Los excesos del músico que pudo reemplazar a Paul McCartney y rompió su voz grabando con John Lennon
Hace 30 años moría Harry Nilsson. Gran compositor obtuvo sus éxitos con dos covers. El salvaje Fin de Semana Perdido junto al beatle que estaba separado de Yoko Ono. Y cómo su amigo le consiguió el mejor contrato de su vida. Además, el relato de una de sus pocas actuaciones en vivo con Ringo Starr
Por Matías Bauso (Infobae)
La película que cuente su vida podría empezar con esta escena. Un primer plano de él dando un largo trago a una botella cara de alguna bebida destilada. Después se acomoda los audífonos y asiente con levedad, apenas moviendo la cabeza. Los ojos con la mirada perdida en un punto lejano, concentrados. La música empieza a sonar. Se abre el plano y lo vemos sentado en una banqueta. Está solo. Su voz entra con un timing perfecto, es hipnótica. Detrás del vidrio alguna estrella de rock, respaldado en una silla metálica y con los pies sobre un costado de la consola, mira. Esa estrella podría ser Ringo Starr o Keith Moon, alguno de sus grandes amigos. También tiene una botella en la mano. En un rincón, una chica asiática joven y bella: es May Pang. Parado y manipulando perillas y botones, el productor del disco: John Lennon. Lo que suena es una grabación no convencional pero hermosa de Many Rivers to Cross. Otra vez el primer plano al cantante. La interpretación es perfecta. Lo está dando todo. Por momentos parece que su voz no fuera humana. Se esfuerza. La cámara se acerca más. De perfil se ve vibrar su garganta, las pequeñas partículas de saliva saliendo de su boca. Hasta que lo que sale es una erupción de sangre que mancha todo el micrófono. A partir de ese momento ya no volvería a ser lo mismo. Ese día Harry Nilsson rompió su voz para siempre.
Harry Nilsson, o Nilsson a secas tal como aparecía en sus discos, murió 30 años atrás. Tenía 52 años. Un año antes había sufrido un ataque al corazón masivo. Los médicos le pidieron que se cuidara pero él siguió con su ritmo excesivo, casi suicida. Vivió poco aunque con mucha intensidad.
Fue un compositor muy original, admirado por sus colegas. Pese a eso, sus dos hits más grandes, sus dos número 1, fueron composiciones de otros artistas. Era, también, un gran cantante. John, George y Ringo en algún momento pensaron en él para reemplazar a Paul McCartney. Lennon dijo que él era su músico favorito. Fue uno de los socios de John en ese año y medio de excesos que luego se llamó The Lost Weekend. El pánico escénico le impedía presentarse en vivo. Muy pocas veces cantó ante un público masivo.
Su vida podría resumirse en un puñado de anécdotas desatadas, de desbordes. O tal vez en la descripción de las diez canciones más representativas que grabó. O en un listado de los músicos que registraron sus temas. Alguien podría definir a Harry Nilsson como un gran talento desperdiciado. Otros como un cantautor extraordinario.
La infancia de Harry
Cuando era muy chico, Harry se dio cuenta rápido de que su familia no era como las de sus compañeros de colegio o sus amigos de la cuadra. Le preguntó a la madre por qué él no tenía papá. Ella respondió que el hombre había muerto heroicamente durante la Segunda Guerra Mundial. Años después descubriría que eso no era cierto. Su padre lo había abandonado.
La madre se hundió en el alcohol y vivía de los pequeños delitos que cometía. Entre la adicción y los problemas con la policía, dejaba al pequeño Harry en casa de cualquiera. En su primer álbum grabó la canción 1941 en la que habla de su situación familiar: Bueno, en 1941 un padre feliz tenía un hijo/ Pero en 1944 el padre se fue y no volvió/ En 1945, la madre y el hijo todavía estaban vivos/ ¿Aunque quién podría asegurar que ellos dos sobrevivirían en 1946? Harry sobrevivió.
