazas, remeras, posters, etc. Thorgerson sigue pensando que su mejor trabajo fue con Pink Floyd. La idea que el rayo de luz continuara en el interior, siga en la contratapa donde el arco iris vuelve a pasar por un prisma invertido y reaparece convertido en el rayo de luz original, se la atribuyen a Roger Waters, lo que sugiere un efecto continuo, junto a la marca que representan los latidos del corazón. Y aunque muchos quieran adjudicarle algún “significado místico”, lo real es que no hay nada detrás del diseño.
Con el tiempo, el triángulo y el rayo de luz descompuesto en colores, pasaron a representar mucho más que la tapa de un gran disco, incluso más que la música en sí, es el sinónimo de Pink Floyd, y es esa imagen psicodélica la que convirtió en universal.
Un antes y un después de The Dark Side Of The Moon
Pink Floyd sin Syd Barrett parecía imposible. Los críticos dudaban de las posibilidades de éxito, todos esperaban ver adónde se dirigían. Lo que vino después fue una propuesta bien diferente. Casi sin rastros de la psicodelia sesentista, pasaron a integrar la nueva época de la música inglesa de los años ´70: el rock progresivo, pero con un sonido más pop, que los hizo triunfar en las grandes audiencias y así, poder entrar a sonar en las radios. Para los oyentes desprevenidos, las canciones de Pink Floyd resultaban mucho más amables que las extensas y cripticas de Yes, Jethro Tull, King Crimson o Van Der Graaf, otras bandas británicas de la época.
La historia de Pink Floyd puede dividirse entre un antes y después de TDSOFM, que abandona para siempre el underground para entrar al olimpo del rock. Fue el paso definitivo para dejar atrás e intentar exorcizar para siempre a Syd Barrett, aunque su figura siempre será un fantasma omnipresente. Un álbum sin cortes, que no fue pensado como un disco “conceptual”, sino una obra sobre los miedos de la sociedad, como la soledad, la muerte, la vejez, el egoísmo y la locura, donde cada canción está en una secuencia perfecta, que crean un efecto de continuidad, que permite entrar en cada una de las imágenes y los matices, que ahora adquieren mucha más importancia.
Las dos caras de la luna
Los fans de Floyd conocieron TDSOFM un año antes de su lanzamiento. Se presentó en vivo en febrero de 1972 en el primero de cuatro conciertos en el Rainbow Theatre de Londres, con la prensa invitada, que publicó de manera unánime lo novedoso y emocionante que les había resultado el show. Tal vez, se trate de un disco tan importante porque se presentó en vivo varios meses antes de entrar en el estudio, lo que permitió que fueran ajustando, retocando y perfeccionando cada pieza, como un rompecabezas perfecto. David Gilmour decía: “Cuando entramos en el estudio, todos conocíamos el material”. Pink Floyd demostró que podía conquistar a las masas con música sofisticada y de calidad y que era posible meterse en nuevos territorios sin perder sus orígenes. En plena vorágine de giras y presentaciones dedican los dos primeros meses de 1973 a completar la grabación definitiva del disco que casi se llama Eclipse. Un año antes de su aparición, había sido lanzado otro LP con el nombre de Dark Side Of The Moon, de la banda Medicine Head. Pero como había pasado sin pena ni gloria, decidieron dejar el titulo original.
Luego de siete discos, TDSODM fue el primero en el que todas las letras estuvieron a cargo de Roger Waters, que le dió un giro al arte de crear atmósferas, además de la evolución en la manera de crear música y letras en general y en el que David Gilmour adquirió un papel propio dentro de la banda proporcionando un sonido más atractivo al mensaje de Waters, quién se descubre a sí mismo, se suelta como escritor y el resultado son canciones casi impensadas en trabajos anteriores.
Waters siempre lo defendió como un disco propio, dónde -según él- los demás fueron apenas músicos de sesión. Ha hecho giras mundiales tocando en vivo “su” disco y hace pocas semanas, provocativamente y aprovechando el 50 aniversario, y también buscando prensa, ha regrabado a sus 79 años THDSOFM, que saldrá en mayo, e insistiendo, cincuenta años después, que el disco le pertenece. En una entrevista reciente con el diario británico The Telegraph, el bajista dijo: “Yo escribí The Dark Side Of the Moon. Vamos a deshacernos de toda esta mierda del ‘nosotros’. Por supuesto que éramos una banda, éramos cuatro, todos contribuimos, pero es mi proyecto y yo lo escribí. Así que… ¡basta!”. El eterno dilema de poder diferenciar la persona del artista. Roger Waters es uno de esos casos. Un músico enorme, lleno de talento, cantante, bajista, letrista de los mejores discos y canciones de la historia del rock, sin discusiones. Pero, debido a su elegido alto perfil, es un defensor de las peores causas, encarnando las contradicciones de las que siempre se acusó a cierto “progresismo” de cartón. Vivir como millonario, pero militante de causas oscuras y pretender ser la policía moral de occidente.
