Los Abuelos De La Nada

“Himno de mi corazón”, la canción que los Abuelos de la Nada le regalaron al amanecer de la democracia

Compuesta por Cachorro López y Miguel Abuelo, la canción es inoxidable y emociona como la primera vez. La historia del grupo que hizo bailar y emocionar en la década del ‘80

Por Bobby Flores (Infobae)

Los Abuelos de la Nada en el cenit de su popularidad (Wikipedia)

Pasa muchas veces, con personajes y eventos diversos. Nunca se sabe donde termina la historia cierta y comienza la mitología. Aunque también uno pudo cruzarse con los Abuelos de la Nada, y con ellos te dabas cuenta que hay personas que van con la certeza y la mitología al mismo tiempo.

Fueron liderados por un ser mitológico para toda la algarabía rocker de los 80´s, Miguel Abuelo.

Iniciador del rock argentino, a los 20 años armó su propia banda, Los Abuelos de la Nada, que se llama así por el libro de Leopoldo Marechal “El banquete de Severo Arcángelo”, donde a alguno lo consideran un abuelo de la nada. Apenas eso, una palabra en algún perdido párrafo escrito sobre un papel firmado por un grande como Marechal, puede disparar algo que 60 años después es todavía iniciático para algo. Un gran nombre sin duda. Tanto, que a ese muchachito veinteañero le quedó para siempre el “Abuelo” como segundo nombre.

Llegó a grabar un disco con Claudio Gabis de Manal en la guitarra como invitado, “Diana divaga”. En su banda también hacieron sus primeros palotes Pomo Lorenzo y Pappo, que se quedó con el puesto de guitarrista finalmente.

Obviamente no había suficiente espacio para dos personalidades de semejante tamaño, así que una tarde Pappo y Abuelo se pelearon. Miguel se fue, ofendido. Quedó el Carpo al frente de la banda, que intentó tocar blues pero fracasó en el intento, y adiós Abuelos de la Nada primera generación.

Como en un relato victoriano, encontramos a Miguel Abuelo diez años después.

Ya no es Buenos Aires en el plano general.

Ahora está en Ibiza.

Ibiza en los 70´s, todavía bucólica, lejos de convertirse en la capital occidental del descontrol organizado, paraíso de la marcha y las drogas experimentales. Pero inevitablemente la isla iba ya camino a esto.

Allí Abuelo, que de París se había mudado a la madre patria, trataba de revalorizar su carrera como músico.

Mientras tanto, en Buenos Aires, la leyenda también hacía lo suyo.

Se decía que había grabado un disco de rock duro con un trío en Europa. Historia incomprobable hasta hace unos años, que alguno recuperó el master vaya a saber donde. El disco se editó en argentina como 30 años después y si lo escuchás te das cuenta que Abuelo se anticipó a destiempo. Una especie de heavy metal, liderado por su voz, en un album inigualable pero híbrido. Nos hizo pensar a varios que el hard rock y el heavy metal acá no lo inventó Pappo como se acostumbra pensar. Y que tampoco esa unión en los primeros Abuelos de Miguel y Pappo era algo traído de los pelos. Pero son solo suposiciones.

Estamos con Abuelo en Ibiza, donde arriban dos chicos bastante hippies desde Argentina, escapando de la palidez generalizada. Cachorro López y Miguel Zavaleta deciden tomarse el piro hacia Europa, de alguna manera casi obvia llegan a las playas locas, y cruzarse con Miguel fue solo cuestión de días.

Fue así como entre humo de colores y brisas mediterráneas, a Miguel y Cachorro les nace la idea de formar una banda algún día.

La tapa del primer disco de Los Abuelos de la Nada, editado en 1982: Daniel Melingo, Andrés Calamaro, Polo Corbella, Cachorro López, Miguel Abuelo y Gustavo Bazterrica

La escena se va en fade, allí se ve a Miguel Abuelo con su hijito nacido en Inglaterra, aparecen por el fondo Kubero Diaz, otro mítico, guitarrista de La Cofradía de la Flor solar acompañado de Miguel Cantilo, mientras Cachorro hace las valijas para la vuelta, y Zavaleta sigue yendo y viniendo.

Se pasaron los 70´s a los pedos y a cubierto. Como en el cine, la pantalla se hace negra. Y ahora estamos en Buenos Aires, circa 1981. La leyenda de Miguel Abuelo había crecido, pero ahora está de vuelta en la ciudad que lo vió nacer. Con Cachorro comienzan a desandar el camino hacia la construcción de una banda.

