Keith Moon, el hombre más excesivo del rock que destrozaba habitaciones de hotel y volcó con un auto en una piscina
El baterista de The Who fue hallado muerto un 7 de septiembre de 1978. Las historias de sus excesos, los shows que no pudo terminar y su explosivo debut en la TV de Estados Unidos. El informe de la autopsia de su cuerpo
Por Matías Bauso (Infobae)
Era el 07 de septiembre de 1978. La noche anterior había ido con su novia Annette Walter-Lax a la fiesta que anualmente Paul McCartney celebraba en honor de Buddy Holly, de quien poseía los derechos de sus canciones. Pero esta era una ocasión especial porque de allí todos irían al cine a medianoche para la premiere de la biopic sobre Holly protagonizada por Gary Busey. Keith no realizó ningún desmán en la fiesta. Los que lo conocían no sabían si preocuparse o ponerse alegre por verlo sosegado, hasta algo apagado y desmejorado. Estaba en un proceso (una más) de desintoxicación del alcohol. Dicen que sólo tomó dos copas de champagne en toda la velada. Y su novia contó que consumió bastante cocaína y que ingirió varias pastillas de Heminevrin, un medicamento fuerte –del que se prescribían a los sumo tres comprimidos por día- que le recetaron para la abstinencia del alcohol. En la casa de McCartney no provocó ningún destrozo ni realizó ninguna broma pesada. En el cine sólo aguantó una hora; a la mitad de la película le pidió a su novia salir de allí. Al llegar al departamento que compartían dijo que tenía hambre y ella le cocinó algunas costillas de cerdo. Después tomó otro puñado de Heminevrin. Vieron algo de televisión y se fueron a dormir. A las pocas horas, ya entrada la madrugada, él volvió a despertarse: otras costillas y más pastillas. Cerca de las 7 de la mañana logró volverse a dormir. Cuando Annette, su novia, fue a despertarlo ya pasadas las 4 de la tarde se dio cuenta de inmediato que algo andaba mal. Estaba tirado boca abajo en la cama con un brazo colgando. Lo sacudió pero no respondió. Estaba frío, demasiado frío. La chica ni siquiera quiso comprobar si respiraba. Llamó a una ambulancia. Los médicos al llegar no pudieron hacer nada, sólo constatar la muerte de Keith Moon, uno de los mejores bateristas de la historia.
En la autopsia, además de alcohol y cocaína, encontraron 26 cápsulas de Heminevrin sin disolver en su estómago.
Hace 45 años, Keith Moon, el mítico baterista de The Who, era encontrado muerto en un departamento de Londres. Tenía 32 años pero su muerte no fue prematura. Sus excesos eran tan variados y constantes que para muchos el final era previsible. Fue el hombre más desbocado del rock, el más excesivo. Nunca había tranquilidad a su alrededor. Algunos creen que fue el iniciador de la costumbre de los rockeros de demoler hoteles. Debe haber inventado todas las formas posibles de destrozar aparatos de televisión y de hacer explotar baños.
En su historia hay muchas anécdotas divertidas pero nunca deja de estar presente el desborde y su posibilidad más inmediata, la tragedia.
Pero fue mucho más que alguien que producía escándalos cada día de su vida, al que el alcohol y los drogas le causaban estragos, al que la locura asediaba.
Los desbordes, las locuras, las anécdotas impresionantes, no deben hacer olvidar que era un gran baterista, descomunal, con un estilo personal e innovador, que luego varios copiaron, con una energía ilimitada y con una gran imaginación. En todas las encuestas se lo pone en el podio de los mejores bateros del rock. La leyenda salvaje a veces tapa al músico notable.
