Federico Moura cumpliría 72 años: el adorable y glamoroso líder que puso a bailar al rock
Oriundo de La Plata y cantante y compositor de Virus, dejó una huella indeleble en los ‘80 por su libertad para cantar y también para vivir. Murió en 1988, a los 37 años
Por Bobby Flores (Infobae)
Hoy hace 72 años nacía Charly Garcia en la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy hace 72 años nacía Federico Moura en La Plata.
Charly está celebrando, Federico se murió hace mas de 30 años.
Entre ambos se encargaron de proveernos una banda de sonido invalorable a nuestras vidas.
La vida, Buenos Aires digamos, los cruzó varias veces. La primera vez fue en un local de ropa que tenía Federico en la Galería Jardín de Florida llamado Limbo. Una vuelta Charly fue a buscar ropa para un show importante ahí mismo, me contaban que Federico estaba encantado que una estrella del rock argentino usara su ropa en un recital. Charly ya estaba acariciando la gloria artística con La Máquina de Hacer Pájaros, Federico planeaba irse a New York, o a Rio de Janeiro, a Londres, o a todos esos lugares al mismo tiempo. Eran los días finales del Di Tella y en esas 4 cuadras que separaban la Galería Jardín de la Galería del Este por Florida se paseaban los intelectos más brillantes esquivando mediocres encaramados en lugares de privilegio astutamente direccionados y balas policiales con carnet de cuidadores del orden silbándoles cerca.
Federico Moura era el rey de reyes. En esa ciudad que ardía cada noche, el itinerario te podía encontrar en La Esquina Del Sol, La Trastienda, Morocco, Prix D’Ami, El Dorado, Palladium, Bajo Harlem, el Parakultural, Michelángelo, Experiment, Freedom, admirar las performances del enano fisicoculturista de Nave Jungla, meterte detrás del telón interminable de Cinema para cruzarte con unos cuantos amigos, amigas, amigues y amiguis que un rato antes estaban vestidos diferentes en el trayecto hasta el otro lado, en las paradas intermedias para malalimentarnos en Don Corleone, El Cuartito, Rainbow. Esa era Buenos Aires de noche, Federico brillaba, sí estaba era un imán, no podías pasar de echarle un vistazo. Si no estaba, brillaba por su ausencia porque se hablaba de él.
El magnetismo de Federico era su encanto.
Lo conocí gracias a su amistad con Lalo Mir, que era también mi amigo unos años antes de que existiera Rock&Pop, Lalo era otra fuente de energía inagotable. Conociendo a estos tipos empezás a calibrar el universo entero.
Dicen que el universo, incluidos el sol y el espacio mismo, lo que conocemos del plan universal es un 4% del universo. Lo que alcanzamos a vislumbrar con viajes espaciales y telescopios atómicos sería un 26%, el otro 70% es un agujero negro exultante de energía del que ignoramos absolutamente todo.
Bueno, estos tipos eran eso para mi.
La escena ahora es de principios de los 80´s, era la noche del cumpleaños de Lalo y había festejo en su departamento de la Av. Santa Fe. El lugar era una especie de embajada rocker en medio de la Recoleta, un territorio con leyes propias que eran 3 o 4 y nadie las conocía. Llegué después de trabajar así que debía ser el comienzo de la madrugada, parado en la puerta con no sé bien quién, me acomodo el saco, intento peinar algo de la peluca new wave que portaba, toco el timbre varias veces hasta que al fin alguien tiene el impulso de abrir. La puerta se abre lentamente, se escucha algo de música entre el murmullo, es ahí donde aparece Elvis Presley, el Elvis del traje blanco con las solapas levantadas del show en Las Vegas quien amablemente nos señala la fiesta misma, digamos.
No sé bien quién me mira fijo y decide irse por el pasillo del costado, entro a la fiesta con Elvis agarrándome del hombro, ahí me ve Lalo quien me pone un vaso en la mano sin soltar esa sonrisa enorme que le iluminaba la cara y me deja al lado de Federico Moura. Me quedo pensando en Elvis Presley que a esta altura ya estaba cantando en el balcón. Después me entero que lo había traído Carlos Rodriguez Ares, el más experto sobre Elvis Presley del mundo, que había encontrado este Elvis en Los Ángeles para montarle un par de shows acá. Decidió que era un gran regalo para Lalo y lo llevó al cumpleaños.
¿Cómo enlaza esto?
Bueno, el bienamado Carlos Rodriguez Ares tenía una productora de shows donde estaban contratados Virus, Los Violadores, Soda Stereo, Riff y Los Fabulosos Cadillacs, entre otros. Obviamente la mayoría estaba o estuvo o pareciera o dice que estuvo en la fiesta. Carlos y Lalo eran amigos también, así que todo quedaba en la familia.
Esa noche conocí a Federico, con el que empezamos a frecuentarnos siempre en paradas de ese itinerario del que les hablé.
Verlo era salvar la noche, cruzarlo era lo mejor que podía pasarte. Federico era un dandy, dueño de un refinado humor con el que era imposible aburrirse. Claro que no era del tipo que te toca el hombro izquierdo para aparecer del otro lado sonriéndote estúpidamente, su humor era más rebuscado, más de códigos, de esos chistes que podés hacer entre cierta gente nomás.
¿Cómo no adorar a Federico Moura?