De Brooklyn se mudó a Los Ángeles buscando alguna oportunidad. Comenzó a trabajar en un banco y estuvo a cargo de uno de los primeros sistemas informáticos bancarios del mundo. Dejó sus obligaciones ejecutivas y el traje en 1964, cuando aquello que hasta el momento era un hobby se convirtió en un oficio rentable. Componía canciones que varios músicos profesionales le alabaron. El gran espaldarazo llegó cuando las estrellas juveniles del momento, The Monkees, grabaron Cuddly Toy. Ese día, el amigo que oficiaba de representante ad honorem de sus composiciones, lo fue a buscar a su trabajo. Ingresó en las oficinas, se paró delante de su escritorio y le dijo: “Harry, ya podés renunciar a esta mierda”. Después fue Phil Spector, el productor musical más importante del momento, quién le pidió cuatro canciones. El siguiente paso fue su disco debut. En 1967 grabó Pandemoniun Shadow Show. Alan Taylor, manager de los Beatles, lo escuchó en casa de unos amigos; tras el último tema pidió que volvieran a poner la púa en el primer surco. Después fue hasta las disquerías más cercanas y compró todas las copias que encontró. Eran casi tres decenas que empezó a distribuir con entusiasmo entre conocidos y amigos. Eso era lo nuevo para él, lo que había que escuchar. Dentro de esos amigos estaban, naturalmente, John, Paul, George y Ringo.
A los pocos días, le preguntaron a John cuál era su banda o artista favorito. El Beatle respondió: Nilsson. Paul McCartney refrendó la opinión tiempo después. Eso hizo que muchos le prestaran atención a este nuevo y particular artista.
El favorito de Lennon
Estos elogios sinceros pero tempranos de los Beatles produjeron un inevitable efecto contagio. Fueron muchos los que se empezaron a fijar en él. Hicieron también que Nilsson reforzara su búsqueda personal, su perfil artístico sin tener que ceder a las sugerencias y presiones de la discográfica. Se convirtió en un músico de músicos. Pese a eso el álbum no tuvo demasiado éxito comercial.
Harry siguió grabando. Sacó el primer disco de remixes de la historia, una auténtica rareza. El reconocimiento popular llegó poco después cuando en Perdidos en la Noche (Midnight Cowboy), la película con Dustin Hoffman y John Voight se recuperó su cover de Everybody’s Talkin’.
El director John Schlesinger trabajó con esa canción como referencia en la primera etapa del montaje mientras esperaba que llegara el tema que había encomendado. Había lanzado como una especie de concurso. Le había pedido a Bob Dylan, a Joni Mitchell y a Harry una canción. Nilsson compuso I Guess The Lord Must Be in New York City pero el director se terminó quedando con su primera elección. Everybody’s Takin’ fue un gran hit.
Después grabaría un álbum sólo con temas de un compositor nuevo pero casi desconocido por esos días, el excepcional Randy Newman (Nilsson sings Newman). El gran éxito vendría con el LP Nilsson Schmilsson. En la tapa una foto de él, despeinado, recién despertado, con aparente resaca y una bata. El hit, pese a sus canciones originales, fue otra vez un cover: Without You, una balada estremecedora. Ganó su segundo Grammy (el anterior había sido por la canción de Midnight Cowboy). La canción la descubrió una noche mientras en medio de una fiesta ya atiborrado de alcohol se puso a jugar al póker con unos amigos. Paró de jugar cuando sonaron los primeros acordes. Después pidió al que estaba cerca del tocadisco que volviera a poner el tema. A la mañana siguiente, llamó al dueño de casa y le preguntó cómo se llamaba esa canción que de Los Beatles que tanto le había gustado. El otro le dijo que no habían puesto ningún disco de los Beatles. Hasta que recordó que había sonado el disco nuevo de Badfinger, la banda que los de Liverpool acababan de firmar para Apple, su nuevo sello discográfico.