The Who debutó en la televisión norteamericana, en 1967. Fue en The Smothers Brothers Comedy Show. Era su gran presentación y la iban a aprovechar. Tocaron su mayor hit, My Generation. Pero eso no bastaba, tenían que estar a la altura de su propia leyenda. Al finalizar, Pete Townshend golpeó frenéticamente su guitarra contra el piso para destrozarla. Hasta ahí lo esperable en la banda aunque el gesto haya sido muy disruptivo para la TV de la época. Pero mientras Pete aporreaba su guitarra tratando de convertirla en astillas, una fuerte detonación que hizo vibrar a las cámaras, el humo cubriendo el lugar. Había explotado la batería de Keith. No se trató del accidente; era una costumbre que tenía: él también destruía su instrumento y para darle más espectacularidad a veces ponía algo de pólvora. Pero en esa ocasión, para impresionar más a los televidentes, había duplicado la dosis de explosivo. El pelo de Townshend se prendió fuego (su sordera posterior la atribuyeron a esta detonación también), el bajista mira azorado, Daltrey se corre como puede y el presentador da la espalda a la cámara tratando de entender qué había ocurrido mientras se preocupaba por la salud de Keith que quedó tirado en el suelo, al pie de su batería, sin responder, conmocionado por la explosión y cortado por uno de los platillos que salió volando. Se levantó unos segundos después, aturdido, tambaleante, como quien escapa de un campo de batalla.
The Who, en sus inicios, no encontraba al baterista adecuado. Hasta que una noche, Keith que solía ir a verlos, les dijo que él lo haría mejor que el que estaba en ese momento detrás de los parches. Lo probaron y en pocos minutos se dieron cuenta que tenía razón. Su estilo era muy personal, tanto que no se parecía a nadie y que John Entwistle debió adaptar su manera de tocar el bajo para que la sección rítmica encajara.
Fue de los primeros en agrandar su set de batería. Incorporó el doble bombo que pocos utilizaban en esos años. En cada presentación parecía que había más parches para golpear. Su instrumento era exuberante y desmesurado como él.
Alguna vez, Roger Daltrey lo llamó “un genio descontrolado”.
Cuando alguien se refería a él como un músico, Keith se enojaba y se ponía a gritar. “No te atrevas a volver a llamarme músico otra vez”, amenazaba, “Yo soy un maldito baterista”.
Alguna vez Alice Cooper dijo que nadie podía competir con Keith Moon: “Pensalo de esta manera: alrededor del 40 por ciento de lo que dicen sobre mí, Iggy u Ozzy probablemente sea cierto. Pero todo lo que has escuchado sobre Keith Moon es verdad y solo has oído una décima parte de la historia”.
Uno de los incidentes más célebres fue el que ocurrió el día que cumplió 21 años. The Who estaba de gira por Estados Unidos. Habían tocado en Flint, Michigan. A la noche en el Holiday Inn que los alojaba se había preparado una gran fiesta para homenajear al baterista. Un salón repleto de bebida, drogas y mujeres. Keith fue perdiendo la ropa a medida que avanzaba la fiesta. También muchas de sus invitadas. De pronto, se abrieron las puertas e ingresó el regalo de la discográfica. Una torta enorme. Previsiblemente, una vez que se apagaron las velitas, de adentro salió una chica desnuda. Pero Keith no estaba apurado por el sexo (o quizá ya había tenido suficiente por esa noche a esa altura). Prefirió jugar a la guerra de tortas más grande de la historia.
Todos los invitados manoteaban crema del gran pastel y se lo lanzaban unos a otros. En pocos minutos, la batalla se extendió al lobby del hotel. Varios pasajeros y miembros del staff fueron ensuciados y atacados. Keith corría por el hall del hotel desnudo lanzando crema chantilly a quien se cruzara en su camino. De pronto llegaron varios policías. Le pidieron que se detuviera, pero él continuó con la diversión. Lo empezaron a perseguir. El baterista corrió hacia un auto que estaba estacionado en una de las salidas. Se subió al Lincoln Continental y al sacar el freno de mano, el vehículo se deslizó por una pendiente hacia la pileta. Terminó sumergido en el agua.
