Mario Siperman

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Mario Siperman

Mario Siperman es el tecladista de Los Fabulosos Cadillacs y tuvo un paso previo por Los Encargados junto a Daniel Melero, banda pionera en la música pop de máquinas y sintetizadores. Tocó con Turf, Mimi Maura y compartió escenario con Fishbone, Rubén Blades, Debbie Harry y Santana.
Nace el 07 de Octubre de 1963.
Ademas es productor discográfico al frente de su productora LOTO AZUL, a grabado junto a numerosas bandas como invitado, editado música para películas, como el excelente «Tesoro mio» junto a Daniel Lozano.

ecladista, productor y también arquitecto, miembro fundacional de Los Fabulosos Cadillacs, con un paso previo por los adelantados del tecno-pop argentino Los Encargados, Mario Siperman está más inspirado que nunca. Aunque parece haber vivido ya varias vidas desde su infancia en Barrio Norte.

“Vengo de una familia tranquila –relata el músico, que este mes retoma los escenarios con los Cadillacs en Estados Unidos–. Mi viejo, abogado, pero medio deforme, en algunas cosas muy progresista y en otras muy severo. De chico fui un gran nadador y entrenaba en C.U.B.A. (Club Universitario de Buenos Aires), pero cuando entró la música fue un cambio radical. Mi papá tenía un amigo hippie. Con OSDE, pero hippie. Leone Sonino, que tenía una discoteca alucinante. Fue mi escuela musical, escuchando a Hendrix, The Who, Billy Bond y la Pesada en un departamentito de un ambiente rodeado de arte. Leone vivía en colores y mis viejos en blanco y negro. Un tipo muy meticuloso, pero que confiaba en mí. ¡A mis siete años me prestaba sus vinilos! Me enseñó a sacarlos con cuidado, a ponerlos en la bandeja, y fue una puerta abierta”.

El piano llegaría en séptimo grado. Mario tenía un dúo algo inspirado de Sui Generis con su amigo Gustavo Liamgot. El Dúo Imagen. “Rosita, mamá del dentista de mi viejo, fue mi primera maestra de piano. Y mi primer piano había sido antes de Daniel Barenboin, que es primo de mi mamá. ¡Lamentablemente no agarré el talento, pero sí un piano suyo!”.

La entrada a la secundaria coincidió con el peor momento de la Argentina. “Empecé en el Nacional Buenos Aires justo en 1977, con la dictadura militar, y terminé en 1982, guerra de Malvinas. Pero en el colegió me pasó algo importante: fui compañero de Hugo Foigelman, primer tecladista de Los Encargados. Cuando a Hugo le toca más de un año de servicio militar en la Marina, me recomienda para reemplazarlo en el grupo y así empecé a tocar con ellos en 1980 con un sintetizador Yamaha CC15, que me habían regalado para un cumple. Cuando Hugo volvió de la colimba, no lo llamé para decirle que vuelva a la banda. No sé si fui un mal tipo o ni siquiera lo pensé en ese momento. Si Hugo lee esta nota, quiero pedirle disculpas”, dice entre risas. (Nota: Foigelman, de todos modos, volvería a Los Encargados y grabaría el único disco de la banda, Silencio, en 1986).

Los Encargados fue una de las expresiones más vanguardistas de la escena argentina a principios de los ochenta. También, una de las más incomprendidas. Siperman tocó (junto con Daniel Melero, Luis Bonatto y, como invitado, Ulises Butrón) en el infame festival B.A. Rock IV, en 1982, canchas de rugby de Obras Sanitarias, donde programaron al trío electrónico entre bandas de rock y cantantes folk, con dramáticas consecuencias.

“Estábamos vestidos con unos enteritos blancos y nos pusieron después de Pedro Conde, una especie de Piero, y antes de Riff. Era la perfecta combinación para un desastre. Subimos y duramos literalmente treinta segundos. Empezamos a tocar ‘Necesidad’ y arrancó una lluvia de piedras, naranjas, de todo. A Bonatto le pegaron un piedrazo en la cara. Cuando bajábamos del escenario, no me olvido más, Dani me miró y me dijo: ‘¡Esto fue un éxito!’”, cuenta Siperman, con otra carcajada.