A esa altura los méritos de Nilsson estaban más que claros. Un compositor muy original, que no se repetía nunca; un espíritu inquieto e innovador, en una búsqueda constante por correr los límites; una gran voz con una facilidad para recorrer los registros más variados: del falsete al gruñido, del susurro al grito desbocado; un enorme espíritu lúdico; y un timing perfecto para elegir qué canciones versionar.
El productor Richard Perry dijo que Nilsson fue el mejor cantante blanco de su tiempo. La gran paradoja de su carrera es que pese a ser un buen compositor, sus mayores éxitos fueron versiones de olvidadas canciones ajenas. Y One, la canción firmada por él que más ascendió en los charts lo hizo a través de la grabación del grupo Three Dog Night.
Una de las grandes contribuciones de Harry Nilsson a la mitología del rock fue su participación -fundamental- en el Fin de Semana Perdido de John Lennon del que también participaron Ringo y Keith Moon entre otros. Ese fin de semana salvaje que duró 18 meses tras la separación de John y Yoko. El nombre se lo pusieron ellos mismos inspirados en la película de Billy Wilder y protagonizada por Ray Milland. Fueron meses de drogas, alcohol, mujeres, descontrol, varios papelones y mucha música. Este último es un aspecto que suele olvidarse. John en ese lapso grabó tres discos Mind Games, Wall and Bridges y Rock & Roll, y produjo trabajos de Nilsson y Ringo Starr. Además, tema no menor, debió lidiar con Phil Spector y toda su desmesura, locura, armas en el estudio y amenazas de muerte.
Una noche salvaje
De los muchos episodios célebres de ese tiempo, uno quedó registrado de manera indeleble. El 12 de marzo de 1974 Lennon y Nilsson fueron al Trobaudour, un club nocturno californiano al que acudían grandes celebridades. Algunas noches antes habían protagonizado incidentes que no pasaron a mayores porque uno de los borrachos que inició la pelea era un Beatle. Con ellos estaba también May Pang, la asistente que Yoko envió para asistir a John y que terminó convertida en su amante. La relación no había trascendido a los medios; tampoco se había enterado Yoko -lo más importante de todo. Apenas llegaron los hicieron pasar al sector vip. Allí oficiaba de maestros de ceremonias Peter Lawford, cuñado de los Kennedy e integrante del Rat Pack de Sinatra. Estaban Paul Newman, varias actrices y muchos músicos de rock.
Nilsson y Lennon empezaron a tomar desde el momento en que ingresaron. No era una velada más. Se presentaba el dúo musical y cómico Smothers Brothers (uno de sus integrantes murió una semana atrás), que había sido despedido de la televisión. Era un evento organizado como desagravio a ellos. John y Harry discutieron con Lawford (Nilsson alquilaba su mansión, célebre por haber sido la supuesta sede de los encuentros de los hermanos Kennedy con Marilyn Monroe). Luego empezaron a cantar a viva voz ridiculizando al resto. Las sonrisas iniciales se transformaron en muecas incómodas. Los tragos seguían llegando. Cuando se apagaron las luces y los Smothers Brothers entraron al escenario, John y Harry cantaron más fuerte todavía.
Los Smothers Brothers hicieron como si nada pasara e iniciaron su rutina. No fue una buena idea. Tras el primer chiste, los gritos y las burlas de Lennon y Nilsson se duplicaron. Lawford, los meseros y los guardias de seguridad trataron de desalojarlos del lugar. Se inició una pelea de todos contra todos. Varios salieron a defender a John por el hecho de ser un Beatle (¡Cómo no hacerlo!). A los empujones y patadas lograron sacarlos del lugar. Los fotógrafos se estaban haciendo un festival. Hasta que una joven fotógrafa acusó a Lennon de haberla golpeado en un ojo (le iniciaría una causa judicial). Otro vez tumultos y confusión.