Aparecen en orden de llegada Daniel Melingo con su saxo, venía de Brasil donde había llegado a tocar con Milton Nascimento. Buscando un tecladista Miguel quería a Juan Del Barrio su viejo amigo, pero éste estaba nada menos que en Spinetta Jade, de manera que encaran a Alejandro Lerner que prefirió privilegiar su carrera solista, no obstante les recomienda a un amigo, buen tecladista muy bien equipado que estaba en Raíces de Beto Satragni. Hace su aparición por un costado humildemente Andrés Calamaro. El guitarrista fue el vasco Gustavo Bazterrica, recién desligado de la Maquina de Hacer Pájaros de Charly García que también se hacía solista.

Les faltaba un baterista, hacen correr la voz por el downtown porteño. Se entera Miguel Zavaleta quien les acerca a Polo Corbella, que había sido su baterista en Bubu, intento “zavaletiano” de rock sinfónico de corta duración.

Respondiendo a una tímida sugerencia del novato Calamaro, deciden bautizar al quinteto “Los Abuelos de la Nada”, como refundando el mito.

El comienzo es engañoso.

Parecía una banda destinada al fracaso, si contamos los kilos de fruta que recibieron en algunos festivales de “Rock” donde los iluminados prejuiciosos de siempre los abucheaba por divertidos y talentosos, dos cualidades que pocos rockers autóctonos eran capaces de juntar.

Con el rock se combatía el sistema, el establishment. Se suponía contracultural aunque eran incapaces de darse cuenta que estaban ya siendo parte importante de la armonía universal. El rock, mundialmente, ya era un color importante en el mapa del orden establecido. Ahora la lucha, si querían, había que darla desde adentro. Quiero decir, y sobre todo en este lejano rincón tan pintoresco del mapamundi, ya no alcanzaba con cantar consignas, había llegado la hora de bailar frente a la brigada antidisturbios.

A fuerza de grandes canciones originales, Los Abuelos de la Nada fueron la garganta de los chicos con raros peinados nuevos que veían que los dictadores acá no durarían para siempre.

Solo fue cuestión de tiempo y llegó un disco debut brillante con Charly de productor.

Ya sus shows eran de una tremenda convocatoria, poseedores de un carisma único, se convertían en escena en una ametralladora rítmica, apoyados sobre todo en el bajo todoterreno de Cachorro, la habilidad de Andrés con sus teclados, la mano derecha ultraveloz de Bazterrica, el buen gusto que aportaba desde un costado Melingo. A veces se sumaba Gringui Herrera. Mas Corbella y obviamente Miguel Abuelo en la vanguardia.

El segundo disco “Vasos y Besos” los consagró, subidos a la trascendencia de canciones como “No Se Desesperen”, “Asi es el Calor”, “Mil Horas”, “Cucarachón de Tribunal” o “Chalaman” fue rápidamente propagado a mansalva en las radios, y por fin, en las discotecas.

En el cenit de su existencia, sale el tercer disco, el primero de ellos en democracia “Himno de mi Corazón”.

Cachorro López y su bajo con los Abuelos en la década del '80

Y allí está la canción que les dió vuelta la cabeza a toda la tribu. Un prodigio compositivo, una melodía casi heroica creada por Cachorro López, sumado a la adecuada lírica de Abuelo hacen de “Himno de mi Corazón” la referencia obligada cuando se habla de la brillantez del rock argentino de esos años. Una genialidad que escuchándola hoy podés tener el compendio de todo lo que estaba bien en esos albores de épocas que pueden descifrarse desde sus músicas.

Estamos en 1984, siempre se cuenta como el inicio democrático del país el año 1983, pero fue desde diciembre del 83 la vuelta a la vida aquí. En realidad el espíritu de libertad se nos forma en 1984. No sería casual entonces que junto a ese disco de los Abuelos aparezcan Relax de Virus, Piano Bar de Garcia, los debuts de Los Twist, Fito Paéz con el brillante Del 63, Soda Stereo, Viuda e Hijas, GIT y mismo Andrés Calamaro sobre el final de año saca Hotel Calamaro su comienzo como solista.

Todos debutantes, nuevos, creatividad cierta.

Como no iban a ser cortas las noches para las chicas con semejante cartelera todos los fines de semana.

Mas allá de todas estas circunstancias, si me dan a elegir una canción que me celebre esos días de cicatrización llena de futuro, cuando todo cambio era bienvenido y se bebía noche tras noche el sabor de la victoria popular, mientras bailábamos en las calles, esa canción será sin dudarlo “Himno de mi Corazón”.

”Sobre la palma de mi lengua

Vive el himno de mi corazón

Siento la alianza mas perfecta

Que en justicia me une a vos.

La vida es un libro útil

Para aquel que pueda comprender.

Tengo confianza en la balanza

Que inclina mi padecer.