Keith logró salir del auto. Los policías creyeron que ahí se había acabado la función pero cuando se disponían a ponerle las esposas volvió a salir corriendo. Pero la fuga fue efímera. Entre el agua de la pileta y el piso lleno de crema, a los pocos pasos resbaló y cayó de boca contra el piso. Uno de sus incisivos salió volando. Desparramado como estaba, esta vez la policía no tuvo inconvenientes en esposarlo. Antes de llevarlo al calabozo, el manager del grupo consiguió que pasaran por un dentista para que arreglara su boca; el odontólogo no lo anestesió: consideró que era muy riesgoso con la cantidad de alcohol que tenía en sangre y supuso que la embriaguez lo iba a proteger del dolor. Moon pasó una noche detenido. Al día siguiente el manager pagó la fianza, los 30.000 dólares que pasó el hotel como gastos y el valor de un Lincoln Continental nuevo. La banda recibió una noticia más: la cadena Holiday Inn les vedaba el ingreso de por vida a cualquiera de sus hoteles.
Una de las ocupaciones favoritas y más recurrentes de Keith Moon fue la de demoler hoteles. Fue uno de los que institucionalizó la práctica entre los rockeros. Pero hay que reconocerle que no sólo fue precursor sino uno de los más ocurrentes en sus formas de dañar. Tiró televisores a la pileta, incrustó botellas de champagne en las pantallas, destrozó cada uno de los muebles que encontró en una habitación, prendió fuego un baño, hachó la puerta de los vestidores, vació todos los extinguidores de fuego de su piso, lanzó pirotecnia (y hasta algún cartucho con dinamita) en los pasillos. A veces daba la impresión que The Who salía de gira para pagar los destrozos que Keith ocasionaba en los hoteles.
Cuentan que una noche los vecinos de la habitación se quejaron de los ruidos que provenían de su habitación. Los primeros pedidos realizados por los empleados no causaron efecto. El conserje subió a pedirle por favor que dejara dormir al resto de los pasajeros. Cuando golpeó la puerta, el hombre se dio cuenta que Keith estaba escuchando un disco de The Who a todo volumen. Al abrir Keith se mostró amable. El conserje le dijo que los vecinos se quejaban y que le pedía por favor que terminara con los ruidos molestos. Keith se enojó y antes de pegar un portazo, le dijo: “Esto no es ruido. Es The Who”. A eso le siguieron cinco minutos de paz, de un extraño sosiego. Hasta que se escuchó una detonación, que hizo temblar ese piso; después cristales rotos, maderas crujiendo, golpes fuertes. Cuando los empleados del hotel con el conserje a la cabeza llegaron corriendo, Keith Moon los esperaba con la puerta abierta y la habitación destrozada, nada había quedado en pie. Mientras pasaba caminando entre ellos y se dirigía al ascensor, Keith le dijo al conserje: “¿Ves? Estos fueron ruidos. Lo otro era música”.
Había temporadas en las que Moon no vestía como el resto de las personas. Por momentos practicaba el nudismo en cualquier lugar y por otros sólo salía a la calle disfrazado. De soldado nazi a doctor, de cowboy a mujer victoriano, nadie sabía cómo lo iba a encontrar vestido.
En 1973 durante un recital en San Francisco, Keith se desplomó sobre la batería mientras tocaban Won´t Get Fooled Again. Dos plomos lo sacaron inconsciente del escenario. Pete habló a la multitud: “Creo que comió algo en mal estado. La horrible verdad es que sin él no somos un grupo y ustedes van a tener que esperar que vuelva”. Algunos dicen que una de las chicas con las que estuvo antes del show le dio tranquilizante para caballos que mezclado con los litros de alcohol produjo un cóctel que lo noqueó. Un rato después, parecía repuesto regresó al escenario. Duró unos cinco minutos antes de volver a desvanecerse con los palitos en la mano. Townshend preguntó si en el público había alguien que pudiera hacerse cargo de la batería para poder continuar. Moon pasó toda la noche en el hospital.