Grabaría con Los Encargados dos discos nunca editados. “El primero lo hicimos en el estudio de Daniel, tengo algunas canciones en casete. Al segundo le pusimos más trabajo y es una pena que no haya salido. Lo grabamos en el estudio Moebio y no pudimos sacar las cintas por falta de plata. Solo rescatamos algunos temas tiempo después, como ‘Sinfonía estúpida’ y ‘Caminando limpio bajo la lluvia’, que salieron como bonus tracks en la versión remasterizada de Silencio de 2005. Una de las cosas que más me pegaban era que los otros integrantes eran mucho más grandes, me llevaban cinco, seis años. Con Dani aprendí mucho, mayormente todo lo que soy como productor. Pero la diferencia de edad era importante. O sea, no salía con ellos a la noche. Ahí empezamos a armar los Cadillacs con amigos más cercanos”.

Los Fabulosos Cadillacs se iniciaron tocando ska y, con sus explosiones sonoras y búsquedas estilísticas durante más de 30 años, llegaron a ser una de las grandes bandas de América Latina. “Éramos amigos, estábamos todo el día juntos. Flavio (Cianciarulo) y el Vaino (primer guitarrista Cadillac y actual manager) iban al ILSE (Instituto Libre de Segunda Enseñanza), colegio donde terminaban los que se quedaban libres del Buenos Aires. Con ellos nos íbamos de veraneo a la costa y así empezamos a tocar. Dejé una banda ‘profesional’ como Los Encargados para tocar en un grupo de pibes que estaban aprendiendo. Pero para mí eso era lo mejor de todo”.

La familia Siperman tenía una casa en Mar del Plata. “Era divina, pero estaba casi abandonada. Mis viejos no querían ir y entonces la copamos con los chicos en el verano 83-84. Estábamos Flavio, Vaino, Gabi (Vicentico), un baterista llamado Hernán Gallardo, Luciano y yo. Me acuerdo de que cargamos los equipos hasta el tope de mi Renault 12 y del Citroën 3CV de Luciano. Y Hernán fue con su batería en tren”.

El grupo, entonces llamado Cadillac 57, había actuado en algunas fiestas, pero tendría su debut formal en Mar del Plata. “Allá empezamos a convertirnos en una banda. Íbamos a la playa todo el día, volvíamos, ensayábamos y salíamos a caminar vestidos de una manera muy especial, con moños y sacos. Hasta que un día el Ruso Azlor, un delirante divino, nos dijo que parecíamos Madness y si queríamos tocar en su boliche, en Almafuerte y Alem, que se llamaba Vía Fellini. Nos hizo sacarnos fotos e incluso nos consiguió un Cadillac, que no era 57, ¡pero lo importante era la actitud!”.

El resto es historia conocida: mientras Siperman estudiaba arquitectura (“no ejercí, pero pude hacer una reforma en mi casa y que todo quede en pie”), transitarían el under porteño, cambiarían de nombre a Los Fabulosos Cadillacs (por un error en la promo de un show), llegarían el LP Bares y fondas, los hits, la consagración, algún tropiezo, siempre seguido de un regreso y alguna reinvención estimulante, hasta los discos filoexperimentales Fabulosos Calavera (1997) y La marcha del golazo solitario (1999).

“Esos trabajos y la entrada de Ariel Minimal, en la guitarra, fueron refrescantes para la banda. Pero también muchos estábamos teniendo familia y las giras se hacían un poco cansadoras, y terminamos parando todo en 2001”, dice Siperman, que aprovechó la pausa para cambiar de aire e incluso sacarse de encima equipamiento. “Fue como un silencio. Vendí muchos equipos y estaba como desolado ante todo el ambiente musical. Ya tenía armado mi estudio, El Loto Azul, y empecé a trabajar con el sonido, masterizando o grabando cosas de otros. Ya había producido a Turf en su primer disco (Una pila de vida, de 1997) y me había gustado estar en la sala de control. Grabé los primeros discos de Mimi Maura, compuse la música para una película (Tesoro mío, de 2000) y también trabajé en el mastering de los discos del programa de tele Escalera a la fama y con bandas como Mambrú y Bandana”