Pero el momento estelar todavía no había llegado. Cuando la atención de los fotógrafos estaba sobre él, John giró hacia May Pang y la besó fogosamente en la boca. “Acá tienen: información de la que carecían”, les dijo a los periodistas. Esa foto fue tapa de los diarios al día siguiente. En uno de los bordes de la imagen se lo ve a Nilsson, su barba tupida, los ojos achinados y un vaso de brandy que está por llegar a sus labios. El día siguiente fue ajetreado para los dos peleadores. La reseca no les impidió llamar a media docena de celebridades que habían ofendido en su raid de la noche anterior. Los Smothers Brothers no aceptaron las disculpas. Yoko tomó el primer vuelo que salía de Nueva York para reprocharle a John que la había humillado ante todo el mundo.
Pussy Cats tenía destino de best seller. Parecía que por fin todo el talento de Harry Nilsson se plasmaría en un disco y que eso se transformaría en ventas. El productor era John Lennon, su gran amigo. Los músicos invitados formaban un elenco de all-stars. Algunos temas contaban con tres baterías, nada menos que: Jim Keltner, Keith Moon y Ringo Starr. Aunque no grabaron para el disco también pasaron por el estudio Paul McCartney, Stevie Wonder y Mick Jagger. Cuando las grabaciones pasaron a Nueva York, Paul Simon y Art Garfunkel fueron juntos a grabar coros a pesar de que el dúo se había separado hacía unos cuantos años. Tal vez lo que pasó con Simon & Garfunkel resuma todo el proceso del disco.
La expectativa por el encuentro, por lo que pudieran producir en el estudio los cuatro gigantes (de esos, al menos dos pueden ser considerados genios: Lennon y Paul Simon), terminó en fracaso colosal. El dúo no podía acertar en los coros, les costaba armonizar más por las diferencias personales irreconciliables que por la falta de entrenamiento. Las versiones difieren: algunos dicen que John y Harry se empezaron a burlar de Simon y Garfunkel; otros sostienen que al no hacerlo bien, Simon y Garfunkel se enojaron entre ellos. Lo cierto es que en el estudio se desató una pequeña batalla campal de egos, insultos, botellas rotas y hasta guitarras contra la pared. La canción se terminó de grabar pero todo fue tan desastroso que no apareció en la versión final del disco.
Voz quebrada
La gran voz de Harry se arruinó -para siempre- durante la grabación de este álbum. Se exigió tanto, empujado por Lennon, que sus cuerdas vocales se lastimaron, empezaron a sangrar. Siguió cantando pero su rendimiento era cada vez peor. No haberse detenido, no haber tomado conciencia del daño permanente que estaba infringiendo a su principal herramienta expresiva pudo deberse a la nube (tóxica) que sobrevolaba su cabeza.
El alcohol en cantidades épicas y las drogas convertían sus conductas en un festival de papelones, escándalos, hechos inesperados, anécdotas divertidas y problemas policiales. También puede haber sucedido otra cosa: Harry se esforzó por demás para estar a la altura de su ídolo, de un mito viviente como John Lennon. Si bien eran muy amigos y hacía más de un año que salían todas las noches, era muy diferente la cuestión de demostrarle que en un estudio también podía estar a la altura de las exigencias.
El viaje a Nueva York no tenía como fin principal seguir con las grabaciones. Lennon escapaba de Nilsson y de ser arrastrado por él hacia los infiernos, y trataba, también, de hacer un control de daños con Yoko y la divulgación de su romance. Pero Harry lo siguió. Terminaron de grabar lo que faltaba y se dirigieron en persona a negociar un nuevo acuerdo discográfico para Harry. Fueron sin cita a la sede central de la discográfica y pasaron hasta la oficina del director general. Nadie se atrevió a detenerlos. Ambos, Harry y John, estaban ostensiblemente borrachos. Nilsson tenía un contrato sin firmar desde hacía un año. John le dijo al director general que en todo su catálogo sólo tenían dos artistas verdaderos: Elvis Presley y Harry Nilsson. Así que no le quedaba más remedio que firmarle un buen contrato. Además le prometió que Pussy Cats sería un suceso colosal. Harry salió de la oficina con el mejor contrato de su vida: 5 millones de dólares por los siguientes cinco discos más varios cientos de miles por cláusulas especiales.