Nadie quiere dormirse aquí

Algo puedo hacer

Tras haber cruzado la mar

Te seduciré

Por felicidad yo canto…

Oh oh oh

Nada hay que nada prohíba

Ya te veo andar en libertad.

Que no se rasgue como seda

El clima de tu corazón.

Nadie quiere dormirse aquí

Algo debo hacer.

Tras haber cruzado la mar

Te seduciré

Por felicidad yo canto

Oh oh oh.”

El triunfo de Los Abuelos en el rubro popularidad, fue también el triunfo de una filosofía nueva en todo el arco musical de este país. Ahora divertirse era no solo una posibilidad, era una necesidad. El rock estaba para eso. Ya soplarían otros vientos.

Cachorro es un hombre importante para todos los que lo cruzamos alguna vez. Un músico genial, brillante productor, asesino de prejuicios, dotado de un olfato ultrasensible para tomar el camino mas conveniente aun con algún artista algo bodoque. Cachorro haría sonar bien a Bobby Flores cantando. Lo que es demasiado decir.

El mismo me cuenta de la canción: ”Himno de mi Corazón la compuse en 1983, justo después de ese despegue grande que tuvimos Los Abuelos después del segundo disco, “Vasos y Besos”. Además nos íbamos a ir a grabar a Ibiza, en un súper estudio. Ibiza fue la cuna del proyecto de esta banda, junto con Miguel habíamos soñado esto allá. De verdad estábamos muy entusiasmados. La melodía del coro me saltó un día en la cabeza, me puse a jugar con la guitarra buscando los acordes haciendo un tarareo básico con las otras partes del tema. Para armar la canción entera con la forma que tuvo usé un portaestudio, que era un grabador de 4 canales con un casette, bastante rústico. Con respecto a la percusión que tiene el tema, que es donde se basa todo, la hice un sonido de Roland 808, que era una batería icónica de la época. Como yo no tenía esa batería fui con un casette a la casa de Charly García. Programé el ritmo ahí y me lo llevé de vuelta a casa para seguir trabajando. En la primer versión, la que hice en mi casa, pasó que justo había caído un amigo hippón mío a visitarme, con una cítara. Entonces la melodía de los coros los hacía una cítara. Ciertamente adoraría tener esa grabación ahora, pero no se dónde está. Finalmente, el toque mágico fue de Miguel, que le puso una letra increíble, respetando cada sílaba de la melodía de la tarareada que había recibido y escribió esa maravilla de letra que terminó de elevar tan alto la canción…”

Los Abuelos de la Nada en el backstage de un concierto veraniego

Cachorro López es un tipo de ser humano especial, al que siempre que cruzo algo me agrega. Derribador de mitos y prejuicios, lúcido y cálido. Una de las páginas más importantes de la música latina. Como músico fue parte de la banda de Charly García, Los Abuelos de la Nada y fue además bajista y productor de la excursión por USA de Zas con Miguel Mateos y Ulises Butrón, formando parte del ¿mejor? Zas.

Como productor debuta con Desnudita es Mejor, de Divina Gloria antes de convertirse en una Chica Olmedo, recordado por los que estuvieron ahí y nadie mas. De ahí estuvo consoleando con Christian Castro, Enanitos Verdes, Los Pericos, Laura Miller, los Caifanes, Valeria Gastaldi, El Cuarteto de Nos, Claudio Taddei, Vicentico, Enrique Iglesias, Andrés Calamaro y cien más.

Quitando los méritos propios de estos artistas, todos sonaron bien. Si Cachorro López está ahí, suenan bien.

Cachorro López, uno de los productores musicales más prestigiosos de la Argentina y co-autor de canciones como Himno de mi corazón

Dos ligeras conversaciones alquimistas cambiaron mi vida profesionalmente, casuales, casi ni buscadas. Una fue con Moreno Veloso en una vereda de Leblón, cuando en su entusiasmo al hablar de músicas yo casi me había perdido de su hilo de conversación. Intentando retomar el tema, lo paro y le pregunto lo siguiente

-Disculpame Moreno, pero a vos… ¿qué música te gusta?

Y Moreno, mirándome como si le hubiera preguntado qué pensaba Cristo antes de dormirse, me responde:

-¿Cómo que músicas me gustan? La música me gusta…

La otra fue con Cachorro sorprendiéndome con una producción suya, cuando me dijo, “Bobby, con una buena producción hasta vos sonás bien en un disco”. Los Abuelos de la Nada han sido grandes, de sus integrantes, algunos han tomado carreras brillantes, otros no tanto. Abuelo y Polo Corbella ya no están.

Lo que si, siempre harán bailar con elegancia a cualquier copado con sus eternas canciones. Y un agradecimiento personal a Cachorro, con quien tratamos de superar este retraimiento que nos quedó después de la pandemia.

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