En un intento por enlazar aún más las canciones, a Roger Waters se le ocurrió la idea de ir, grabador en mano, haciendo preguntas a todo el personal de Abbey Road; cualquiera que estuviera dando vueltas en el estudio. Que iban desde lo más banal, como su color y comida favorita, a lo más profundo, la locura y la muerte. Paul McCartney –que estaba grabando en Abbey Road– fue uno de los entrevistados, pero todos consideraron que sus respuestas no daban para usar: “Era la única persona que creía que era necesario presentarse. Lo que era inútil, claro está”, le dijo Waters al biógrafo de Pink Floyd, John Harris. “Era muy curioso que hiciera eso. Estaba tratando de ser gracioso y eso era precisamente lo que no queríamos”. Luego incluyeron algunos fragmentos de esas entrevistas en la mezcla final. Entre esas grabaciones, hizo una con el portero de los estudios, Gerry O’Driscoll y otra con Paticia Watts, esposa de uno de los manager de las giras de la banda resultaron las más frescas y espontáneas y hablan de la valentía para enfrentarse a ese momento que a todos nos llegará algún día, voces que van a aparecer varias veces.
El mérito del extraordinario sonido de TDSOFM, es en gran parte, de Alan Parsons, un joven ingeniero de sonido, que ganó el Grammy a mejor ingeniería de sonido de 1973, uno de los pocos que obtuvo la banda. Parsons empezó a trabajar después de participar con Los Beatles, en el disco Abbey Road: “Creo que otros grupos de las décadas de 1960 y 1970 aprovecharon lo que los Beatles habían logrado, y muchos de ellos dirían: si los Beatles pueden hacerlo, nosotros también podemos hacerlo’. Y creo que Pink Floyd fue una de esas bandas que hizo eso”. Su aporte más original fue la increíble reproducción de la inmensa cantidad de efectos sonoros, como los latidos, los pasos, los aviones, las explosiones, las repeticiones rítmicas de relojes, las risas, las frases y cajas registradoras, así como su integración perfecta con la música. En 1975, Alan Parsons abandona Pink Floyd, en parte por no haberse sentido reconocido, y arma su nuevo proyecto -muy exitoso- y lanza sus propios discos con la formación The Alan Parsons Project, que vino varias veces a Argentina y tiene todavía alta rotación en las radios de clásicos en la FM.
La pelea entre Roger Waters y David Gilmour es una de las más largas que tiene la historia de la música. En 1983, después de grabar “The Final Cut”, aunque anunciada en 1985, Waters, deja el grupo, convencido que era imposible que pudiesen continuar sin él. La historia terminó en los tribunales. La furia de Waters hacía imposible ningún acuerdo. La disputa judicial terminó dándole los derechos del popular álbum “The Wall”, -que es la historia de su propia vida y el trauma por la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial-, y la figura del cerdo volador de la tapa disco Animals y el uso de “la marca” Pink Floyd al resto de la banda, que fue mucho más exitosa que la carrera solista de Roger. En 2005, a veinticuatro años de su último recital juntos, volvieron a brillar en un breve, pero muy emotivo show en el concierto Live 8, en Londres.
The Dark Side Of The Moon cumple sus primeros 50 años. Un disco que fue pasando de generación en generación y que siempre conmueve. Que cada vez que se lo escucha le descubre cosas nuevas. Que se convirtió en un álbum de culto. Que tuvo su momento como música “para colgarse”. Que fue uno de las producciones que más influenció a toda la música por décadas. Qué rompió récords de permanencia. Que fue grabado con una calidad que es superlativa. Que sorprendió con el sonido cuadrafónico. Que corrió riesgos. Que pasó del vinilo al cassette, al CD, al streaming y seguirá siendo imbatible por otros 50 años.
Pink Floyd en Argentina
Durante años, corrió un rumor, una leyenda urbana: Pink Floyd iba a venir a la Argentina a tocar en el Valle de la Luna, en San Juan, show que, por supuesto, jamás sucedió. Las únicas oportunidades que hubo en Argentina de ver a Pink Floyd en vivo, fueron las visitas que hicieron por separado David Gilmour y Roger Waters. Las presentaciones de Pink Floyd en vivo han sido muy famosas a lo largo de la historia, por su espectacular puesta en escena, su estilo teatral y por ser experiencias inolvidables. Los shows en formato solista no defraudaron.
La primera visita de Roger Waters fue en 2002, con un show en Vélez, en el marco del tour In the Flesh. Cinco años más tarde, volvió para tocar entero The Dark Side Of The Moon con dos fechas en River. La más convocante, con sus nueve shows consecutivos en River en 2012, como parte de la gira mundial fue The Wall live y marcó el record de estadios en Argentina para una banda o solista, que quebró recién diez años más tarde, Coldplay. Finalmente, en 2018, su última visita, en el marco de la gira Us + Them, con dos shows en el Estadio Único de La Plata.
David Gilmour tocó en Argentina en 2015 y brindó un épico concierto de casi tres horas, ante unas 60.000 personas, en el Hipódromo de San Isidro.
Colaboración y agradecimiento: Elio Rodríguez Marquina.
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