A partir de este momento hace su ingreso a este homenaje la bandera de ceremonias, portada por el abanderado de estas cosas, el venerable mandamás de todo Lalo Mir:
“Federico era un ser excepcional, alguien fuera de serie para la época. Ahora que estamos con los 70 de Charly, los 70 de Federico también son fundamentales de alguna manera. En otro sentido, por otros lugares. Supimos profesarnos una amistad como las de antes, ¿viste? Esa amistad de la gente que se junta para hablar, a veces circunstancialmente. Como en los cumpleaños. Estábamos llenos de amigos en común. De distintos grupos pero siempre se daba eso de charlar de múltiples cosas. Federico era una persona de sensibilidad extrema, como de esas gentes que perciben cosas que los demás no vemos tal cual les pasa a los artistas que están bien afinados con su tiempo. A él le tocó encarnar, y enfrentar sobre todo, en una época de cambios muy fuertes desde lo cultural. Pero bueno, fueron los 80´s.
En su época fue artífice, actor, protagonista de los años más locos de la Argentina, por lo menos para los de nuestra generación. Hemos visto pasar delante nuestro los últimos 60 años de este país.
Federico siempre estaba adelante, no sé, creo que era curioso. Compartimos ciertas curiosidades digamos. Por ahí teníamos curiosidades complementarias.
Entonces estaba al tope de la música, salía de lo de la moda, del arte. Estaba con lo que estaba pasando filosóficamente, era un tipo leído, instruido. Medio un plomo, no un sabio, o un científico, no. Era una persona siempre curiosa, interesada en la vida de la sociedad, en el ser humano. Era un artista que de alguna manera representaba eso justamente, era eso, la visión más demente, mas border de un individuo dentro de la sociedad. Y sobre todo nada. Federico estaba muy bien.”
Vi por primera vez a Federico Moura en un show de Virus al comienzo de todo.
Toti Glusman era mi amigo del club San Andrés desde chicos. Había empezado su carrera de actor y director de cine mientras ponía El Depósito, un antro en San Telmo donde me llevó a trabajar unas semanas. Ahí tocaban Sumo que venían de Hurlingham y dos bandas que llegaban desde La Plata, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y Virus. Eran todos amigos, a veces compartían escenario o canciones.
El glam de Federico Moura era superior al de cualquiera. No podías dejar de mirarlo en escena.
Las calles eran nuestras, ahí cruzarse con los hermanos Moura, Federico, Marcelo y Julio era habitual.
La noche del cumpleaños de Lalo nos unió nuestra devoción por el arte de Ney Matogrosso y el cariño por muchos de los allí presentes.
Desde mi, con respecto a estos dos sujetos, fueron quienes me torcieron el destino, el tao o como quieras llamarle, porque eran los dos que andaban aboliendo prejuicios sentando la radiofonía y el rock que llegaría para quedarse.
Lalo estaba en Radio del Plata marcando senderos nuevos, era de la generación que aparecería después de los iniciáticos conductores y musicalizadores de Modart en la Noche, Las 7 Lunas de Crandall y Música con Thompson & Williams.
Lalo hablaba rápido y bien, cruzaba desde lo nuevo de Genesis a debutantes como Los Pericos sin perder ritmo ni consistencia al aire, se reía o se enojaba haciéndolo notorio para el que escuchaba pero sin desmenuzar jamás motivos o historias personales.
Federico venía del punk, pero con Virus por primera vez músicas surgidas del rock de acá se podían bailar. Federico caminaba el escenario como un torero, apoyaba el pie en un monitor y parecía que te estaba cantando a vos. Sabía dónde estaba todo: las luces, los amigos entre el público, los dueños del lugar, los cocacoleros llenando los bidones, los dealers y los polis. Cuando estaba ahí arriba regían sus reglas, que básicamente era que no hubiera reglas para divertirse. Obvio que eran canciones de ritmos bailables pero letras muy pesadas, llenas de conceptos por todos conocidos pero por pocos difundidos.
Lalo y Federico eran eso. Dos ventanas nuevas que empezaban a llenar nuestras pantallas cerebrales de sabiduría callejera.
Vuelve Lalo para decirme: “Federico encontró una dupla creativa con Roberto Jacoby, que era para él un ladero que lo asiste de alguna manera con el arte de avanzada, el avant garde, con romper estructuras subiendo de a dos escalones en vez de ir de a uno. Tiene que ver con que Jacoby era de los últimos jóvenes provenientes del Di Tella, venía de los 60´s Jacoby, era uno de los de las corrientes importantes del nuevo pensamiento. Eran muy rockers, extremadamente rockers los dos, Federico tenía mucho rock and roll en el espíritu. Yo compartí un viaje a Brasil con ellos, con todo Virus. Estaban preproduciendo un disco y me invitaron.
Una tarde Federico me pregunta
-¿Querés ver algo que no se ve siempre?
Bueno, vamos para un cine en el downtown carioca de artes marciales que era además un reducto gay. No dejaba de ser un cine coreano de artes marciales pero Federico me avisa que voy a ver algo que nunca veré en otro lugar, ni siquiera en Corea podría ver algo así.
Salí de ese aquelarre demudado, pálido…, no se que decirte.
Eran Sodoma, Gomorra y Babilonia, todo eso junto en un reducto oculto en medio del centro de la ciudad.
No sé cómo se llega a esos lugares, cómo se conocen esas cosas. Federico era eso, conocer todos esos lugares, pero sobre todo caer bien hasta en esos lugares. Que tipazo Federico, lo extraño… Un genio…”
Y se va Lalo a seguir viviendo desmesuradamente como siempre hace.
Me quedo pensando en Federico…
Si, también lo extraño.
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