Keith Richards cumple 80: las historias más increíbles y desaforadas del más salvaje guitarrista del rock
El músico encaja perfecto en la frase sexo, drogas y Rock and Roll. Sus historias más salvajes y divertidas de una vida llena de excesos y talento. Su relación con Mick Jagger. Y el día que tocó sin permiso la guitarra de Chuck Berry
Por Matías Bauso (Infobae)
Siempre se habla del Club de los 27, el de los rockeros que murieron a esa edad, prematuramente, debido a los excesos. Hendrix, Janis Joplin, Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse. Hubo una época que ser estrella de rock significaba un riesgo de vida importante, era una profesión sin atisbo de longevidad. En 1973, la revista británica NME hizo una encuesta algo macabra. Preguntó a sus lectores que músico de rock tenía más posibilidades de morir durante el siguiente año. Hubo un ganador por una mayoría abrumadora: Keith Richards.
Eso fue hace exactamente medio siglo. Hoy, Keith Richards, ingresa a otro club, inimaginable, tiempo atrás. El Club de los 80. Rockeros en la tercera edad que están lejos de jubilarse, que se mantienen activos y siguen deslumbrando sobre los escenarios después de cumplir 80 años. La nómina de socios es bastante exclusiva: Paul McCartney, Ringo Starr, Mick Jagger, Bob Dylan, Roger Waters, Willie Nelson (músico country pero con actitud rockera que en realidad es el único miembro del Club de los 90) y, con la membresía en disputa por su estado letárgico desde hace muchos tiempo, Brian Wilson (Roger Daltrey, Pete Townshend y Rod Stewart esperan en la puerta).
Si alguien se hubiera dormido hace 50 años y se despertara hoy y fuera obligado a adivinar que músicos de los que triunfaban en ese momento, se mantienen activos hoy, jamás mencionaría al guitarrista de los Rolling Stones. Keith Richards siempre fue el sinónimo del exceso, del desborde. Si ya parece un milagro que cualquier persona esté rockeando en un escenario a los 80, mucho más lo parece en el caso del guitarrista de los Stones.
Los excesos de Keith
Keith Richards es la norma Iso 9000 de lo salvaje en el rock. Es como si el lema de sexo, drogas y rock & roll hubiera sido inspirado en su figura. El arquetipo sobre el que se moldearon varias generaciones de músicos. Alguna vez, Robin Williams dijo que el estilo de vida de Keith “hace parecer a Ozzy Osborne como un pobre amish”. Es el sinónimo del desborde, del exceso, de lo incontrolable. Pero, por supuesto, y antes que eso, es el sinónimo del guitarrista. Miembro de uno de los binomios creativos más influyente de los últimos sesenta años, es el motor de la banda de rock más grande de todos los tiempos. Sus riffs son adictivos, impulsan las canciones y fueron copiados por miles de guitarristas que le siguieron.
Tal vez lo que hace único a los Stones no haya sido Jagger (o al menos no sólo él) sino la manera en que Richards metabolizó el blues, a Jimmy Reed y a Chuck Berry y lo convirtió en algo nuevo, diferente. Richards es el sonido de los Stones. Y, también, su alma.
Contaremos las historias más impactantes, las más escandalosas, las más divertidas porque son atractivas e interesantes, porque pintan al personaje, sin olvidar jamás que es uno de los grandes músicos de la historia del rock. Puede haber guitarristas más dúctiles que él, con mayor destreza, con mejor digitación, pero pocos tiene el impuso y transmiten como Richards. En el gran Panteón de los Riffs del Rock, encabezado por Satisfaction, en los primeros lugares están los de Gimme Shelter, Jumpin’ Jack Flash, Brown Sugar, Paint It Black y Star me Up entre muchísimos otros.
Aún en un medio habituado a los consumos desaforados, Keith Richards fue un épico abusador de sustancias. Primus inter pares. Marihuana, cocaína, heroína, ácido, mescalina, pastillas de todo tipo, scotch, toneladas de bourbon, cada una de las bebidas blancas alguna vez destiladas. Tomó, fumó, esnifó y se inyectó todo lo imaginable. Y alguna que otra cosa inimaginable también. Como, por ejemplo, las cenizas del padre.
Las historias de Richards
Keith contó la historia varias veces y fue cambiando de versión. La primera vez lo hizo en una entrevista con NME en 2007. Narró directamente que luego de cremado el padre y antes de arrojar sus cenizas, esnifó una línea de ellas, que en ese momento pensó que se había metido tantas cosas en el cuerpo, que por qué no meterse un poquito de su papá. Tiempo después negó esos dichos ante el escándalo que se produjo. Contó que cuando lanzó hacia un árbol las cenizas de su progenitor, siguiendo su último deseo, el viento llevó algunas hacia él que las aspiró sin querer. La tercera y definitiva versión la dio hace unos años, es una síntesis de las anteriores y suena más que verosímil. Dijo que en el trámite de preparar las cenizas para lanzarlas en el roble favorito de su papá, algunas cayeron sobre una mesa y que se formó una especie de línea, como las que tantas veces se llevó a su nariz. No aguantó la tentación y aspiró con ganas lo que quedaba de su padre.