Una de las estrellas que participó en la versión fílmica de Tommy, la ópera rock de The Who fue Oliver Reed. Además de su prestigio como actor, a Reed lo antecedía la fama de ser el más grande bebedor del mundo del espectáculo. Se decía que había batido en duelos interminables a bebedores legendarios como Richard Burton, que habían terminado debajo de la mesa. Apenas lo supo, Keith le propuso competir para ver quién aguantaba más. Ante varios integrantes del elenco hicieron su concurso etílico. Después de la tercera botella de brandy, Oliver Reed terminó debajo de la mesa. Cuando vio al actor debajo de la mesa, Moon se levantó como pudo y le dijo: “Ollie, me voy al pub por un trago de verdad”. Otra diferencia entre uno y otro: Reed al otro día estaba puntual e impecable en el rodaje y a Keith no podían despertarlo.
Con un actor con el que no tuvo buena relación fue con Steve McQueen. Cuando intentó sentar cabeza, el baterista se compró una mansión en Los Ángeles. El protagonista de Bullit era su vecino. McQueen, que era un hombro hosco, aguantó poco tiempo las juergas y los ruidos de su vecino. Le pidió varias veces que parara y hasta llamó a la policía. Una vez que Moon salió de gira, aprovechó para construir un cerco para separar ambas propiedades. También ofertó una fortuna por la casa, duplicando su valor, sólo para no tener que soportar más a Moon. Al regresar, Keith construyó, por primera vez en silencio, una rampa y con una moto saltó sobre el cerco, remedando la escena que el actor había protagonizado en El Gran Escape, sólo para molestar a McQueen.
Keith Moon fue uno de los miembros del Fin de Semana Perdido de John Lennon cuando se separó de Yoko en 1975. Junto a Ringo, Harry Nilsson y John vivieron de noche y transitaron todos los excesos posibles.
Más allá de los destrozos ocasionales este continuo de excesos y tropelías tuvo una consecuencia trágica en los primeros días de 1970. Keith Moon había ido a un pub con su esposa y con Neil Boland, su chofer y guardaespaldas. Tomaron, se divirtieron y Keith como de costumbre provocó a otros parroquianos. Entre ellos había un grupo de jóvenes que no tomó bien las actitudes del baterista. Cuando se retiraba en su lujoso auto, rodearon el Bentley y empezaron a sacudirlo y a golpear las ventanillas. Boland bajó a intentar disuadirlos o al menos alejarlos del auto. Moon pasó al asiento del conductor pese a que nunca manejaba y a que estaba completamente borracho y arrancó el Bentley. Pero el auto salió marcha atrás y atropelló a su amigo Boland que murió esa misma noche en el hospital.
Sus compañeros de banda se estaban cansando de sus excesos, de su falta de previsibilidad. En 1978 habían grabado Who Are You y el rendimiento de Keith había dejado bastante que desear. Ya no era el mismo detrás de los parches, los excesos le estaban pasando factura. Daltrey y Entwistle quisieron despedirlo pero Townshend lo defendió, le consiguió una nueva oportunidad. En las últimas giras habían tenido que suspender algunas actuaciones porque Keith había colapsado en escena. La versión oficial habló de Agotamiento pero todo el mundo sabía que se trataba de un eufemismo para hablar de sus adicciones que ya se habían vuelto inmanejables para él.
Pocas semanas después de la aparición del disco, Keith moría en su piso de Londres.
Alguna vez Pete Townshend dijo: “Intenté de todo para mantenerlo vivo. Le di plata, le negué plata. Lo obligué a ir a rehabilitación. Lo mandé a un gurú extraño, a los mejores médicos, a vudú. Me había obsesionado con tratar de mantener vivo a Keith. Era evidente claro que estaba en una pendiente pronunciada, y había muy poco que yo pudiera hacer. Era un personaje muy complicado”.
En su entierro, Roger Daltrey habló en nombre de The Who. Despidió con cariño a su compañero y en un momento dijo: “Todavía estoy esperando que se trate de otra de sus bromas pesadas y que Keith se levante para reírse de todos nosotros”.
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