Ozzy Osbourne, el “Príncipe de las Tinieblas” cumple 75: un murciélago mordido, excesos y el ahorcamiento a su mujer
Las anécdotas más sorprendentes, disparatadas y hasta trágicas del cantante de Black Sabbath. Sus adicciones, los intentos de recuperación y su último deseo
Por Matías Bauso (Infobae)
Ozzy Osbourne, el Príncipe de la Tinieblas, cumple 75 años. Fue cantante de Black Sabbath, pionero del heavy metal, un solista muy exitoso, sus discos vendieron más de 100 millones de copias, estrella de reality show, cabeza de una querible y salvaje familia mediática, organizador de festivales populosos. Es una leyenda del rock. Y uno de los personajes más excesivos y salvajes de un mundo particularmente excesivo y salvaje.
Se podría contar su derrotero musical pero nos centraremos en el personaje y en sus historias más disparatadas, más excesivas y hasta las más oscuras y peligrosas.
El Padrino del Heavy Metal narró que de chico fue abusado por algunos compañeros mayores, que ese fue el origen de muchos de sus problemas. A partir de su adolescencia y hasta la formación de Black Sabbath, durante años trabajó en decenas de oficios: plomero, como obrero en fábricas diversas, de matarife, en una carpintería. Su vida cambió cuando escuchó She Loves You de los Beatles. Se decidió a ser músico. Su padre sostenía que su hijo no tenía caminos intermedios: sería exitoso o terminaría preso. El hombre tenía tanta razón que Ozzy consiguió, con creces, las dos cosas. Se convirtió en una gran estrella, en el impulsor de un género musical, en una figura conocida mundialmente; y también estuvo preso varias veces. La primera fue a los 15 años. Lo encontraron robando en una tienda. Estuvo detenido tres semanas. El juez teniendo en cuenta que no tenía antecedentes, que provenía de una familia trabajadora y su corta edad le fijó una fianza baja. Pero el padre de Ozzy no la pagó para que el tiempo en el calabozo le sirviera de enseñanza. El método no parece haber funcionado.
Hay una historia de Ozzy Osbourne que está primera en la lista de cualquiera que narre su extensa acumulación de excesos. Y, que posiblemente, esté en el podio de las estrafalarias anécdotas del rock & roll: la del murciélago. Ya fue narrada tantas veces que la verdad se confunde con la leyenda y la exageración. Pero no importa si se cuela alguna imprecisión (con Ozzy nunca hay exageraciones) porque la historia pinta de cuerpo entero al cantante. Durante un show en 1982, alguien tiró un murciélago sobre el escenario. El animal estaba quieto, atontado. Mientras cantaba desaforadamente, Ozzy lo vio. Se agachó, lo tomó entre sus dedos y, sin pensarlo, le arrancó la cabeza de un tarascón. Sí, se comió la cabeza de un murciélago. La sangre del animal (del murciélago) caía por el costado de la boca de Ozzy. La actuación se suspendió en ese momento. Lo tuvieron que llevar de urgencia al hospital y aplicarle la vacuna antirrábica. Con el tiempo Ozzy dijo que creyó que se trataba de una réplica, de un murciélago de plástico y que por eso le dio el mordiscón. En 2015 apareció un fan que con un testimonio (sin verificar) modificó esta historia. Mark Neal dijo que fue él quien llevó al murciélago esa noche y quién lo lanzó al escenario. Lo transportó desde su casa en una bolsa de plástico, en una Ziploc. Y, aclaró, que se le ocurrió ese mismo día al despertarse cuando descubrió a ese murciélago muerto en el patio de su casa. Por lo tanto, si lo que cuenta Neal fuera verdad, la historia sería diferente: Ozzy, al menos, no habría mordido un murciélago vivo.
Que no era vegano lo atestigua la recurrencia. En 1981, Ozzy tenía una reunión con los directivos más importantes de CBS. Iban a decidir cuáles serían sus siguientes pasos profesionales (y, suponemos, pedirle un poco más de moderación, de previsibilidad). Ozzy tenía preparada una sorpresa. Llevaba en sus bolsillos dos palomas, para soltarlas en el momento cumbre del encuentro para que enmarcaran la firma del contrato. Un poco de grandilocuencia. Pero la reunión fue tomando otro camino al deseado. Ozzy gritó, algún directivo le respondió de la misma manera. El cantante, fuera de sí, manoteó una de las palomas de su bolsillo, la mostró y con furia, le arrancó la cabeza de un mordisco. Luego, la escupió sobre el pecho del directivo. Tiempo después, cuando le preguntaron si la historia era cierta, Ozzy respondió: “Ese día descubrí que las palomas, al menos su cabeza, tiene un sabor parecido al del Cointreau”.