Para muchos su supervivencia es un milagro. Pero tal vez tenga una explicación: su adicción mayor es a la guitarra, al público, a los escenarios.
Una clave un poco más profana es una en la que insiste en sus muy buenas memorias tituladas Vida. Siempre tomó cocaína de primera calidad, farmacéutica. Eso no quita que alguna vez haya estado a punto de morir por consumir heroína que estaba mezclada con estricnina.
De todas maneras, Keith siempre dijo que sus problemas principales no fueron con las drogas sino con los policías.
A fines de los sesenta, Richards se había comprado una mansión en Sussex. Una tarde estaba junto a Jagger y Marianne Faithfull. Hacía días que consumían ácido y alcohol. De pronto alguien golpeó la puerta. “Había unos duendes en la puerta. Me sorprendió”. En realidad se trataba de una brigada policial. A partir de ese momento, excepto el arresto y las acciones judiciales posteriores, el resto es leyenda. Se dice que estaban todos desnudos y que Marianne Faithfull tenía una barra de chocolate Mars en alguna cavidad de su cuerpo.
Algunas otras veces estuvo a punto de morir pero no fue, siempre, por culpa de las drogas. En 1965 en Sacramento casi se electrocuta en el escenario. Una patada la tiró varios metros para atrás. La función se tuvo que suspender y el despertó al día siguiente en el hospital sin saber qué había sucedido. Esa misma noche volvió a tocar.
Otra vez, ya en este siglo, estaba descansando en Fiji junto a Ronnie Wood y se cayó de un árbol al que se había trepado. Unos días después las migrañas eran insoportables. Los médicos descubrieron que se había formado un coágulo en su cerebro. Los neurocirujanos lo tuvieron que operar de urgencia. Al tiempo volvió a tocar como si nadie hubiera sucedido.
Mick Jagger y Keith Richards conforman una de las grandes duplas del rock & roll. Un binomio creativo que se mantiene vivo desde hace más de sesenta años. Pocos lograron componer juntos tantos clásicos como ellos. Y casi nadie ha logrado atravesar (ser tan fundamental en) tantas vidas adolescentes. Al principio compañeros fugaces en el primario, se reencontraron años después en una estación de tren y ya no se separaron.
La sociedad con Jagger
Las diferencias entre Mick y Keith son notables. Han tenido peleas épicas y se han distanciado por largos años. Pero la sociedad sobrevive. Jagger es el responsable de haber acercado las grandes marcas, del costado empresarial de la banda. Lejos de ser una crítica, habla de una capacidad para mirar el estado de situación, para entender los cambios de época y conseguir que los Rolling Stones se mantengan vigentes.
Juntos comandaron el grupo todo este tiempo. Es cierto que hace ya muchos años, décadas para ser precisos, que no producen un gran álbum. Se convirtieron en una banda de estadios con discos (muy) irregulares con algún gran tema. Sin embargo no hay demasiados creadores que puedan ostentar una tetralogía como la que pergeñaron entre 1968 y 1972. La seguidilla Beggars banquet, Let it bleed, Sticky fingers y Exile on Main St. es admirable y es casi insuperable. Esa es la cima de su arte aunque después todavía hayan sido capaces de grabar Some girls o Tatoo you.
En algún momento cuando las peleas recrudecían y la distancia entre ellos parecía demasiado amplia, un periodista le preguntó a Keith si eran amigos con Mick. Respondió sin dudar que por supuesto que lo eran. De otra manera hubiera sido imposible pasar tanto tiempo juntos, haber hecho tantas cosas; agregó que las peleas sólo demostraban cuánto se querían.
Keith revela secretos de Mick
En Vida, su libro de memorias, entre anécdotas divertidas, Keith aprovecha para ajustar algunas cuentas con su compañero y hasta para deslizar alguna infidencia maliciosa. Narra sus enfrentamientos, se detiene en sus diferencias de visión y se regodea contando algunas maldades sobre Mick. Alguna de ellas sobre su dotación viril: “Marianne (Faithfull) no tenía cómo divertirse con su pequeño amiguito. Sé que tiene unas bolas enormes pero no puede llenar el vacío entre ellas”.
Cuando hubo que reemplazar a Mick Taylor, Keith Richards abogó por el ingreso de Ronnie Wood. Más allá de que se habían cruzado en varias fiestas, el momento determinante fue una noche de principios de los setenta. Ronnie estaba grabando su primer álbum solista I’ve Got my own Album To Do. Su primera esposa, Krissy, se cruzó en un boliche a Keith. Se saludaron y él le preguntó por Ronnie. Ella le contó que estaba en el estudio de grabación. Fueron juntos a visitarlo. Keith se quedó un buen rato con Ronnie. Los siguientes cuatro meses vivieron juntos y Keith aportó dos temas para el disco solista de Wood. Desde ese momento se convirtieron en compañeros inseparables.