Pussy Cats fue un fracaso. Los siguientes álbumes de Nilsson también se hundieron en la indiferencia del público. Antes de que finalizara el contrato, la discográfica prefirió pagar la totalidad del mismo a seguir gastando en grabaciones que no iban a venderse.
Tras el regreso de John con Yoko y al nacimiento de Sean, John y Harry casi no volvieron a verse. Tras el asesinato de Lennon, Harry anunció su retiro. Dijo que se iba a dedicar (y lo hizo durante un buen tiempo) a encabezar campañas contra el uso de armas.
Vivió durante unos años con esos millones -además de los que le ingresaban por regalías de sus hits-, haciendo la música de Popeye de Robert Altman (el proyecto fue un desastre de magnitud) y algún musical.
Alejado de Lennon, muerto Keith Moon, el que quedó como compañero de juerga y excesos fue Ringo Starr.
La soledad de Harry
Un día Ringo, mientras intentaba recuperar su carrera, en medio de una resaca atroz miró a Harry Nilsson y le dijo: “Ya no somos músicos que toman alcohol y experimentan con drogas; nos convertimos en adictos que de vez en cuando hacemos música”. Ringo inició su rehabilitación a fines de los ochenta y Nilsson quedó solo.
En 1992 con Ringo ya rehabilitado y en gira con su All Star Band se volvieron a cruzar.
Hay que recordar que otra de las particularidades de Nilsson es que no tocaba en vivo. Nunca dio recitales en grandes teatros o estadios. En una célebre presentación en la BBC para evitar tocar Coconut -uno de sus temas nonsense- en el estudio ante mucha gente pergeñó una puesta con tres hombres disfrazados de gorilas (uno tocaba el piano, otro la guitarra, los tres hacían voces) y una grabación previa en la que él hizo todas las partes.
La condición para integrar la megabanda de Starr que en cada gira cambiaba de conformación era haber tenido al menos un gran hit en la segunda mitad del Siglo XX. Por allí pasaron grandes glorias y artistas que habían tenido un éxito fabuloso: algunos Eagles, Peter Frampton, varios The Band, Dr. John, Nils Lofgren (en algún parate de la E Street Band), Todd Rundgren y varios más.
Nilsson nunca fue considerado por dos motivos. Por un lado su conocida fobia a los escenarios; por el otro, su cercanía era considerada un peligro: todavía tomaba mucho y era visto como un riesgo extremo por el entorno de Ringo.
Por eso sorprendió cuando antes de un show de All Star Band en Las Vegas, Harry apareció a saludar en los camarines. Se abrazaron, se pusieron al día, Ringo le contó sobre su nueva vida, mostrándole como en el catering sólo había Evian y jugos naturales. Cuando Harry estaba por salir, el Beatle le pidió que subiera con ellos al escenario para cantar Without You. Sorpresivamente, Harry aceptó. Hay un registro algo sucio pero muy emocionante se esa interpretación; uno de los pocos, casi el único, de Harry cantando en vivo ante una multitud.
Nilsson volvió al estudio en alguna ocasión. En 1994 intentó un gran regreso. Preparaba una gran retrospectiva que iba a incorporar temas nuevos. Un ataque cardíaco masivo lo tuvo al borde de la muerte. Morigeró sus hábitos pero no pudo erradicarlos. El 15 de enero su corazón volvió a fallar y ya nada se pudo hacer. Harry Nilsson tenía 52 años.
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