Otra reunión que terminó mal fue con directivos de la misma discográfica pero de la filial alemana. Ozzy estaba en tan mal estado que mientras conversaban de números, giras y conferencias de prensa, se paró sobre la mesa de la sala y comenzó a sacarse la ropa. Alguien quiso interrumpir el strip tease pero Ozzy lo alejó de una patada en la cabeza mientras entonaba una marcha nazi. Luego bajó de un salto, besó en la boca a uno de los paralizados ejecutivos, sacó su miembro y orinó en la copa de vino de otro. Cuando le preguntaron sobre los incidentes, Osbourne dijo que no podía recordar nada de lo sucedido pero que todo sonaba verosímil.
Otro incidente del principio de la década del ochenta terminó muy mal. Durante 1982 mientras estaba de gira con su banda, uno de los choferes del micro, la vestuarista Rachel Youngblood y el guitarrista Randy Rhoads, un gran talento, viajaban en un pequeño avión siguiendo al resto de la banda. Cuando el piloto vio el micro con sus compañeros en medio de la ruta decidió asustarlos y sobrevoló a muy baja altura sobre ellos. Desde las ventanillas del ómnibus le hacían gestos soeces y le lanzaban cosas. Pero los cálculos fallaron y el riesgo potencial de la broma se transformó en tragedia. Una de las alas del avión impactó contra el micro, la aeronave perdió el control y se estrelló contra el jardín de una mansión cercana. Sus tres tripulantes murieron. El episodio sumió a Ozzy en la depresión pero en lugar de alertarlo sobre la vida que estaba llevando, profundizó su inmersión en los excesos.
Motley Crüe fue una banda famosa más que por sus hits por sus videos de chicas semidesnudas, los videos (y las historias de esas filmaciones), sus giras lujuriosas y sus excesos. Tanto es así que un libro llamado The Dirt se convirtió en un best-seller y fue adaptado por una plataforma se centra en los pormenores de sus desbordes durante los ochentas. Los Motley Crüe no se sorprendían de nada, excepto de Ozzy y su falta de límites. En 1984 compartieron gira. En medio de la ruta, Osbourne había esnifado toda la cocaína existente. Bajaron a estirar las piernas y Ozzy buscaba algo más para meterse en su nariz. Alguien lo desafió a que se esnifara una fila de hormigas que trabajaba sobre el asfalto. A Ozzy, que ese día llevaba puesto un largo vestido, le pareció una gran idea. Se inclinó sobre la ruta caliente, dejó su cola desnuda al aire, apoyó una pajita en el asfalto, sobre la hormiga que encabezaba la fila y aspiró con fuerza. Todas las hormigas desaparecieron en su nariz.
Hay otra historia que protagonizó vestido de mujer y también es de los años ochenta. Ya estaba casado con Sharon. Ese día había tomado demasiado alcohol y se había metido demasiada cocaína en el cuerpo. Su esposa no sabía cómo detenerlo. Tuvo una ocurrencia: le escondió toda la ropa. Parecía una buena idea. Pero esa no era causal suficiente para detener al incontenible Ozzy, que fue al placard de Sharon, agarró el vestido más amplio que encontró y se lo puso. Luego salió a caminar, a buscar más sustancias. Llegó hasta el Monumento Nacional de El Álamo, que recuerda la batalla del mismo nombre. No se detuvo ante las advertencias y merodeó por el lugar. Luego sintió ganas de orinar, no aguantaba más. Fue contra la pared más cercana e hizo sus necesidades. Cuando giró ya con la vejiga aliviada, tres policías lo detuvieron. Había hecho pis contra el memorial, contra el cenotafio que recordaba y consignaba a los caídos en la batalla. Pasó unas horas en un calabozo y un juez le fijó una multa de más de 11.000 dólares.
Alcohol en cantidades industriales, marihuana, muchísima cocaína, heroína, LSD, anfetaminas, opioides, analgésicos fortísimos, Rohypnol y varias sustancias más. Tal vez sería más fácil y más breve enumerar aquellas a las cuales no fue adicto, de las que no abusó.
Durante un viaje en avión, Ozzy había logrado pasar varios gramos de cocaína en su media (en los setenta la seguridad aeroportuario no era demasiado estricta). A mitad del vuelo fue al baño a consumir. Aspiró un poco y mientras volvía a guardar en la media el resto, la paranoia lo invadió. Se convenció de que cuando bajara sería arrestado, de que no existía la menor posibilidad de franquear los controles, de que hasta, tal vez, la policía estaría esperándolo en la pista, al pie del avión. Otro hubiera solucionado el problema lanzando la bolsa al inodoro. Pero Ozzy se oponía a desperdiciar tanta cocaína de buena calidad. Salió del baño y le ofreció a todos los que estaban en la nave. Desde pasajeros hasta azafatas terminaron consumiendo con el célebre rockero.