El regreso de los Cadillacs, en 2008, volvió a motivarlo musicalmente. Desde entonces y hasta hoy, la cantidad de proyectos que tiene el Tío Spiker (como le dicen sus camaradas de LFC) parece inabarcable. “Volví a componer. Mi primer proyecto fue Conexión Azul, con canciones mías y letras de Cecilia Baraz. Con uno de esos temas, ‘Somos del aire’, estoy haciendo un experimento muy divertido: lo grabamos una y otra vez en distintos idiomas. Como una piedra de Rosetta hecha canción, está en castellano, inglés, francés, árabe, hebreo y próximamente en guaraní y en húngaro”.

Otra tarea titánica en lo que el músico avanza es la regrabación en castellano de las canciones de Leonard Cohen. “En varias pruebas de sonido con los Cadillacs escuchaba a Gabi cantando temas de Cohen y se me ocurrió encarar un disco llamado Vicentico interpreta a Leonard Cohen en español, algo muy de los cincuenta, se lo propuse y me dijo que sí. Grabamos las bases, pero nunca pudimos organizarlo bien, Gabi, entre los Cadillacs y como solista, estaba a full. Hace como seis años Manu Quieto (La Mancha de Rolando) vino al estudio y, hablando de música, llegamos a Cohen. Le conté del proyecto y me preguntó si podía grabar algo. Esa misma noche me pasó su versión de ‘The Partisan’ y me encantó. Entonces cambiamos de idea”.

Así nació El Poeta, una carpeta aún en desarrollo donde ya se sumaron Cucuza Castiello, Nito Mestre, Emilio Del Guercio, Silvina Garré, Teresa Parodi, Víctor Heredia, Ariel Minimal y Daniela Herrero, entre otros. Antes de fin de año, podría llegar a las disquerías un vinilo con las mejores versiones.

Además de un dúo con Gigio González, que ya dio el notable disco Instrucciones para ver el sol, el amor por las melodías, Serge Gainsbourg y las historietas de Tintín condujo a Siperman a otro experimento cancionero: recrear la chanson francesa con la cantante Louise Nuñez de Arco en Les Castafiores. “El puente entre generaciones (ella no llega a los 30 años) fue Tintín y el cine francés. Con ella grabamos ‘Al borde del Sena’, una canción que se remonta a esa época y al estilo”.

Sin miedo a los géneros y ritmos, algo propio de la escuela Cadillac, Siperman armó un trío con Rubén Albarrán de Café Tacuba y el compositor ecuatoriano Juan Diego Illescas. Juntos grabaron una canción con la consigna de que “una a Latinoamérica” y hable de la ecología, especialmente de las islas Galápagos. El tema se llama “IU Manya”, y fue presentado en el Festival Isla Viva Music Conference en julio de 2020.

Como siempre se vuelve al primer amor, una de las últimas aventuras del productor y arquitecto es el trío electrónico Seiko junto a Sergio Rotman (Fabulosos Cadillacs y Cienfuegos), en voz, y Ernesto Romeo (Klauss).

“Ernesto no es solo el tipo que más sabe de sintetizadores sino el que más teclados tiene en el país. Tiene de todo y lo sabe usar al cien por ciento. Venimos trabajando hace tres años en un tecno de finales de los setenta, principios de los ochenta, cercano a Ultravox o Kraftwerk”. Juntos grabaron tres canciones: “Night and Day” de Sumo, “Amor eterno”, de Mimilocos, y “Necesidad” de Los Encargados. “Con ese tema de Los Encargados tengo una conexión especial. Mi padre solo vino a verme una vez en vivo y fue en ese concierto de B.A. Rock, donde solo llegamos a tocar ese tema. Estuvo en el show con su cámara de fotos y vio cómo a su nene lo llenaban de naranjazos y piedrazos. ¡Nunca más vino! No sé si por cábala o qué, pero ni siquiera me vio con Los Cadillacs”.

Por Fernando Fratantoni (la Nación)

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