CLASE DE HISTORIA
Los Knack (la primera banda argentina de rock prohibida por una dictadura militar)
Se formaron en los ’60, su versión de Submarino amarillo vendió en nuestro país más que la de The Beatles, pero un decreto de Onganía los dejó fuera de circulación
La banda se formó a mediados de los ’60, y sobrevivió en su primera etapa hasta 1970. En 2011 decidieron retomar el camino.
Hubo un Charly antes de Charly en nuestra música. A mediados de los ’60, influenciados por Los Beatles, algunos alumnos del Colegio Pueyrredón armaron Los Knacks y empezaron a cantar temas en inglés. Charly Castellani en guitarra y voz, Oscar “Robbie” Paz en la batería, Armando “Armi” Aschenazi, voz y guitarra, “Chito” Bulotta, teclados y “Mossy” Mykytow en el bajo.
Se trató de una de las primeras bandas en grabar con una compañía multinacional. El álbum, sin embargo, nunca fue lanzado en nuestro país porque un decreto de Onganía prohibió la circulación de la música en ese idioma. Los Knacks: la historia de otro eslabón perdido de la cultura popular.
Las presiones de la discográfica EMI para que tradujeran las canciones al castellano no surtieron efecto. Los Knacks (pongámosle caprichosos, soberbios, pendejos…) no querían saber nada con lo que luego se llamaría rock nacional. Para ellos esa música se cantaba en inglés o no se cantaba. Después del golpe de estado de Onganía, la banda quedó a contracorriente de los procesos de elaboración de la época y se separaron. Habían grabado un disco que nunca salió a la venta. Y eso pasó bajo el mismo gobierno donde el rock en castellano sentó, sobre piedras movedizas, con Los Gatos, las bases de una industria: su versión de La Balsa empezaba a funcionar como punto (ciego) de partida..
Los Knacks se reían de cómo sonaba Muchacha Ojos de Papel. Les parecía graciosa la acentuación rara en frases como «te robare un color». El idioma se había transformado en una cuestión de principios. Se negaron, dice Charly, cosa que no hizo Vox Dei, que en sus comienzos cantaba en inglés. Así que Los Knacks dejaron de existir a principios de 1970.
Onganía prohibió las funciones del ballet El mandarín maravilloso, de Béla Bartók, La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky. El estreno en el Colón de la ópera Bomarzo, de Alberto Ginastera y Manuel Mujica Lainez. Censuró Blow Up, censuró espectáculos en el Instituto Di Tella.
Prohibió Tía Vicenta porque lo dibujaron como una morsa. Censuró O Bla Di O Bla Da (y no precisamente por ser la peor canción de Los Beatles). Censuró historietas, semanarios. La versión más ingenua de los hechos, la que para la iglesia del rock es la oficial, con Los Gatos estuvo todo bien sólo porque no se llamaron The Cats.
En 1982, contexto de Malvinas, ocurrió algo parecido. Durante la Guerra, los interventores de las radios dieron la orden de no pasar música extranjera y esa dificultad por conseguir horas de temas en castellano pulsó la botonera de una industria que decidió poner en primer plano a los próceres (León Gieco, Charly García, Spinetta, Porchetto), con cuerda suficiente como para armar una red de contención alternativa, es decir, nuevas bandas nuevas. Si en los ‘60 de Onganía había plata para sentar las bases del movimiento, en los ‘80, gracias al fruto Malvinas, el rock nacional se encontraba atravesando una etapa en franco desarrollo.
Sin hacer ruido, sin que los medios necesitaran saber, Los Knacks decidieron arder antes apagarse lentamente. Se dirá que fue la primera expresión local de la llamada «contracultura». Se dirá también que ellos son el primer grupo prohibido de la Argentina.
Punto y aparte. Así podría resumirse la breve historia de Los Knakcs, maravillosamente reflejada en el documental Los Knacks, déjame en el pasado, de los hermanos y directores Mariano y Gabriel Nesci. Lo de ellos es un épica pocas veces reflejadas por el cine criollo. Estamos hablando de larguísimos ocho años de realización que ahora, hoy, nos conducen directo a Chary Castellani. El primer Charly.