Cuando a fines de los años setenta Black Sabbath lo despidió, todos sus miembros se encontraban sumergidos, naufragando, en sus excesos. Pero el resto reconoció que la situación de Ozzy era la peor de todas, hacía inviable la continuidad de la banda. Las peleas con Tony Iommi eran épicas. Alguna vez el guitarrista lo derribó tirándole una mesa en el medio del pecho y para rematarlo lo puso knock out con un cross a la mandíbula.
Ozzy solía decir que el problema era que su cabeza creía que su cuerpo seguía teniendo 21 años. Los límites nunca fueron su fuerte. “Uno es demasiado pero diez son pocos”, dijo hablando sobre su consumo desaforado.
Osbourne reconoció que a esta altura del partido no estaría vivo si no fuera por Sharon, su esposa. Cuando estaba embarazada de Kelly, la segunda hija, Sharon confrontó a su marido. Si no se internaba en un centro de rehabilitación, ella y los hijos lo dejarían. Ozzy le pidió esperar al parto. Al día siguiente de que Sharon diera luz a Kelly, Ozzy se internó.
La sobriedad duró un tiempo pero ni siquiera llegó hasta el fin de la década. En 1989, Ozzy persiguió a Sharon por la casa, la empujó contra una pared y la tomó del cuello y comenzó a apretar en un intento de ahorcamiento. El esfuerzo y su pésimo estado lo hicieron desvanecerse. Cuando despertó estaba en una celda londinense. No se sorprendió, ya había estado ahí varias veces. La resaca lo aplastaba. Cuando se acercó a un guardia, Ozzy preguntó por qué lo habían detenido. El guardia llamó a su superior que comenzó a leer un papel que llevaba en su mano. Le hizo conocer sus derechos y también en qué consistía la acusación formal. Estaba imputado por intento de homicidio contra Sharon, su esposa. Ozzy, como no recordaba nada, al principio pensó que se trataba de una broma. Pero no. Era la desesperante realidad. Sharon levantó los cargos con la condición de que Ozzy volviera a rehabilitación durante 6 meses. Tiempo después se reconciliaron.
Osbourne fue acusado también de satanismo. Escribió una canción en homenaje a Aleister Crowley, posiblemente el oscurantista más célebre y venerado dentro del mundo del rock, y en la tapa de uno de sus primeros discos solistas colocó una cruz invertida. Él siempre negó las acusaciones. Explicó que se trataba de una puesta en escena, de parte de la dramaturgia del heavy metal. Pero no todos lo entendieron. A principios de los setenta y en el pico del éxito de Black Sabbath, un grupo de satanistas se instaló frente al hotel en el que se hospedaba la banda para rendirle homenaje a Ozzy y para realizar sus ritos satánicos en el lugar con la esperanza de que el cantante se sumara a ellos.
Desde hace varias décadas tanto Ozzy como Sharon se convirtieron en activos miembros de la Iglesia de Inglaterra, una iglesia anglicana. Ozzy aclara que desde hace años realiza una oración segundos antes de salir a escena. Eso no impidió que una tarde, al recibir la visita de uno de los sacerdotes de la iglesia, Ozzy lo agasajara con su mejor té y con una torta que su esposa sacó de la heladera. Lo que Ozzy no recordó fue que la torta venía cargada con una gran cantidad de hachís. El religioso comió dos porciones abundantes y elogió el sabor de la torta justo antes de perder el conocimiento. El matrimonio Osbourne tuvo que llevarlo hasta su domicilio. El pobre hombre tardó tres días en reponerse.
Sus hijos no sólo se convirtieron en celebridades gracias al exitoso reality show que se exhibió en el nuevo milenio por MTV. Ellos también afrontaron problemas severos de adicciones.
En su último gira, ya con más de 70 años, demolió su último hotel. Pero ya no fue lo mismo que antes. Tiró como tantas otras veces, un televisor por la ventana de su habitación. No fue un aparato de tubo como en los ochenta sino una tele plana de 50 pulgadas. Entre su edad, sus problemas de movilidad y el tamaño del artefacto, Ozzy necesitó la ayuda de un colaborador para lanzarla por la ventana.
Hoy, Ozzy Osbourne cumple 75 años. Su salud está maltrecha. En 2003 le diagnosticaron Parkinson y un accidente con una moto, ese mismo año, lo dejó con algunas secuelas. Le cuesta movilizarse y los años y los excesos le pesan. Sabe que es, desde hace rato, una leyenda.
En una reciente entrevista con la Rolling Stone británica declaró que no le queda demasiado tiempo para vivir. Pero que ya lo hizo y que no estuvo mal: “¿Cuánto quieren que viva? Aparte, no se olviden, que ya me tendría que haber muerto diez veces”.
Desde su mansión londinense, Ozzy Osbourne tiene un último pedido para hacer, un último deseo que cumplir: le gustaría subirse al escenario una vez más.
===>#ELSIESTERO, Historias y anécdotas de las mejores Bandas del Mundo, Domingos de 17.00 hs. a 18.30 hs. 105.1FM www.fmsos.com.ar