Los primeros años de Wood en el grupo fueron tumultuosos. Las adicciones de los guitarristas estaban en su peor momento. Keith Richards estaba enganchado con la heroína y Ronnie tuvo serios problemas con el crack.
En su primer año en la banda Richards lo llevó a conocer a Freddie Sessler, un millonario amigo de los Stones. Sessler era conocido por conseguir frascos de cocaína pura, farmacéutica, de la marca Merck (se cree que en Argentina se conoce a la cocaína como Merca debido a que era la de esta marca era la que circulaba en las primeras décadas del siglo XX). Esa pureza garantizaba un efecto distinto, más duradero e intenso y, en especial, una resaca menor. Sessler desafió a Keith Richards a aspirar una gran línea de 8 gramos, él hizo lo mismo. Pero a Wood le prepararon una de “solo” 4 gramos porque era el novato. “Todavía te lo tenés que ganar”, le dijo Sessler. Milagrosamente, los tres sobrevivieron.
Los guitarristas tuvieron, pese a su cercanía, dos peleas memorables. En una ocasión estaban en un hotel y Keith ingresó a la habitación de Ronnie. Lo encontró consumiendo crack con una chica que no era la esposa. Richards se puso furioso (“Más por la infidelidad que por otra cosa: en el fondo es un moralista”, contó Wood tiempo después) y lo empezó a correr; cuando lo alcanzó acertó un preciso cross en la nariz. Ronnie empezó a sangrar mientras trataba de escapar de la furia de su amigo. Entró corriendo a la habitación de Mick Jagger. El cantante escribía una canción con Charlie Watts. “Mirá lo que me hizo este boludo”, le dijo Ronnie señalando su nariz sangrante. “Ok, Ronnie. Acá estamos trabajando”, respondió Jagger y siguió componiendo con el baterista.
La otra pelea la cuenta Richards en sus memorias. Era 1981 y otra vez estaban de gira. En el hotel alguien le cuenta a Keith que Ronnie estaba realizando una especie de gran orgía del crack. Estaba en su habitación junto a otros adictos. La discusión previa a ese tour fue entre los cuatro históricos de la banda: la mayoría quería reemplazar a Ronnie Wood. Su adicción estaba descontrolada y temían que afectara las fechas. Richards se impuso. Se ofreció como garante. Aseguró que él lo cuidaría. Así que cuando se enteró de lo del crack se sintió defraudado. Ingresó en la habitación y otra vez le pegó una trompada. Pero esta vez el cayó detrás de Wood. Los dos se fueron contra un sillón individual que giró y se dio vuelta despidiéndolos contra una ventana que estaba abierta. Pegaron contra el marco y se salvaron. Estuvieron a punto de caer desde diez pisos de altura al vacío. El incidente hizo que Ronnie tratara de enmendarse. “Cuando Keith Richards te dice que te estás excediendo es que ya se traspasaron todos los límites”, reflexionó Wood.
El sobreviviente
Uno de sus grandes ídolos fue Chuck Berry. Cuando el pionero del rock cumplió 60 años hubo un gran show en su homenaje. Keith fue uno de los invitados especiales. Hay imágenes de los ensayos en las que se ve como Chuck lo reconviene cuando equivoca alguna nota o no toca lo que él le pidió específicamente. Pero el incidente mayor ocurrió en el backstage. Al entrar al camarín Keith vio la mítica guitarra de Chuck Berry en su estuche. Se acercó como reverenciándola y la tomó en su manos. Cuando quiso tocar alguna nota sintió que alguien le pegaba una trompada que dio de lleno en su ojo. Chuck Berry lo noqueó con un gancho perfecto. Con Keith en el piso, tratando de entender qué había sucedido, Berry le dijo: “Nadie toca mi guitarra sin permiso”. Keith se fue del homenaje con un ojo en compota. Y pensando que Berry tenía razón.
Otro golpe. Era habitual que Richards pasara varios días sin dormir. Cuenta que cuando grabaron Some Girls mientras perfeccionaba Before They Make Me Run batió su propio récord. Nueve días en los que los técnicos e ingenieros se turnaban para dormir mientras, él seguía en el estudio. En un momento se quedó dormido parado y cayó sin control de su cuerpo. La cabeza golpeó contra un parlante antes de llegar al suelo. Mientras lo despertaban para llevarlo al hospital para coserlo, al ver el piso lleno de líquido rojo, Keith se lamentó porque creyó que alguien había derramado el vino.
Hace pocas semanas Keith contó que dejó la heroína en 1978, la cocaína en el 2006, el cigarrillo en 2019 pero que todavía disfruta y mucho del alcohol.
Keith Richards cumple 80 años. Con un disco flamante, con nuevas canciones, sonando desde hace poco en radios y plataformas. Ocurrió lo que él había profetizado hace más de medio siglo, cuando todos creían que él sería el próximo mártir del rock: “No se preocupen por mí. Yo voy a escribir los epitafios de varios de ustedes”.
Una vez más, Keith tuvo razón.
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