Sentado en el bar de un hotel céntrico, el líder de una banda que no acepta caudillos se parece al empleado de comercio que fue hasta mediados de año. Un hombre tímido, Charly. No puede creer que lo hayamos reconocido a una cuadra. El dueño de todas las nostalgias del tango, dirá: “Todo valió la pena”.
Todo: armar un grupo influenciado por Los Beatles, cantar en inglés, ser contratados por EMI, romper el acuerdo. La censura, el disco que quedó inédito en nuestro país. Separarse, el reencuentro posterior, las grabaciones piratas que se pueden conseguir hasta en una disquería de Bruselas. Volver a juntarse, todo.
Aunque no lo sepamos, Los Knacks originales están de nuevo entre nosotros desde 2011. No todos. Hubo un par de deserciones involuntarias. Cuarenta años después de la censura se volvieron a reunir sin que casi nadie lo advirtiera (por suerte están los hermanos Nesci).
Cuando Charly dice “todo valió la pena”, habla incluso de Vitico, bajista ex Riff.
En 2016, la banda logró volver a la tele después de lo que había sido su última presentación, en Sábados Circulares. Los Knacks rondaban los 65 años, y Vitico, jurado de Rock del País -programa conducido por Bebe Contepomi- les pegó un cachetazo de realidad llamándolos viejos decrépitos, agonizantes, ruinosos, descartables, etc. Lo dicho salió al aire con sujeto y predicado. Firmado: Vitico, otro viejo de 71 años.
Habían debutado en el patio de su colegio secundario. En los ‘60 tuvieron fechas aquí y allá y un hit, Carta al amigo perdido, que no paró de rotar en las radios. En Mar del Plata conocieron hasta la «knackmania» y sólo ellos pueden exhibir una medalla incomparable: grabar una versión de Submarino Amarillo antes de que Los Beatles la publicaran en nuestro país. La maniobra de mercado –el dato figura en un chart de la revista Billboard- sirvió para que en la Argentina Los Knacks vendieran más simples que los mismísimos Fab Four.
-¿Qué quiere decir Knacks?
-Los que tienen algo que hay que tener; en francés sería charme.
-La película es una maravilla, Charly…
-Sí, pero estoy confundido. Todavía hay gente que cree que es una ficción y lo que se ve allí no es más que la verdad y nada más que la verdad. Todo cierto y ha sobrado tanto material que podría hacerse otro documental… Lo de Vitico (sonríe amargamente), ufff, no me hagás hablar. En el momento del aire, cuando nos descalifica, yo le respondo pero el programa se ocupó de editar mis palabras. Las sacó de cuajo. Yo soy medio calentón y no me gustó que dijera que el rock era para jóvenes. Te digo qué le dije si me prometés no publicarlo.
La película de los hermanos Nesci los sigue durante ocho años. Prácticamente cubre el regreso de la banda luego de que los Electrisixties, en 2010, les rindieran un show tributo en el Centro Cultural Recoleta. Es cierto: de a ratos el documental se parece el reality que nunca jamás se le ocurrió a nadie.
-¿Cuándo se separaron definitivamente?
-¿Qué separación? Los Knacks siguen tocando. Nadie ni nada nos desalienta. Yo estoy con un problema serio de la vista, perdí casi totalmente la visión de un ojo y me curé de un cáncer. Mejor morir de pie y gritando que arrodillado y llorando. Así somos los Knacks.
-¿Qué edad tenés?
-Voy a cumplir 71 años el 25 de diciembre. Cuarenta y dos años después, nos reunimos. La banda arrancó en el ‘64 en el Colegio Pueyrredón y se separó oficialmente tres años y medio después. Fuimos conocidos por temas como Carta del amigo perdido, un boom que en esa época se escuchaba hasta en los baños. Lo del Centro Cultural Recoleta nos abrió los ojos. Impresionante. La gente nos pedía autógrafos en los vinilos, en los afiches, nos sacamos mil fotos… Pensamos que era una joda. Nos mirábamos sin poder creerlo. A la semana nos reunimos en una confitería del Once.
-¿En La Perla?
-No, no, jajajá, nosotros éramos más del Moderno o de La Paz. Nunca nos dimos mucho con el ambiente, pero conocí a Tanguito, y un día en La Cueva reemplacé a Claudio Gabis, de Manal. Claudio no llegaba y me dijeron: “Vení vos que sos bajito y tocás la guitarra”
-Se juntaron en un bar de Once y…
-Y decidimos alquilar una sala de ensayo. Volver. El tema es que yo había vendido la guitarra y no teníamos instrumentos. Chito fue con un órgano de juguete al primer ensayo. Yo, con una criolla. Empezamos a cantar y las voces estaban intactas.
-Ustedes firmaron contrato con EMI…
-Sí, seguramente fuimos de las primeras bandas argentinas en tener contrato con una multinacional. Ahí aparece Carta al amigo perdido.
-Post Malvinas, el rock cobra un impulso vital a raíz de la prohibición de difundir música en inglés. ¿En el ‘66, tras el golpe de Onganía, ocurrió algo parecido?
-Yo creo que sí. Había grupos que cantaban en inglés como Los In, Conexión Nro 5. Por esos años, Vox Dei se pasó del inglés al castellano. En el documental se ve a su cantante, ¿cómo se llama…? (NdeR: Willy Quiroga) diciendo que nosotros no entendíamos bien cómo venía la mano. Pero bué, puede ser. Puede que nuestra verdadera esencia haya sido la de cantar sólo en inglés.
-¿Hubo una ordenanza, un decreto de Onganía?
-Un decreto que está documentado en la película. Por decreto blá blá los artistas argentinos no pueden cantar en idioma extranjero. Hasta influyó en Los Shakers, que eran uruguayos y me parecían realmente monumentales. Nosotros, en esos años, mezclábamos Beatles y Kinks. No teníamos estilo propio. Creábamos bajo influencia. Así surge la posibilidad de grabar una versión de Submarino Amarillo, antes de que se conociera la verdadera.
-Eso fue una locura. ¿En qué consistió la estrategia?
-Idea de nuestra primera compañía grabadora, Philips. EMI aparece después y nos contrata para que nosotros hagamos nuestros propios temas. Philips salió con todo a vender nuestra versión antes de que se conociera el disco de Los Beatles. No te olvides que en esa época los lanzamientos llegaban seis o siete meses más tarde a la Argentina. Grabamos nuestra rudimentaria versión con mi papá tocando un caño que había en su camioneta. Oscar (baterista) sacó unas tulipas de una lámpara de su casa y así fuimos haciendo los sonidos extraños. Mi voz era muy aguda en ese entonces. Tenía 17 años. Fue muy loco, Billboard publicó que nuestra aproximación al tema vendió más que la de los propios Beatles.
-La gente debía preguntarse qué hacían ellos cantando un hit de Los Knacks…
-(Serio como un juez de la Corte) No. Eso nunca lo escuché. Y no lo repitas porque me daría mucha vergüenza.
mundo.
-Cuando firman con EMI aparece una plata importante.
-Nada. Creo que era el 1 % de los derechos, sin adelanto alguno. No teníamos ninguna conciencia. Cobramos regalías y derechos de autor, pero ganábamos más plata con los shows.
-¿Pasás por SADAIC?
-No. La última vez tenía 24 pesos para cobrar.
-Cuando deciden volver, en 2011, el documental los muestra con ciertos niveles de melancolía, digamos, delirante. Uno de ustedes incluso sugiere hacer un River…
-Culpa mía. Después de la juntada en el Recoleta pensé que nos esperaba, mínimo, un Gran Rex. Fue una desilusión grande. Hicimos mucho esfuerzo. No llegamos. Armando (voz y guitarra) trabajó un montón para alcanzar las dos funciones en el Teatro Empire… Al principio, cuando éramos jovencitos, nos divertíamos. Gozamos un montón la “Knackmania”. Nos corrían por la calle como si fuéramos Los Beatles. El regreso, no. Arrancamos con entusiasmo, comprando equipos, guitarras, escribiendo canciones nuevas, todo, pero empezamos a pelearla más que a disfrutarla.
-Ya sabés que hay cosas que probablemente no vayan a ocurrir.
-Estamos grandes, sí. La verdad, no entendemos de dónde sale nuestra resistencia, toda esta energía. Aprendimos a sobrevivir al bajón. Así vienen siendo todos estos años, pero seguimos tocando y creo que sonamos mucho más contundentes que antes. ===>#ELSIESTERO, Historias y anécdotas de las mejores Bandas del Mundo, Domingos de 17.00 hs. a 18.30 hs. 105.1FM www.fmsos.com.ar